Ese día, la comida familiar fue más cálida de lo habitual. Toda la familia se reunió, los niños charlaron alrededor de la mesa. La comida de ese día no fue muy elaborada, solo los platos familiares que mi madre solía preparar, pero parecía que a todos les pareció más deliciosa, porque todos estaban llenos de alegría y orgullo. Levantamos nuestras tazas de té para felicitar a nuestro padre. Los niños estaban constantemente curiosos, haciendo una pregunta tras otra.
Mi hija de cinco años lo miró con los ojos muy abiertos y preguntó inocentemente: "Abuelo, ¿es porque estudias bien que recibiste un certificado de mérito?"
Tras oír eso, toda mi familia estalló en carcajadas ante esa inocente pregunta. Mi padre acarició el suave cabello de la niña y sonrió con dulzura, sin apresurarse a responder. En ese momento, el nieto mayor, que cursaba noveno grado ese año, hizo otra pregunta con madurez: «Abuelo, cuando estabas en el ejército, cuando participaste en la guerra de resistencia, ¿tuviste miedo?».
La pregunta sumió la sala en un repentino silencio durante unos segundos. Mi padre dejó la taza de té; sus ojos parecían mirar a lo lejos. Empezó a contar, con voz lenta y profunda: «Sí, todos tienen miedo. Miedo de las bombas que caen y de las balas que explotan, miedo de marchar en la espesura del bosque de noche, sin saber si estarán vivos mañana. Sin embargo, ese miedo nunca debe ser mayor que el amor a la patria y la responsabilidad hacia sus camaradas. Cada vez que pensaba en su patria, en su familia, en la bandera roja con una estrella amarilla que ondeaba en el cielo, sentía que su corazón se abría. Así, el miedo se alejó, dando paso a la determinación. Fue durante esos días que aprendió lo que significaba ser camarada, compañero de equipo, y lo que significaba anteponer los intereses del país a los propios».
Papá se detuvo, con los ojos enrojecidos. Sabía que acababa de evocar muchísimos recuerdos de la guerra. Toda la familia escuchaba en silencio. Los niños no podían entenderlo todo, pero la imagen de él con su uniforme, empuñando un arma en medio del campo de batalla, quedaría grabada en sus mentes.
Tras un rato contándoles la historia, mi padre sonrió con dulzura y se volvió hacia sus hijos: «Esta insignia no es como un certificado de mérito escolar. Es un símbolo de fe, de responsabilidad, de toda una vida de devoción a un ideal. La recibí hoy gracias a los sacrificios de mis compañeros y compañeras, no solo por mí».
Al escuchar a mi padre, sentí un escozor en la nariz. De repente recordé las muchas veces que mi padre contaba historias sobre sus amigos caídos en el campo de batalla, sobre las noches de marcha por el bosque, sobre las comidas apresuradas con yuca seca. Quizás, esos recuerdos fueron huellas para toda la vida que mi padre siempre atesoró, así como el hecho de nunca olvidar agradecer a sus camaradas caídos.
Entonces mi padre mencionó el 2 de septiembre con voz orgullosa: "Día Nacional. El 2 de septiembre no es sólo el día del nacimiento de la República Democrática de Vietnam, sino también el día para recordar a las generaciones de padres y hermanos que se sacrificaron para que los niños de hoy puedan vivir en paz e independencia".
Toda la familia asintió. Durante la comida, todos parecieron calmarse, como si absorbieran cada palabra de mi padre. Miré a mi alrededor y vi que mi casa ahora era espaciosa y cómoda, mi vida estaba plena y todos mis hijos tenían una buena educación. Todas estas cosas sencillas fueron posibles gracias a los grandes sacrificios de las generaciones anteriores, incluido mi padre.
Pensé que ser hijo de un soldado, miembro del Partido durante 50 años, es un orgullo y una gran responsabilidad. Ya no tenemos que llevar armas a la batalla, pero aún tenemos que vivir una vida digna, sabiendo apreciar y preservar lo que nuestros antepasados intercambiaron con su sangre.
El Día Nacional de este año, para mí, siempre será un recuerdo especial. Porque junto a la alegría de la patria, también comparto la felicidad de mi familia: ver a mi padre honrado, ver a mis hijos y nietos charlar a su alrededor, ver cómo se cuentan viejas historias una vez más para hacernos sentir más orgullosos y agradecidos.
Ha Linh
Fuente: https://baodongnai.com.vn/van-hoa/202509/bo-la-niem-tu-hao-cua-con-a49174a/
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