La regla de oro es cuestionada
Se dice que en la noche del 15 de julio (hora de Washington), en el solemne espacio de la Oficina Oval, el presidente Donald Trump discutió un borrador de carta para despedir al presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell.
Para muchos, fue la culminación de una disputa personal. Pero para economistas e historiadores, fue un momento mucho más simbólico. Marcó el desafío más público y contundente de la historia moderna a un principio de 112 años de antigüedad: la independencia del banco central.
Este principio no es una ley compleja, sino una idea simple pero poderosa: quienes tienen el poder de "imprimir dinero" deberían estar separados de los políticos con necesidades ilimitadas de gasto, especialmente antes de las elecciones. Mantener la política monetaria (tipos de interés, oferta monetaria) inmune a las presiones políticas a corto plazo se considera el "santo grial" para mantener baja la inflación, estabilizar los precios y generar confianza en los inversores globales.
Roger Altman, exsubsecretario del Tesoro, ha dejado algo claro: basta con observar los países donde el banco central es simplemente una extensión del gobierno, como Turquía o Argentina. El resultado suele ser hiperinflación, desplome monetario e inestabilidad económica persistente. La independencia de la Reserva Federal es el baluarte de Estados Unidos contra ese camino.
Y ahora, ese muro está mostrando sus primeras grietas.
"Por una buena causa": un enigma legal sin resolver
El núcleo de esta posible crisis reside en cuatro palabras de la Ley de la Reserva Federal: « con causa justificada». Esta es la única condición que permite al presidente destituir a un miembro de la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal.
El problema es que la "causa justa" nunca se ha definido con claridad. Históricamente, se ha interpretado como delitos graves e innegables, como corrupción, fraude o infracciones penales. Discrepar sobre si subir o bajar los tipos de interés un 0,25% ciertamente no entra en esa categoría.
Según varias fuentes, la administración busca construir un argumento legítimo para reemplazar al máximo ejecutivo de la Reserva Federal mediante su investigación sobre la renovación de la sede del banco central, valorada en 2.500 millones de dólares. Las acusaciones de exceso de capital, falta de transparencia o posible irregularidad financiera podrían utilizarse como justificación legal para la próxima medida.
Sin embargo, los expertos legales advierten que se trata de una estrategia arriesgada. Según Peter Conti-Brown, profesor de la Universidad de Pensilvania, los tribunales analizarán más allá de la lógica aparente y se centrarán en los motivos reales. Si el tribunal determina que el reemplazo de la Reserva Federal se debió a un desacuerdo sobre la dirección de la política monetaria y no a una violación real, el pretexto para el proyecto de renovación podría desestimarse como tal y desestimarse.
Pero nada es seguro. Esta confrontación está llevando al sistema judicial estadounidense a un terreno legal sin precedentes. La Corte Suprema, en un fallo reciente, evitó hábilmente definir el poder del presidente sobre la Reserva Federal, señalando únicamente que se trata de una entidad con una estructura especial.
Esta batalla legal, de concretarse, no solo se centraría en el destino del Sr. Powell. Sería un caso histórico que podría redefinir las líneas de poder entre la Casa Blanca y la Reserva Federal para las próximas generaciones.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha dado repetidamente señales contradictorias sobre la posibilidad de despedir al presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell (Ilustración: Getty).
Ecos de la historia
Las tensiones entre un presidente y el presidente de la Reserva Federal no son nada nuevo. La historia de Estados Unidos ha presenciado muchos enfrentamientos silenciosos pero feroces.
A principios de 1970, el presidente Richard Nixon ejerció una enorme presión sobre el presidente de la Reserva Federal, Arthur Burns, para que mantuviera bajas las tasas de interés y así apoyar su candidatura a la reelección en 1972. Muchos economistas argumentaron posteriormente que esta política monetaria expansiva contribuyó a desencadenar la "Gran Inflación" que duró una década.
En cambio, a principios de la década de 1980, el presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, tuvo que tomar la dolorosa decisión de elevar los tipos de interés a niveles récord superiores al 20% para frenar la inflación. Esta política desencadenó una profunda recesión y un desempleo vertiginoso, lo que generó una enorme presión política. Pero el presidente Ronald Reagan, a pesar de la férrea oposición, apoyó públicamente la independencia de Volcker. Comprendió que semejante trago amargo era necesario para la salud de la economía a largo plazo.
Estos relatos históricos revelan una regla no escrita: los presidentes pueden quejarse, pueden presionar, pero nunca han llegado al límite: despedir a un presidente de la Reserva Federal por sus políticas. Es un "pacto de caballeros" que ha sido respetado por los presidentes de ambos partidos.
Esta confrontación es particularmente peligrosa porque amenaza con romper el acuerdo tácito vigente durante más de un siglo según el cual el presidente puede ejercer presión, pero no intervenir directamente en la política monetaria. Si es reemplazado por desacuerdos políticos, la presidencia de la Fed se convertiría en un cargo político donde la lealtad podría prevalecer sobre la experiencia económica.
Jon Hilsenrath, asesor sénior de StoneX, advirtió que cualquier medida que debilite la independencia de la Fed podría socavar la confianza de los mercados en el compromiso del banco central con el control de la inflación, lo que provocaría inestabilidad financiera. Algunas fuentes también indicaron que Trump buscaba un presidente de la Fed dispuesto a atender sus exigencias de recortes de tipos, una medida que alejaría a la Fed de su papel de neutralidad durante décadas.
¿Por qué es importante esta batalla institucional?
La batalla por el control de la Reserva Federal en Washington puede parecer lejana, pero sus implicaciones son cercanas para todos los ciudadanos y empresas. La independencia de la Reserva Federal no es un concepto abstracto, sino la columna vertebral que mantiene la moneda estable, los mercados funcionando con fluidez y la economía protegida de las crisis políticas a corto plazo.
Para los inversores, la incertidumbre en la cúpula de la Reserva Federal es una pesadilla. Wall Street puede gestionar las malas noticias, pero no la incertidumbre. Si el presidente de la Reserva Federal se politiza, la confianza en la dirección de la política monetaria se verá afectada, se retirará el capital y los mercados se sumirán en el caos.

¿Es el baluarte de 112 años de la independencia de los bancos centrales lo suficientemente fuerte como para resistir la tormenta actual? (Foto: JP Morgan)
Para las empresas, la incertidumbre sobre la política monetaria hace que todo, desde la expansión de fábricas hasta la contratación de más personal, sea arriesgado. ¿Cómo se pueden tomar decisiones de inversión si se desconoce el coste del crédito en los próximos meses?
Para los consumidores, cada decisión que toma la Reserva Federal afecta directamente las tasas de interés que pagan por sus hipotecas, autos y tarjetas de crédito. Una Reserva Federal manipulada políticamente podría relajar su política monetaria antes de las elecciones, pero el precio que paga es un aumento de la inflación y la erosión del poder adquisitivo del consumidor.
Además, la condición del dólar como moneda de reserva mundial depende de la confianza en la estabilidad y la experiencia independiente de la Reserva Federal. Si dicha confianza se derrumbara, también se derrumbaría la posición económica de Estados Unidos.
El mundo está observando, no sólo por curiosidad, sino porque las implicaciones podrían repercutir en cada billetera, en cada cuenta de ahorros y en cada plan futuro.
Fuente: https://dantri.com.vn/kinh-doanh/buc-tuong-112-nam-tuoi-fed-co-dung-vung-truoc-thu-thach-lon-nhat-20250720165425184.htm
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