El sistema de estabilidad estratégica global, que se estableció durante la Guerra Fría para prevenir conflictos nucleares y mantener el equilibrio de poder entre las grandes potencias, se encuentra en un estado de grave deterioro, un proceso que se desarrolla en un contexto de creciente erosión de la confianza entre los principales países y la desintegración del régimen de control de armamentos.
Cuando los mecanismos de disuasión dejan de ser efectivos
Desde principios del siglo XXI, Estados Unidos se ha retirado de numerosos tratados de control de armas que en su momento desempeñaron un papel fundamental en el mantenimiento de la estabilidad global. La retirada de Washington del Tratado sobre Misiles Antibalísticos (ABM) en 2002 supuso el fin de un pilar importante del mecanismo de disuasión bilateral ruso-estadounidense. Posteriormente, los esfuerzos por reactivar el Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (FACE), cuyo objetivo era limitar la militarización de Europa, también fracasaron debido a la divergencia de intereses entre las partes.

Durante el primer mandato del presidente Donald Trump, Estados Unidos continuó retirándose de otros dos acuerdos importantes: el Tratado de Cielos Abiertos y el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF). Según los analistas, estas medidas reflejan el deseo de Washington de contar con mayor libertad de acción en materia de seguridad y defensa, pero, al mismo tiempo, debilitan los cimientos del mecanismo internacional de control de armamentos.
Incluso el Tratado Nuevo START, el último tratado vigente entre las dos mayores potencias nucleares, se encuentra en un estado precario, ya que los esfuerzos por prorrogarlo se ven obstaculizados por las tensiones políticas bilaterales.
Este deterioro se ha producido a una velocidad asombrosa, y sus consecuencias a largo plazo aún no se han evaluado por completo. Muchos sostienen que, en comparación con líderes de la Guerra Fría como John F. Kennedy y Richard Nixon, visionarios estratégicos y dispuestos a negociar, las administraciones recientes se centran en obtener beneficios a corto plazo, lo que refleja un cambio en la concepción de seguridad de Washington. La crisis de Ucrania ha evidenciado aún más esta tendencia, al haber alcanzado la confrontación militar y política su nivel más alto desde 1991.
Bajo la presidencia de Joe Biden, el aumento de la presencia militar estadounidense y de la OTAN en Europa, junto con la retórica sobre la «disuasión nuclear», ha incrementado el riesgo de una escalada. En muchos países europeos, se debate públicamente la posibilidad de un conflicto directo con Rusia, aunque pocos comprenden plenamente las consecuencias si este llegara a producirse.
Un delicado equilibrio estratégico
Además, otros dos importantes documentos internacionales, el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE) y el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), también corren el riesgo de debilitarse.
Aunque ni Estados Unidos ni Rusia están formalmente obligados legalmente por el CTBT, ambas partes han mantenido una moratoria sobre los ensayos nucleares durante muchos años, considerándola una medida para prevenir una peligrosa “reacción en cadena”.
Sin embargo, la creciente influencia de los grupos políticos favorables a la confrontación, junto con la presión del complejo industrial de defensa, está generando preocupación de que las pruebas puedan repetirse, lo que supondría un grave revés para la seguridad mundial.

La situación del TNP no es menos preocupante. En un entorno internacional de creciente desconfianza y feroz competencia estratégica, cada vez más países consideran la opción nuclear como una herramienta de autoseguridad.
Algunos miembros del establishment político estadounidense incluso han sugerido que Estados Unidos debería alentar a sus aliados a reconsiderar sus políticas de desnuclearización, lo que podría desencadenar una nueva ola de proliferación nuclear. Si esta tendencia continúa, el mecanismo internacional de control y contención establecido durante el último medio siglo podría quebrarse, y la situación podría volverse crítica.
En este contexto, las recientes declaraciones del presidente Donald Trump sobre la necesidad de la desnuclearización, reiteradas en sus reuniones con líderes de Asia Central, no se han traducido en medidas concretas para lograrla. La cuestión es si Estados Unidos podrá recuperar su papel de liderazgo en el restablecimiento del orden de control de armas o si continuará con una estrategia de disuasión extendida basada en el poder militar.
Por parte de Rusia, Moscú ha afirmado repetidamente que no aceptará el desequilibrio estratégico y que reaccionará de forma proporcional ante cualquier intento de alterar el statu quo. En el contexto de la campaña militar rusa en Ucrania, que continúa y no muestra indicios de disminuir, la perspectiva de un diálogo de seguridad entre ambas partes parece remota.
Es evidente que el mundo está entrando en una nueva fase peligrosa, en la que los mecanismos de contención que han mantenido la paz durante décadas se están erosionando, mientras que los canales de diálogo estratégico están prácticamente congelados.
Sin esfuerzos serios para restaurar la confianza y reconstruir los acuerdos de control de armas, el orden internacional posterior a la Guerra Fría corre el riesgo de ser reemplazado por una era de confrontación prolongada, donde la seguridad de cada país está cada vez más ligada a la inseguridad global.
Fuente: https://congluan.vn/on-dinh-chien-luoc-toan-cau-dung-truoc-phep-thu-cua-thoi-cuoc-10317462.html






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