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La felicidad en el mundo de la IA

Un concurso televisivo sobre inteligencia artificial (IA) está atrayendo a más de 1,2 millones de espectadores desde su primer episodio. Un invitado al programa dijo: «Los humanos nos diferenciamos de la IA en que cometemos errores».

Báo Sài Gòn Giải phóngBáo Sài Gòn Giải phóng02/11/2025

Esa afirmación aparentemente simple plantea una gran pregunta: cuando todos los desarrollos tecnológicos apuntan a la perfección, ¿son los “errores” —las imperfecciones— los que nos impiden ser clonados?

En busca de la perfección

Si hace unos años todos los miembros de la familia estaban deseosos de crear una cuenta de Facebook, TikTok o Instagram para conectarse y compartir imágenes cotidianas, ahora el mundo online está presenciando otra "ola": la ola de la perfección creada por la IA.

Desde personas mayores hasta adolescentes, cualquiera puede convertirse en modelo, cantante o creador de contenido con solo unos toques. Las aplicaciones de edición de fotos suavizan automáticamente la piel, remodelan rostros e iluminan los ojos; las herramientas de vídeo con IA ayudan a fusionar rostros, añadir sonrisas e incluso recrear voces.

“Puedes editar una foto de carné de 3x4, ¡imagínate una foto subida a Facebook!”, bromeó una joven con sus amigas. Pero esa afirmación, en cierta medida, refleja la psicología de muchas personas: el miedo a mostrarse tal como son, con el rostro al natural, alguna arruga o una mirada triste. En los grupos de amigos, es fácil percibir una especie de competencia interna: todos quieren que su imagen online sea más perfecta que en la vida real.

Entonces, las comidas familiares, que solían ser un lugar para compartir historias cotidianas, a veces se convertían en un mini "estudio de grabación", donde cada persona se encargaba de su propio ángulo de filmación, ajustaba la iluminación, añadía filtros y música de fondo.

La IA ya no es solo una herramienta de apoyo, sino que se ha convertido en una compañera, incluso en un espejo en el que muchos buscan la versión perfecta de sí mismos. Pero, mientras se afanan en embellecer su imagen digital, ¿cuántos se dan cuenta de que están perdiendo gradualmente la capacidad de amar y aceptar su verdadero ser?

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Necesitamos conversaciones para escuchar nuestra versión imperfecta. Foto: KHANH TRINH

La perfección virtual también es un terreno fértil para sofisticados trucos que se aprovechan de la bondad de las personas. La cuenta NL en TikTok, con más de 95.000 seguidores, conmovió a muchos al publicar la imagen de una niña con los brazos amputados, superando con resiliencia las dificultades. Los usuarios enviaron miles de comentarios de ánimo y compartieron el video.

Sin embargo, todas esas imágenes resultaron ser productos creados con inteligencia artificial. El verdadero propósito no era inspirar, sino dirigir a los espectadores a enlaces de marketing y ventas online. Esta historia es bastante común.

Cada vez más cuentas utilizan IA para crear vídeos falsos, desde rostros y voces hasta circunstancias personales. Un niño con una enfermedad grave, una madre soltera superando dificultades, un anciano vendedor ambulante víctima de una estafa… todos pueden ser personajes virtuales creados mediante tecnología de generación de imágenes por IA. Los espectadores sienten compasión, lloran y… hacen clic en el enlace de compra, como un acto de solidaridad.

Conserva los “arañazos”.

La IA es una herramienta. Si se usa correctamente, la IA es una puerta a la creatividad, pero si se usa para manipular emociones, se convierte en un arma aterradora. Estos peligros de la empatía generada por IA dejan a la gente sorprendida y confundida: en un mundo lleno de imágenes perfectas y personajes generados por máquinas, ¿dónde está la verdad?

La perfección que aporta la IA parece estar difuminando la línea entre lo real y lo falso. Cuando todo puede ser «más bello», «más conmovedor», «más perfecto», ¿podremos seguir reconociendo lo que de verdad nos llega al corazón?

Se está presentando una paradoja: cuanto más nos esforzamos por alcanzar la perfección, más perdemos nuestra propia identidad. Una foto impecable puede satisfacernos por unos segundos, pero son la sonrisa forzada, las palabras torpes o las acciones incompletas las que nos definen como personas reales. La diferencia entre la IA y los humanos, como se dice en el programa de concursos, reside en los errores.

La IA está programada para evitar errores, para ser precisa, para ser bella. Los humanos aprendemos a corregir errores a través de ellos, a comprender la alegría a través de la tristeza y a crecer a través de los fracasos. En el hogar familiar, donde cada risa, lágrima o comida sencilla es lo más real, quizás lo más importante sea aprender a aceptar: aceptar a los demás y a uno mismo. No todos tienen que ser la mejor versión de sí mismos, sino simplemente la más auténtica.

El mundo de la IA puede hacer nuestras vidas más cómodas, nuestra comunicación más rápida y nuestra creatividad más sencilla. Pero, al mismo tiempo, también exige que cada persona esté más alerta y sea más humana para no convertirse en un «producto» de la tecnología que crea.

Porque, cuando todo pueda ser creado por la IA, lo único que las máquinas jamás tendrán será el corazón humano: la capacidad de conmoverse, de amar y de perdonar las imperfecciones. Y quizá, en el mundo de la IA, para ser «únicos», a veces solo necesitemos atrevernos a ser nosotros mismos con todas nuestras imperfecciones, errores y sinceridad, que no se pueden copiar.

Los humanos nos diferenciamos de la IA en que cometemos errores. Pero quizá, gracias a esos errores, tenemos amor, familia, emociones y el derecho a ser imperfectos. No dejemos que la perfección virtual nos haga olvidar algo sencillo: cada persona, con sus aciertos y errores, su belleza y su fealdad, es una obra de arte única que la vida nos ofrece.

Fuente: https://www.sggp.org.vn/hanh-phuc-trong-the-gioi-ai-post821279.html


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