Ed Elson, un analista de 26 años, suele escuchar historias de generaciones anteriores que amasaron fortunas en bolsa con cierto arrepentimiento. Incluso su copresentador de podcast, el profesor Scott Galloway, de 60 años, convirtió una inversión de 800.000 dólares en Apple y Amazon en 2009 en 40 millones. Elson también anhela una oportunidad similar con las empresas que marcaron su generación. Para él, se trata de OpenAI y SpaceX, gigantes con una valoración combinada de más de 300.000 millones de dólares.
La historia de Elson no es única, pero sí representativa de un miedo llamado FOMO (miedo a perderse algo) que se está infiltrando en cada rincón de la vida financiera de la Generación Z. Esta generación es la nueva generación de inversores, que empieza a operar a los 19 años, de media, mucho antes que los 35 de los baby boomers. Pero están entrando en un juego donde las reglas parecen haber cambiado.
La puerta entreabierta del "club cerrado"
Elson y millones de la Generación Z quieren hacer lo mismo. Observan a OpenAI, cuyo ChatGPT está revolucionando el mundo , o a SpaceX, cuyos cohetes reutilizables están moldeando el futuro, y ven oportunidades que definirán su generación. Pero existe un gran obstáculo: ninguna de las dos empresas cotiza en bolsa.
Esta es la amarga paradoja de los inversores de la Generación Z. Viven en una era en la que las empresas más innovadoras, con el mayor potencial de crecimiento explosivo, optan por permanecer en los mercados privados más tiempo que nunca. En lugar de enfrentarse a la presión de los informes trimestrales y los inversores públicos, estos "unicornios" siguen recibiendo abundante financiación de fondos de capital riesgo (VC). Según datos de PitchBook, la financiación global de VC se ha más que triplicado en la última década.
“Quienes tienen acceso a las empresas de mayor calidad son los inversores de riesgo que ya son ricos. Y ese es un gran problema para nuestra generación”, dijo Elson.
Esta sensación de quedarse atrás no carece de fundamento. Jay Ritter, profesor de finanzas de la Universidad de Florida, afirma que hoy en día las empresas tardan un promedio de 14 años en salir a bolsa. Para cuando una empresa finalmente sale a bolsa, la fase de crecimiento más rápido suele haber terminado. Una OPV ya no es una señal de "promesa de futuro", sino más bien una señal de que la fiesta más grande ha terminado.
Esto deja a los aspirantes a inversores en un ámbito diferente: el mercado secundario, donde se negocian acciones de empresas privadas. Sin embargo, este es un grupo extremadamente exclusivo. Para unirse, debe ser un inversor acreditado según los estándares de la SEC: un patrimonio neto superior a un millón de dólares, sin contar la vivienda, o unos ingresos anuales superiores a 200.000 dólares. Solo alrededor del 13 % de los estadounidenses cumple este criterio.
“Parece un club cerrado”, dijo Vivian Tu, educadora de finanzas personales de 31 años. “Si eres rico, estás dentro. Si no lo eres, lo siento, estás fuera”.

La Generación Z en todo el mundo comienza a invertir antes de los 21 años por miedo a perderse algo (FOMO) (Ilustración: Getty).
La "TikTokización" de las finanzas: cuando el FOMO se encuentra con el clic
A medida que las puertas de la sociedad convencional parecen cerrarse, la Generación Z está encontrando su propio camino. Y aquí es donde el FOMO financiero se une a la tecnología y la cultura digital. Habiendo crecido con tendencias virales e historias de riqueza instantánea, esta generación está aplicando esa misma urgencia a sus carteras de inversión.
La "tiktokización" de las finanzas es un factor clave. Plataformas como TikTok, YouTube Shorts y salas de chat de Discord han convertido conceptos complejos como los ETF, el trading de opciones y las criptomonedas en lecciones breves y fáciles de digerir.
Influencers financieros como Tori Dunlap y Humphrey Yang han hecho que invertir sea accesible, entretenido y, lo más importante, han creado un sentido de urgencia. Casi 7 de cada 10 miembros de la Generación Z admiten sentir miedo a perderse algo (FOMO) financiero al navegar por las redes sociales.
Aplicaciones de trading como Robinhood y Public han derribado la última barrera. Con interfaces optimizadas, sin comisiones y funciones para acciones fraccionadas, comprar una fracción de una acción de Tesla se ha vuelto tan fácil como deslizar el dedo en Tinder. Invertir se ha convertido en una adicción, no en una decisión financiera seria.
El resultado ha sido un aumento sin precedentes en la participación. Pew Research informa que, para 2024, el 53 % de los adultos de la Generación Z en EE. UU. poseerán al menos una forma de inversión, frente al 34 % de tan solo dos años antes.
Pero esta democratización también conlleva una cultura de inversión tribal. Una publicación en el foro WallStreetBets de Reddit puede revolucionar todo el mercado, como demuestra la saga de GameStop.
Invertir se ha convertido en una forma de "moneda social". Poseer una acción meme o una criptomoneda de moda no es solo una decisión financiera, es una declaración de pertenencia a una comunidad, de "seguir la tendencia". Nadie quiere ser el único que no entiende qué está pasando cuando sus amigos hablan de "Dogecoin hasta la luna".
El precio de "no querer quedarse atrás"
El miedo de la Generación Z a perderse algo no se limita al mercado de valores. Permea todos los aspectos de la vida social y genera una enorme carga financiera.
Una impactante encuesta de Ally Financial sobre la pestaña de amistad reveló que las generaciones Z y Y gastan un promedio de $250 al mes en actividades sociales con amigos. Si bien tres de cada cinco admiten que esto afecta negativamente sus objetivos financieros a largo plazo, el 69% aún prioriza ver a sus amigos al menos una vez a la semana.
Con el aumento del costo de la vida, desde cócteles de $20 hasta costosas entradas para conciertos, mantener las relaciones sociales se ha convertido en un dilema: gastar es "cansar la cartera" o no gastar es "cansar el corazón". Alrededor del 20% admitió que las diferencias financieras habían causado el desmoronamiento de una amistad. Casi el 25% atribuyó las dificultades económicas a la dificultad de hacer amigos.
Sin embargo, siguen aceptando "pagar para jugar". Alrededor del 25% de los encuestados confirmó que preferiría quedarse sin dinero antes que quedarse sin amigos. Detrás de esta decisión se esconde un miedo aún mayor que el miedo a quedarse con las manos vacías: el miedo a la soledad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido que la soledad es una grave amenaza para la salud, equivalente a fumar 15 cigarrillos al día. Una encuesta de Gallup también reveló que los hombres de las generaciones Z y Y en EE. UU. se encuentran entre los más solitarios del mundo.
El FOMO social, amplificado por imágenes glamurosas en Instagram, se ha convertido en un poderoso incentivo para gastar. Un estudio de Empower reveló que más de la mitad de los estadounidenses (57%) han tomado decisiones financieras tras ver el estilo de vida de otras personas en línea. Los gastos más comunes relacionados con el FOMO fueron comer fuera (21%) y viajar (18%).

