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“Renunciar por el bien de los demás”: ¿una nueva fiebre que podría extenderse globalmente?

(Dan Tri) - En Japón, cada vez más personas contratan servicios de renuncia para evitar conflictos laborales. Esta extraña tendencia refleja una grave pérdida de confianza en el entorno laboral y podría extenderse a nivel mundial.

Báo Dân tríBáo Dân trí03/07/2025

En una oficina de Tokio, Shota Shimizu contestó el teléfono. Su voz era tranquila y profesional. Al otro lado de la línea, el departamento de recursos humanos de una empresa de cuidados para personas mayores. No era ni empleado ni familiar. Era un fantasma contratado. Su clienta, una joven, estaba sentada en casa, demasiado ansiosa y agotada para llamar ella misma.

“Sus expectativas iniciales distaban mucho de la realidad del trabajo”, explicó Shimizu brevemente. “Enviaba su uniforme y la llave de su casillero por correo ”.

La llamada terminó. Una relación laboral terminó. Sin conversaciones tensas, sin palabras forzadas, sin culpa. Solo silencio y una factura de 50.000 yenes (unos 350 dólares).

Shimizu trabaja para Momuri, una de las docenas de "agencias de renuncia" que han surgido por todo Japón. Su mismo nombre es una confesión silenciosa: Momuri: "No puedo más".

No es solo un servicio, es una vía de escape, un salvavidas para los trabajadores que se han visto presionados por entornos laborales tóxicos. Y su auge revela una historia mucho más amplia sobre un cambio radical en la mentalidad de los trabajadores en Japón y quizás en el mundo .

Cuando las lealtades se derrumban y reina el silencio

Durante décadas, la cultura corporativa japonesa se basó en un contrato social no escrito: una persona, un trabajo, una empresa, para toda la vida. El asalariado era reconocido por su lealtad inquebrantable y su dedicación paciente, demostrada con jornadas laborales interminables y borracheras obligatorias con sus superiores después del horario laboral. Renunciar, especialmente antes de la edad de jubilación, se consideraba una traición, una mancha en la carrera profesional.

Pero ese baluarte cultural se está tambaleando hasta sus cimientos. El colapso de la burbuja económica de la década de 1990, sumado a una realidad irreversible —el envejecimiento de la población y la disminución de la fuerza laboral— ha otorgado a los trabajadores un nuevo poder: la elección. «Hay muchas oportunidades laborales en el mercado laboral japonés ahora», afirma Kaoru Tsuda, investigadora del Centro de Investigación de Reclutamiento Indeed en Tokio.

Este cambio ha creado un terreno fértil para los servicios de taishoku daiko (despedidas). Cuando Momuri empezó en 2022, gestionaban unos 200 casos al mes. Ahora, esa cifra se ha disparado a 2500, según su fundador, Shinji Tanimoto. Entre sus clientes se incluyen no solo la generación Z y los millennials, que priorizan la salud mental por encima de la lealtad ciega, sino también trabajadores de 80 años.

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Cada vez son más los jóvenes trabajadores en Japón que recurren a empresas como Momuri para pedirles que… renuncien por ellos (Foto: Pixta).

¿Por qué alguien pagaría para renunciar? La respuesta reside en la estructura jerárquica y la mentalidad confrontativa de la cultura japonesa. Confrontar a tus superiores con una decisión que te avergüence, como renunciar, puede generar una enorme presión psicológica.

Muchos reportaron haber sido presionados, insultados o sentirse extremadamente culpables. En una cultura que valora la armonía (wa) y evita los conflictos a toda costa, contratar a un tercero neutral para que haga el trabajo sucio se convierte en la solución perfecta.

“La reacción de las empresas solía ser primero sorpresa, luego enojo”, dice Taishi Kusano, quien dirigió la empresa que despidió a Oitoma. Pero poco a poco, esa sorpresa ha dado paso a la aceptación. “Ahora algunas empresas simplemente dicen: ‘Ah, ya veo’”.

Esta normalización se confirma con las cifras: una encuesta realizada en 2024 por Tokyo Shoko Research reveló que casi el 10 % de las empresas japonesas admitieron haber recibido renuncias a través de intermediarios. Se trata de una cifra alarmante, que sugiere que la tendencia ya no es un fenómeno marginal.

“Cuando las personas no pueden expresar sus verdaderos sentimientos y se ven presionadas al límite, servicios como este se convierten en una vía de escape”, afirmó Keiko Ishii, profesora de cognición social en la Universidad de Nagoya. Las renuncias externalizadas son síntoma de un problema mayor: la desconexión y el miedo en el entorno laboral.

La renuncia como acto de renacimiento

Curiosamente, la historia de la ola de cambios de trabajo en Japón no es solo una historia de escapismo. Para muchos, es un acto liberador, una forma de recuperar el control de sus vidas.

