"El incumplimiento de las obligaciones del gobierno causaría un daño irreparable a la economía estadounidense, al sustento de todos los estadounidenses y a la estabilidad financiera mundial", declaró la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, en una carta al Congreso a principios de este año.
Los inversores perderán la confianza en el dólar estadounidense, lo que provocará un rápido debilitamiento de la economía. Se producirán recortes de empleo y el gobierno federal estadounidense no tendrá los medios para mantener todas sus operaciones.
Personas comprando en un supermercado en Washington, EE. UU. Foto: Reuters
Estados Unidos ha tenido cierta deuda a lo largo de su historia. Pero esta empezó a crecer realmente en la década de 1980, tras los enormes recortes de impuestos del presidente Ronald Reagan. Sin una gran recaudación fiscal, el gobierno necesitaba pedir prestado más dinero para gastar.
En la década de 1990, el fin de la Guerra Fría permitió al gobierno recortar el gasto en defensa y el auge económico generó mayores ingresos fiscales. Pero a principios de la década de 2000, estalló la burbuja puntocom, lo que desencadenó una recesión. El expresidente George W. Bush recortó los impuestos dos veces en 2001 y 2003, y posteriormente, las campañas militares estadounidenses en Irak y Afganistán incrementaron el gasto a casi 6 billones de dólares durante la guerra.
Según The Guardian, cuando comenzó la Gran Recesión en 2008, el gobierno tuvo que aumentar el gasto para rescatar a los bancos e impulsar los servicios sociales cuando el desempleo alcanzó el 10%.
Cuando el desempleo volvió a los niveles previos a la recesión en 2017, se aprobó una importante reducción de impuestos durante el mandato del expresidente Donald Trump. La deuda aumentó en 7,8 billones de dólares durante su mandato.
Cuando llegó la pandemia de COVID-19, el gobierno de Estados Unidos aprobó una serie de proyectos de ley de estímulo económico para compensar los peores impactos de la pandemia, gastando hasta 5 billones de dólares.
La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, afirmó que Estados Unidos podría no tener suficiente dinero para cumplir con todas sus obligaciones financieras para el 1 de junio o durante varias semanas después. El estancamiento político ha suscitado preocupación por un posible impago que podría afectar a los mercados financieros globales.
Si eso ocurre, el Tesoro probablemente implementaría un plan de contingencia desarrollado en 2011, cuando Estados Unidos se enfrentó a una situación similar. Según dicho plan, el Tesoro no permitiría el impago de sus bonos del Tesoro y continuaría pagando los intereses de los bonos gubernamentales que vencieran. Incluso si no se produjera un impago, un escenario de casi impago seguiría causando perturbaciones en los mercados y la economía.
Si el gobierno no puede obtener préstamos para seguir pagando sus cuentas a largo plazo, millones de personas podrían perder sus empleos, las empresas podrían quebrar, los mercados financieros podrían colapsar y podría haber un sufrimiento económico prolongado, según AP. El daño financiero ocurriría, pero podría deberse más a la política, a la división entre republicanos y demócratas, que a la salud de la economía estadounidense.
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