Muchos miembros de la Generación Z y la Generación Y se sienten atrapados entre el miedo a perderse eventos importantes y la creciente carga de la deuda (Ilustración: Getty).
La espada de doble filo: entre el riesgo y el deseo de autonomía
¿Adónde llevará esta tormenta de FOMO a la Generación Z? Los expertos financieros ofrecen perspectivas contradictorias, pintando un panorama complejo de una generación a la vez imprudente y ambiciosa.
El lado oscuro del FOMO es increíblemente arriesgado. "Recomendamos a los inversores que tengan cuidado con lo que desean", advierte Matt Kennedy, estratega de Renaissance Capital. Invertir en empresas en fase inicial puede generar grandes beneficios, pero también implica apostar por modelos de negocio no probados.
La salida a bolsa de Figma es una valiosa lección. Las acciones abrieron a 85 $, el doble del precio de 33 $ de la salida a bolsa. Los inversores minoristas, incapaces de comprar al precio original, se lanzaron a comprar en el momento álgido. Apenas unas semanas después, el precio de las acciones se desplomó, dejando a muchos con las manos en la masa mientras los inversores institucionales obtenían grandes beneficios.
Los mercados privados son aún más riesgosos. La quiebra de Linqto, la plataforma de intercambio pre-IPO que está siendo investigada por la SEC por presunta venta de valores a inversores no cualificados, es una llamada de atención sobre la falta de transparencia y supervisión.
Barry Ritholtz, fundador de Ritholtz Wealth Management, lo expresa sin rodeos: «Aparece una empresa privada como OpenAI, y de inmediato la gente se siente codiciada, teme perderse algo y cree que puede elegir la siguiente. La historia demuestra que la probabilidad de que eso ocurra es casi nula».
Pero el FOMO también es una fuerza sorprendentemente positiva. El miedo a quedarse atrás ha impulsado una ola de autoeducación financiera. El 66 % de los estadounidenses busca activamente contenido de educación financiera en redes sociales.
Ver el éxito de otras personas, a la vez que les incita a compararse, también inspiró al 71 % de las personas a mejorar sus hábitos financieros. Más del 15 % de quienes experimentan FOMO financiero afirmaron que esto les inspiró a invertir, mientras que otros abrieron una nueva cuenta de ahorros (14 %) o mejoraron su estrategia de pago de deudas (13 %).
Más importante aún, refleja un profundo cambio psicológico. La Generación Z no quiere seguir el camino seguro de sus padres. Sienten que el sistema actual no les sirve, así que deciden crear sus propias reglas.
"Hay un deseo de control y autonomía, una mentalidad proactiva al estilo estadounidense: encontrar el propio camino, en lugar de depender del sistema", dijo Juliette Richert, especialista de The Artemis Fund.
Cuando las viviendas estaban fuera de su alcance y las acciones de primera línea eran demasiado caras, recurrieron a nuevas clases de activos: criptomonedas, bienes raíces fraccionarios y artículos de colección, desde tarjetas deportivas hasta zapatillas deportivas. Como dice Scott Galloway: «Pensaron: ‘Bueno, olvídense de esto. Voy a crear mi propia clase de activo. Y voy a crear mi propia volatilidad’».

El miedo a perderse algo (FOMO) está cambiando el modo en que una generación define la inversión, el éxito e incluso la amistad (Ilustración: QuickFrame).
La Generación Z no es una versión más joven de las generaciones anteriores de inversores. Son producto de una era única, marcada por la desigualdad de oportunidades, la conectividad digital omnipresente y una presión social constante llamada FOMO (miedo a perderse algo).
El miedo a perderse algo es a la vez su debilidad, que los impulsa a tomar decisiones impulsivas y arriesgadas, y su mayor fortaleza, que los motiva a explorar, aprender y romper las viejas reglas financieras. Son audaces, tienen buenos contactos y no temen desafiar a Wall Street.
El panorama financiero de este año y en adelante está siendo transformado por esta generación. Las instituciones financieras se ven obligadas a reinventarse, creando productos más transparentes y prioritarios para dispositivos móviles que combinen educación, entretenimiento y ética. Porque para la Generación Z, el FOMO es más que una simple sensación: es una poderosa fuerza financiera que no desaparecerá pronto.
Fuente: https://dantri.com.vn/kinh-doanh/gen-z-giua-vong-xoay-fomo-khi-noi-so-bo-lo-thay-doi-cuoc-choi-tai-chinh-20250815214041147.htm
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