En un mundo en rápida transformación, marcado por la revolución tecnológica y la inteligencia artificial (IA), la educación —considerada la principal política nacional— se enfrenta a desafíos sin precedentes. Vietnam, con la meta de convertirse en un país desarrollado a mediados del siglo XXI, no podrá alcanzar dicha aspiración sin replantear su concepción de la educación desde una perspectiva estratégica, integral y de gobernanza moderna.
El borrador del XIV Congreso del Partido señaló: “La implementación de una innovación fundamental e integral en la educación y la formación aún no es sincronizada, carece de sistematización y sigue siendo confusa. La implementación de la socialización en la educación y la formación muestra signos de desviación. La calidad de la educación y la formación, especialmente la educación en aptitudes, personalidad, profesión y educación superior, mejora lentamente. La educación y la formación en zonas remotas, aisladas y en zonas de minorías étnicas aún enfrentan muchas dificultades; el régimen y las políticas para los docentes siguen siendo inadecuados”.
Estos comentarios francos demuestran la determinación de mirar directamente a la verdad, poniendo de manifiesto la necesidad de pasar de la "innovación local" a la innovación en el pensamiento y la gestión estratégica.
Vincular la educación con el destino nacional
Un país no puede avanzar mucho sin una visión estratégica para su gente. Durante muchos años, se ha hablado mucho de la educación vietnamita con grandes objetivos, pero su implementación carece de coherencia. Cada trimestre, cada localidad e incluso cada escuela tiene sus propios "proyectos", a veces superpuestos y de corta duración. Desde cambios constantes en el programa educativo en cuanto a asignaturas, hasta la falta de estabilidad en el formato de exámenes, pruebas y evaluaciones, los estudiantes se muestran pasivos y las escuelas enfrentan dificultades al estar sujetas a mecanismos rígidos y a exigencias de autonomía para la innovación. Esto desemboca en la realidad de que la educación no está realmente vinculada al destino de la nación ni se ha planificado como una estrategia de desarrollo sostenible.
Mientras tanto, países con sistemas educativos avanzados como Finlandia, Japón o Singapur comparten una visión a largo plazo, con una filosofía humanista centrada en las personas y concretada en un sistema de políticas estable y coordinado. La educación vietnamita necesita una nueva mentalidad estratégica: considerar la educación no solo como un asunto de la industria, sino también como una responsabilidad nacional; no solo como la transmisión de conocimientos, sino como una inversión en la competitividad nacional. Debemos definir claramente: formar a los vietnamitas para el siglo XXI es formar ciudadanos globales capaces de integrarse y ser creativos, sin dejar de preservar su identidad nacional.

