Todavía en esa zona montañosa con bosques que se alzan en la niebla de la mañana, intercalados con brillantes rayos dorados del atardecer o suaves nubes que se desplazan sobre las colinas a primera hora de la mañana.
En algún lugar, sobre las vastas colinas de té verde, hay trabajadoras con sombreros que recogen ágilmente con sus manos los deliciosos y tiernos brotes de té.
Todo esto crea una imagen vívida y a la vez extrañamente pacífica. Esta tierra no solo nos regala té dulce, sino también exuberantes huertos.
Los materiales más rústicos, gracias a las manos de artesanos, se convierten en piezas especiales. El ser humano y la naturaleza parecen haberse fusionado, y la comprensión mutua puede dar vida a tanta belleza.
Foto: Nguyen Ba Hao
Revista Heritage
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