Mi pueblo natal no es un exuberante huerto rodeado de casas antiguas ni extensos arrozales. Es simplemente una pequeña aldea situada en la arenosa costa del mar.
Allí pasé mi infancia con recuerdos inolvidables. Con las frescas mañanas, cuando el sol apenas comenzaba a asomar, disipando la fina capa de niebla que cubría la verde hierba silvestre alrededor de la casa. Con los mediodías de verano, cuando la abrasadora luz del sol penetraba las hileras de árboles que crecían alrededor de la pequeña aldea, creando sombras a lo largo del sendero rural. Las tardes, con el canto de los insectos y sus canciones entrelazadas, creaban un paisaje apacible junto al Mar del Este.
Cada vez que regreso a mi pueblo, siento que regreso a un mundo tranquilo, lleno del sabor de mi tierra. Con el canto de las cigarras entre los árboles, camino por el desierto camino de arena; a lo lejos, las olas de junco blanco parecen pintar una imagen mágica en un rincón del cielo campestre. Para mí, en este momento, esto no es solo un simple camino rural, sino también un camino que me lleva por el sendero rural de regreso a mis recuerdos.
Siguiendo el camino rural de regreso a la tierra de los recuerdos, sé que cada paso es un largo viaje de vida, y los recuerdos de mi tierra natal siempre serán una fuente de aliento y fuerza invisible para ayudarme a superar todas las dificultades en el camino por delante.
Estos pasos no son aleatorios, sino un viaje con propósito del alma, un regreso para sumergirnos en los dulces recuerdos de la infancia. En los largos y soleados días de verano, mis queridos amigos y yo corríamos y saltábamos por las doradas dunas, jugando alegremente con el sonido de las risas. Luego, había momentos en que nos sentábamos tranquilamente con historias que se perdían con la luz del atardecer tras los árboles al otro lado de las dunas.
Al contemplar la imagen de mi tierra natal, siento la paz y la serenidad que impregnan cada rincón del tiempo. El espacio apacible, la suave brisa que transporta el aroma de las flores y la hierba, los sonidos de la naturaleza como suaves melodías que me derriten el corazón. Estos son los fragmentos de la imagen feliz que he dibujado y guardado en mi alma, en el compartimento de los recuerdos.
Desde los rústicos juegos de la infancia, pasando por el simple tira y afloja, hasta los vibrantes partidos de fútbol en las dunas. Tantas alegrías, sonrisas y gotas de sudor en rostros inocentes, son recuerdos inolvidables de cada niño que crece en el campo.
Aunque he estado lejos de casa por mucho tiempo, esos recuerdos aún viven en mi mente. Hoy, son como una puerta que se abre en el tiempo, dándome la oportunidad de regresar a mi infancia y sentir de nuevo el sabor de mi tierra natal.
Y entonces el campo cambió gradualmente, el mundo moderno arrasó con los valores tradicionales. El campo se urbanizó, los caminos rurales se convirtieron en modernas carreteras de hormigón. Los viejos recuerdos se desvanecieron gradualmente. Pero aún viven para siempre en el alma de quienes los recuerdan, como una fuente inagotable de inspiración que nos devuelve a nosotros mismos.
Y por muchos altibajos que tenga la vida, por muchos cambios que nos rodeen, el campo siempre será un apoyo, un lugar al que regresar para renovar nuestras almas. Porque el campo no es solo donde nacimos y crecimos, sino también donde se encuentra el profundo amor de nuestros corazones.
Cuando estamos cansados, cuando nos enfrentamos a preocupaciones en la vida, siempre rememoramos con cariño nuestro pueblo natal. Eso nos anima, nos llena de energía positiva para superar cualquier dificultad.
De pie en medio de la paz del campo, comprendo que, sin importar los años que pasen, sin importar las adversidades y dificultades, la patria siempre es el destino de cada camino, la fuente inagotable de inspiración para seguir adelante con firmeza en esta vida. Entonces, al regresar, siempre nos recibirán dulces recuerdos de un amor infinito por nuestra patria.
Los recuerdos del campo no son solo imágenes y sonidos, sino también emociones profundas en el corazón; es el lugar donde nos criamos y crecimos. Aunque hayamos dejado nuestra tierra natal, recordarla siempre es una fuente de aliento, un sólido apoyo para ayudarnos a superar las dificultades y los desafíos de la vida moderna.
Volver al campo para encontrarse a uno mismo, para encontrar la felicidad con la familia y los seres queridos.
TRAN VAN THAI
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