Pero a partir de allí, fue surgiendo una realidad preocupante: muchos lugares implementaron la transformación digital siguiendo las tendencias, en una carrera por la forma, lo que condujo al desperdicio de recursos y al fracaso antes de crear valor sostenible.
En resumen: la agricultura es una industria profundamente influenciada por las condiciones naturales, el suelo, las habilidades laborales y la escala de producción. Una fábrica puede reemplazar líneas de producción y corregir errores en pocas horas, pero una cosecha fallida significa un año de esfuerzo desperdiciado.
Por lo tanto, la transformación digital en la agricultura no puede ser una simple campaña de comunicación ni una carrera para seguir las tendencias. Debe ser un proceso estratégico a largo plazo, adecuado a cada modelo de producción. De lo contrario, la tecnología que se espera que apoye a los agricultores se convertirá en una carga, causándoles reticencias o incluso rechazo.

En realidad, en muchas localidades, el modelo de transformación digital a menudo comienza con la instalación de equipos técnicos modernos: sistemas de riego por goteo controlados por teléfono, cámaras de vigilancia para invernaderos, drones para pulverizar pesticidas y software de gestión de jardines.
Sin embargo, debido a la falta de análisis de datos y de un proceso de uso sincronizado, muchos modelos cayeron rápidamente en desuso tras la finalización del proyecto. Una cooperativa recibió financiación para comprar un avión pulverizador, pero carecía de un operador debidamente capacitado, un plan de mantenimiento y el coste de sustitución de componentes era excesivo en comparación con su capacidad. Tras el entusiasmo inicial, el equipo permaneció en el almacén y la gente volvió a los pulverizadores manuales habituales. En otros lugares, el sistema de trazabilidad QR se implementó ampliamente, pero no contaba con datos de entrada completos ni un proceso de control de calidad, lo que llevó a que se colocaran etiquetas en los productos solo por imitación; los consumidores escaneaban el código, pero no recibían información valiosa.
Una de las razones subyacentes por las que la transformación digital se convierte con tanta facilidad en un movimiento es la falta de sincronización. La transformación digital no es simplemente la aparición de nuevas tecnologías, sino la transformación de los métodos de producción, gestión y negocios.
Instalar un dispositivo IoT o implementar una aplicación para smartphones no basta para generar valor sin un sistema de datos integral: desde parámetros de suelo, agua y nutrientes hasta registros agrícolas y control de insumos, pasando por la gestión logística, el comercio y la retroalimentación de los clientes. Sin una conexión entre los datos, las soluciones discretas no generarán una visión integral que ayude a los agricultores a tomar decisiones. Los caficultores del Altiplano Central pueden saber cuánta agua necesitan sus plantas, pero sin vincular esos datos con la información meteorológica, las fluctuaciones de precios, los pronósticos de exportación o las necesidades de las empresas de procesamiento, los agricultores siguen sin poder optimizar la producción.
Por otro lado, los modelos exitosos suelen tener algo en común: la transformación digital parte del "dificultad" del productor, no del equipo tecnológico. Una empresa de cultivo de hortalizas de invernadero en Lam Dong solo invirtió en un sistema de sensores nutricionales tras darse cuenta de que los costos de los fertilizantes representaban el 30% de los costos totales y que los desequilibrios nutricionales impedían que los productos cumplieran con los estándares de exportación. Una cooperativa de cultivo de mangos en Dong Thap solo aplicó la trazabilidad cuando el mercado japonés exigió transparencia en todo el proceso de control de plagas, cosecha y conservación. Estos modelos tienen una "motivación endógena", ya que la transformación digital resuelve problemas prácticos, ayuda a reducir costos, aumentar los ingresos y expandir el mercado. Las personas usarán la tecnología de forma proactiva, en lugar de verse "obligadas" a usarla en un proyecto masivo.

La transformación digital sostenible también requiere inversión en las personas. Comprar un sensor no es difícil, pero el verdadero reto es capacitar a operadores, analistas de datos y a quienes convierten la información en decisiones agrícolas. Muchos agricultores de mayor edad no están familiarizados con la lectura de tableros de control ni comprenden los conceptos de "big data", "IA predictiva" ni "píxeles NDVI de drones". Sin instrucciones sencillas y fáciles de entender en su propio idioma, la tecnología se les volverá ajena. Los modelos locales de capacitación práctica, donde jóvenes ingenieros trabajan con agricultores en sus propios campos, han demostrado ser claramente eficaces. Cuando los agricultores son guiados, no solo saben cómo usar la tecnología, sino que también proponen con confianza mejoras adaptadas a las condiciones de producción.
Además, la política de apoyo es un factor indispensable.
La transformación digital en la agricultura es una inversión a largo plazo, no un costo a corto plazo. Sin mecanismos de crédito preferencial, apoyo de capital, menores costos de mantenimiento o conexiones entre empresas, institutos de investigación y agricultores, es difícil que las pequeñas unidades lleven a cabo la transformación digital hasta el final.
Las políticas también deben fomentar la estandarización de datos y la conectividad de las plataformas para evitar la situación en que cada localidad tenga un software y cada cooperativa una aplicación, lo que provoca la fragmentación de los datos y la incapacidad de integración.
Un sistema nacional de datos agrícolas, donde los procesadores puedan acceder a los rendimientos previstos, donde los científicos puedan monitorear el cambio climático y donde los bancos puedan estimar el riesgo crediticio, será una base importante para que la transformación digital se convierta en algo más que un eslogan.
Finalmente, es importante reconocer que la transformación digital en la agricultura no se trata solo de "llevar la tecnología al campo". También implica cambiar la mentalidad de producción.
La mentalidad de "producir mucho, vender barato" dará paso gradualmente a la de "producir estándar, vender al precio justo". La mentalidad de "buena cosecha, precio bajo" debe transformarse en la de producir según la demanda del mercado. En ese momento, los datos no son solo números, sino activos. Las plataformas digitales no son solo herramientas, sino sistemas operativos. Los agricultores no son solo trabajadores, sino tomadores de decisiones basados en la información.
La transformación digital puede impulsar la expansión de la agricultura vietnamita al mundo, pero solo si se realiza de forma responsable, planificada y basada en la práctica. Si nos aferramos a este movimiento, veremos muchos modelos que parecen hermosos en teoría, pero pocos modelos sostenibles. Si partimos de las necesidades reales, de los productores directos, de valores específicos y medibles, la transformación digital se convertirá en un verdadero motor que ayudará a la agricultura vietnamita a modernizarse, aumentar su competitividad y entrar en una nueva era de desarrollo.
Fuente: https://mst.gov.vn/chuyen-doi-so-trong-nong-nghiep-khong-the-theo-phong-trao-197251130212731988.htm










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