Keisuke Ochi, de 45 años, trabajó durante muchos años en una empresa de distribución. Pero la pandemia de COVID-19 le hizo darse cuenta de que había perdido demasiado tiempo valioso con su familia. Calificó su decisión de dejar su trabajo como "un punto de inflexión en su vida".

Ochi ahora trabaja para una empresa de servicios financieros con un horario más flexible. "Me siento muy feliz cuando ceno con mi esposa e hijos", dijo. "Era un momento que antes no apreciaba, pero ahora entiendo lo valioso que es".

Kento Sano, de 31 años, dejó un trabajo estable en una importante empresa de viajes para explorar nuevos rumbos. Tras su experiencia, regresó a la industria turística en un puesto completamente diferente en una startup dinámica. "Creo que la mayor fortaleza reside en hacer lo que te apasiona, sin dejar de vivir fiel a las cosas que te apasionan cada día", afirmó Sano.

Estas historias demuestran que renunciar ya no es un fracaso. En este nuevo contexto, es una muestra de fortaleza, autoconciencia y valentía para buscar una vida más plena. Las agencias de renuncia, aunque solo son una herramienta, se están convirtiendo inadvertidamente en un catalizador de este cambio, ayudando a los trabajadores a superar el último obstáculo para comenzar una nueva etapa.

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En el nuevo contexto, la resignación es una manifestación de fortaleza, autoconciencia y coraje para buscar una vida con más sentido (Foto: Shutterstock).

Suenan las alarmas en Occidente

Si bien la cultura laboral estadounidense difiere significativamente de la japonesa, sería un error que los líderes occidentales desestimaran la "renuncia por poder" como una rareza japonesa. Como advierte la Dra. Cheryl Robinson, especializada en liderazgo, cambio y carreras profesionales, en el mundo hiperconectado actual, una moda local puede fácilmente convertirse en un fenómeno global. Y las condiciones para su proliferación están convergiendo en Estados Unidos y en otros lugares.

Analicemos el panorama general: tras la ola de renuncias masivas, el agotamiento y el estrés laboral son cada vez más comunes. Al mismo tiempo, el auge de la economía colaborativa ha generalizado la externalización de servicios personales, incluyendo la renuncia a trabajos.

La generación más joven de empleados también valora cada vez más la salud mental y el deseo de responsabilizarse de su trabajo. En particular, la tendencia del teletrabajo ha creado, sin quererlo, una distancia emocional. Cuando nunca has pisado una oficina ni has conocido a tu jefe o compañeros en persona, despedirte de ese trabajo puede ser incómodo y… vacío.

En ese contexto, la perspectiva de un servicio que te permita "desaparecer" de tu empresa por unos pocos cientos de dólares puede ser bastante atractiva. Puede que aún no sea una empresa oficial, pero prácticas similares al "ghosting" (empleados que desaparecen repentinamente sin despedirse) ya son una dolorosa realidad.

En lugar de esperar una llamada de la "empresa de renuncias" de sus empleados, los líderes astutos deberían ver esta tendencia como una señal de alerta temprana. Su presencia es evidencia innegable de una cultura corporativa en decadencia.

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A medida que la economía informal crece y la subcontratación se vuelve más común, un servicio que le ayude a dejar su trabajo fácilmente podría despegar en los EE. UU. en los próximos 3 a 5 años (Foto: Getty).

Solución: Construir una puerta siempre abierta

La solución para mantener a fantasmas como Momuri fuera de escena no reside en dificultarles la salida a quienes desean hacerlo. Más bien, reside en crear un ambiente de trabajo lo suficientemente seguro y abierto como para que los empleados no tengan que irse.

Esto requiere un cambio fundamental en el pensamiento de liderazgo:

Fomentar la comunicación abierta: Crear canales de diálogo formales e informales donde los empleados puedan expresarse sin temor a represalias. Una verdadera política de puertas abiertas, no solo un eslogan.

Mejorar el proceso de salida: Convierta la entrevista de salida en una valiosa oportunidad de aprendizaje para mejorar la organización, en lugar de un último esfuerzo para presionar a los empleados para que se queden.

Abordar el comportamiento tóxico desde su origen: identificar y eliminar de forma proactiva las “manzanas podridas” de la cultura, ya sean gerentes o empleados, antes de que su toxicidad se propague.

Invertir en las personas: cuando los empleados se sienten cuidados, comprometidos con su desarrollo y ven una trayectoria profesional clara, es menos probable que se vayan de forma abrupta y negativa.

Una organización verdaderamente saludable no es aquella en la que nadie se va, sino aquella en la que las personas se sienten lo suficientemente seguras como para irse con dignidad. Porque los empleados que se sienten valorados, incluso cuando ya no trabajan para usted, son los mejores embajadores de marca que una empresa puede tener.

Fuente: https://dantri.com.vn/kinh-doanh/tu-chuc-ho-con-sot-moi-tiem-an-rui-ro-lan-rong-toan-cau-20250702222945929.htm


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