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Un cielo de recuerdos

El chaparrón repentino refrescó el calor sofocante de los días de verano del noroeste. El penetrante olor a tierra me inundó la nariz. En cuanto dejó de llover, salí corriendo al huerto a recoger verduras variadas para preparar un plato de sopa, un plato sencillo que a mi padre le encantaba en vida. La tenue luz del atardecer aún se filtraba, derramándose sobre mis hombros. Los brillantes rayos de sol se filtraban entre las hojas, llenando de vida el jardín de la abuela de mis hijos. Mirando hacia el jardín, me pareció oír la voz y la risa entrañable de mi padre. De repente, un cielo de recuerdos lejanos volvió a mi mente...

Báo Đồng NaiBáo Đồng Nai21/07/2025

Mi padre lleva más de dos meses desaparecido. Su repentina partida, una madrugada de mediados de mayo, dejó un vacío en el corazón de mi madre y en el nuestro, un anhelo indescriptible...

Papá es considerado el gran árbol de la familia, un gran apoyo espiritual para mamá y para nosotros. En los últimos años, mamá sufrió un derrame cerebral, por lo que todas sus actividades dependen de su reacia amiga, una silla de ruedas. Sin embargo, mamá no se siente sola, porque papá siempre está a su lado: un compañero silencioso y devoto. A pesar de tener setenta y cinco años y padecer muchas enfermedades, especialmente una cardiopatía que a menudo lo deja cansado y con dificultad para respirar, papá aún no se permite depender de ninguno de sus hijos para cuidar de mamá.

Los fines de semana, llevamos a los niños a casa a visitar a sus abuelos, y vemos a papá cuidar de mamá, preocuparse por cada comida, empujar la silla de ruedas de mamá para que conozca la ciudad, o incluso papá mimarla llevándola a la peluquería para que se relaje. Papá lo hace todo con la destreza de un enfermero dedicado en un hospital: amable, tranquilo y lleno de amor.

Comprendiendo las dificultades de mi madre, durante la jubilación, aunque los hijos querían llevar a sus padres a la ciudad, donde las condiciones de vida eran mejores y para que los hermanos pudieran estar cerca y cuidarlos, mi padre se negó. Tras diez años como nuera de mi padre, comprendo en parte su personalidad. Hombre de pocas palabras, tranquilo y con un gran amor por la naturaleza y las frutas, a mi padre no le gusta la vida apretada, y mucho menos la vida ajetreada y apresurada, por lo que mi padre y mi madre aún viven en una casa de cuatro plantas frente a un pequeño arroyo, con un gran huerto que él cuida y de temporada: «También hay verduras y frutas limpias para que coman mis nietos». Cada vez que mi padre expresaba lentamente su sencillo pero profundo consejo, sentía que veía todo el amor que siempre atesoró y conservó para compensar a mi madre y ahorrar para sus hijos y nietos.

Mi padre no es el padre de las millones de visitas, como lo alaban las imágenes difundidas en redes sociales o los medios. Pero para mis hermanos y para mí, siempre será el "padre nacional": un símbolo de sacrificio, responsabilidad y amor silencioso.

Mi esposo me contó una vez que, de joven, como trabajaba en una zona remota, a veces su padre solo venía de visita cada dos o tres meses. Pero cada vez que volvía, ayudaba a su madre con todo: cortaba leña, acarreaba agua para llenar cántaros que ella usaría poco a poco y enseñaba a los niños sus lecciones. Aunque era un soldado con hábitos profesionales profundamente arraigados en su estilo de vida y forma de pensar, mi padre no impuso sus ideas a sus hijos. Actuaba como guía, orientador y les daba consejos como un amigo para que pudieran expresar libremente sus pensamientos y deseos. Quería ser un compañero en su camino hacia la edad adulta. Quizás, debido a su cercanía y escucha constante, los cuatro hermanos de mi esposo se expresaban con facilidad y lo consideraban un gran amigo, un maestro con un vasto conocimiento y experiencia vital. A veces mi suegra fingía estar enfadada con nosotros cinco cuando descubría que era la última en enterarse de nuestro secreto, porque antes de eso mi padre había oído a nuestros hijos contarnos sus historias escolares...

Me encanta el poema del poeta Tran Dang Khoa sobre su madre: «Madre es un cielo de añoranza». Pero ahora quiero tomar prestado ese emotivo poema para enviárselo a mi padre. Porque para mis hermanos y para mí, «padre también es un cielo de añoranza». La casa se vacía sin la figura, el calor y la risa de nuestro padre. Perder a nuestro padre es como perder el cielo entero. El cielo del amor, el cielo de la calidez, y ese cielo es la paz en la que queremos confiar...

¡Papá! Aunque ya no estés con nosotros, aunque ya no estés con mamá, siempre serás el hombre silencioso, el fuerte apoyo espiritual en mi corazón.

Pham Thi Thu Nga

Fuente: https://baodongnai.com.vn/van-hoa/chao-nhe-yeu-thuong/202507/mot-troi-thuong-nho-0f407c4/


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