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La pesadilla vuelve a llamar al equipo italiano.

Italia venció a Moldavia por 2-0 en los partidos de clasificación para el Mundial de 2026 la madrugada del 14 de noviembre. Sobre el papel, fue un resultado positivo. Pero la realidad fue completamente diferente.

ZNewsZNews14/11/2025

Es probable que Italia tenga que jugar una repesca para conseguir un billete para el Mundial de 2026.

Fue una victoria intrascendente, un partido que puso al descubierto todas las inseguridades, los miedos y los estancamientos que persisten desde el fracaso en el Mundial de 2018. Y lo peor de todo: acercó aún más a Italia a la repesca, donde ya había caído en dos Mundiales consecutivos.

Un pálido equipo de Italia

Lo primero que me llamó la atención tras el partido en Chisináu no fue el marcador, sino la actitud de los jugadores italianos. Federico Dimarco salió corriendo del campo como si intentara escapar de sí mismo. Sus compañeros lo siguieron, sin siquiera mirar a las gradas donde 400 tifosi habían viajado miles de kilómetros para animarlo. La imagen lo decía todo: sabían que se avecinaba una tormenta y que no podrían escapar de la sombra de los playoffs que los había perseguido durante tantos años.

Italia no perdió. Al contrario, ganó seis de sus siete partidos de clasificación. Pero el camino estuvo plagado de dificultades desde el principio. Una derrota por 3-0 ante Noruega, un golpe tan duro que provocó la destitución de Luciano Spalletti, dejó a Italia a la zaga de sus rivales.

A partir de ahí, Italia ganó, pero ganó con tensión, con esfuerzo, sin convencer a nadie. Mientras tanto, Noruega no solo ganó, sino que arrasó con todo. 11-1 contra Moldavia, 5-0 en Chisináu. Dos partidos, +15 de diferencia de goles. Una brecha que Italia no pudo, y probablemente nunca podrá, superar.

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El equipo italiano no ha demostrado la fortaleza esperada.

Contra Moldavia, Italia sabía que tenía que ganar por goleada para tener alguna esperanza. Pero esa presión irreal los asfixió. La primera mitad fue un desastre: 13 tiros, 9 dentro del área, 0 goles. Incluso si Postolachi hubiera definido con precisión, Italia habría estado por detrás en el marcador contra el equipo número 156 del mundo . Era una verdad innegable para los azzurros: ya no tenían el espíritu de un gigante.

El seleccionador Gennaro Gattuso respondió a los abucheos desde la grada: «No acepto los silbidos. No es momento de decirles a los jugadores que busquen otro trabajo». Pero lo cierto es que la afición tiene motivos para estar decepcionada. Italia es actualmente un equipo «funcional», que cumple con lo básico, pero carece de chispa, de otros factores.

Federico Chiesa quedó fuera. Jóvenes talentos como Kayode fueron ignorados. El prometedor Scamacca acababa de regresar de una lesión. Estas ausencias dejaron a Italia en un estado de indiferencia: no lo suficientemente buena como para alcanzar el primer puesto, pero tampoco lo suficientemente mala como para volver a empezar.

Esa falta de convicción ha puesto a Italia en una situación peligrosa. Si no logran una victoria contundente contra Noruega (algo improbable), Italia disputará la repesca por tercera vez consecutiva. Las dos veces anteriores, fueron eliminados por Suecia y Macedonia del Norte. Obstáculos que parecen insignificantes, pero suficientes para mantener a Italia fuera del Mundial durante ocho años.

El bucle de Italia

La repesca contra Italia ahora parece una película de terror. Al ver las caras de los jugadores al abandonar el campo en Moldavia, todos sentían el miedo.

Pero claro, esta fase de clasificación no se trató solo de que Italia se debilitara. Noruega se fortaleció, y de una manera que Italia no pudo contrarrestar. Un equipo con Erling Haaland anotando 14 goles, más que toda la selección italiana en sus primeros seis partidos, no es un equipo al que se pueda vencer fácilmente. Ese fue el problema: Italia ganó, pero no lo suficientemente rápido, ni con la suficiente fuerza, ni con la suficiente contundencia.

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La selección italiana se perdió el Mundial porque no logró superar la ronda de repesca.

La realidad del fútbol moderno es dura: jugar con solidez no basta. Los grandes equipos tienen que ganar con contundencia, tienen que marcar la diferencia desde el principio. Italia no puede hacerlo. Ni siquiera puede generar una ventaja psicológica. Le falta un líder moral, alguien que sepa cómo llevar el partido a un clímax decisivo. Le falta la Italia de 2006, 1994 o 1982.

¿Qué necesita Italia para escapar de este círculo vicioso?

Necesitan que Moise Kean regrese para reforzar su ataque. Necesitan que Chiesa regrese, porque su velocidad y explosividad son insustituibles. Necesitan que Calafiori esté en forma. Necesitan que Gattuso elija en función del estado de forma, no de la seguridad.

Pero, sobre todo, Italia necesita superar su miedo a la repesca. Porque un equipo que llega al partido decisivo con una mentalidad débil no puede ganar.

La derrota ante Noruega al inicio de la campaña pudo haber sido fortuita. Pero que Italia no lograra recuperarse durante los siguientes ocho meses no lo fue. Fue síntoma de un sistema estancado, un equipo falto de chispa y un fútbol que se negaba a evolucionar.

Si Italia no se clasifica para el Mundial de 2026, ya no será una sorpresa. Será el resultado inevitable de una espiral descendente. Y si Italia quiere cambiar el desenlace de esta pesadilla llamada repesca, debe empezar por sí misma. Ya mismo.

Fuente: https://znews.vn/con-ac-mong-kinh-di-lai-goi-ten-tuyen-italy-post1602446.html


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