Fuerte integración en la competencia global
La integración educativa no se limita a estudiar en el extranjero o a la cooperación internacional. Se trata del proceso de estandarizar y modernizar el sistema educativo según los estándares internacionales, respetando al mismo tiempo las particularidades de Vietnam. En los últimos años, hemos visto cómo numerosas universidades, institutos e incluso escuelas primarias han incorporado programas internacionales a su enseñanza. Sin embargo, esta integración sigue siendo solo una formalidad y no ha generado un cambio fundamental en la calidad.
Mientras tanto, el mundo entra en un período de feroz competencia por talento humano altamente cualificado. Si Vietnam no se integra rápidamente, su educación se rezagará, no solo en la formación teórica, sino también en el desarrollo de la creatividad, el pensamiento crítico y la adaptabilidad: cualidades que demanda el mercado laboral global.
Empoderar a las bases, vinculado a la eficiencia
Uno de los mayores obstáculos en la educación actual es el mecanismo de gestión centralizado e inflexible. Las escuelas públicas suelen estar sujetas a una serie de normas sobre organización, personal y finanzas, lo que dificulta la labor proactiva de los directores. El sistema sigue priorizando la «gestión» sobre la «administración». Los docentes se encuentran bajo una gran presión: registros, libros, evaluaciones y concursos fuera del horario escolar, con escasas oportunidades para participar en la planificación y la innovación práctica. A los padres les preocupa que las escuelas sean demasiado administrativas y carezcan de creatividad; los estudiantes sienten que su aprendizaje carece de inspiración y conexión con la realidad.
Mientras tanto, la tendencia mundial se inclina marcadamente hacia el fortalecimiento de las instituciones educativas, considerando a las escuelas como «unidades de aprendizaje autónomas» responsables de la calidad de sus resultados. Autonomía no implica laxitud, sino empoderamiento junto con rendición de cuentas. Sin un modelo de gobernanza moderno que vincule autoridad, responsabilidad y eficiencia, todos los esfuerzos por innovar serán superficiales.
Control preciso de la salida: Conectada pero no suelta.
La educación moderna no puede ser «cerrada», sino que debe seguir un modelo abierto: flexible e interconectado entre los distintos niveles educativos, entre el ámbito académico y las profesiones, y entre las escuelas y la sociedad. Sin embargo, la apertura debe ir de la mano del control de calidad en el «nodo final»: el resultado.
En realidad, muchas escuelas, incluidas las universidades, siguen priorizando los resultados de admisión. Los estudiantes pueden avanzar fácilmente por los niveles educativos, pero sus verdaderas capacidades no se verifican.
Esto demuestra que la educación necesita un sistema de evaluación estandarizado, transparente y coherente que no solo mida el conocimiento, sino que también evalúe la capacidad, las cualidades y la habilidad para aplicarlo. Este modelo se ha aplicado con éxito en muchos países, donde los certificados, la capacidad profesional y los resultados del aprendizaje se evalúan de forma independiente, creando así un mecanismo de confianza entre las escuelas, los estudiantes y la sociedad.
Superar el “cuello de botella” con una nueva visión
La educación en Vietnam se enfrenta a una decisión crucial: o bien continuar realizando pequeños ajustes, o bien dar un salto cualitativo hacia una fase de desarrollo transformadora, con una nueva visión y un enfoque estratégico nacional. Los obstáculos que persisten desde hace años —desde un currículo excesivo y mecanismos de gestión rígidos hasta la escasez de docentes cualificados y la desigualdad regional— han sido claramente identificados. Sin embargo, lo que nos falta no es una solución, sino una visión que se atreva a ir más allá, que se atreva a un cambio radical.
La historia de la reforma educativa a menudo se asemeja a «remendar una camisa vieja con hilo nuevo». Cada año surgen directrices y proyectos, pero pocas políticas se implementan de forma continua durante el tiempo suficiente para generar resultados sostenibles.
A nivel local, muchas escuelas se ven obligadas a realizar dos tareas simultáneamente: impartir conocimientos a los alumnos y, al mismo tiempo, gestionar registros, planes e informes. En las zonas rurales, los docentes aún deben impartir clases en aulas sin electricidad ni internet, mientras que en la ciudad, los alumnos se ven presionados para presentar exámenes, asistir a clases adicionales y cumplir con los estándares internacionales de manera formal. La excesiva transformación digital, carente de coherencia, en lugar de permitir a los docentes ahorrar tiempo para centrarse en su especialidad, se ha convertido en una carga para las escuelas.
Estos problemas no se pueden resolver solo con ajustes técnicos. Necesitamos una visión sistémica donde la educación se conciba como una cadena de valor: desde la filosofía, el currículo y el personal, hasta los mecanismos financieros y administrativos. Si la filosofía educativa sigue siendo vaga, si no se confía en los docentes, si se sigue considerando a los estudiantes como meros receptores de información en lugar de sujetos creativos, entonces, por muchas innovaciones que implementemos, volveremos al punto de partida.
Una nueva visión para la educación vietnamita debe centrarse en formar ciudadanos autosuficientes, creativos y capaces de integrarse globalmente. Esta educación no solo enseña «qué», sino que también capacita en «cómo aprender», «cómo pensar» y «cómo vivir». No se limita a las cuatro paredes de la escuela, sino que se extiende a la comunidad, la sociedad y las empresas, donde el aprendizaje permanente se convierte en una forma de vida.
Se espera que el XIV Congreso del Partido brinde oportunidades para consolidar esa visión. Al situar la educación en el centro de la estrategia de desarrollo nacional, todos los ámbitos, desde la economía , la ciencia y la cultura hasta la defensa nacional, se verán impulsados por recursos humanos de alta calidad. La educación no solo es la base, sino también el motor de la aspiración al poder.

Fuente: https://vietnamnet.vn/giao-duc-can-tu-duy-chien-luoc-va-quan-tri-hien-dai-de-vuot-qua-diem-nghen-2459646.html






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