| Fotografía ilustrativa: baonamdinh.vn |
Cada tarde, solía pasear por los extensos campos de piña, observando cómo las verdes hojas se alzaban, atrapando el sol y el viento. En aquel entonces, los campos eran como una alfombra verde que se extendía hasta el horizonte. La brisa fresca los atravesaba, trayendo consigo el dulce y penetrante aroma de las hojas de pandan, mezclado con el fuerte olor de la tierra recién labrada. En medio de aquella inmensidad, a veces llegaba el aroma de la piña madura, dulce y nostálgico. Las piñas, regordetas y doradas, brillaban bajo la luz seca del sol, destacando entre el verde intenso de las hojas, iluminando todo el campo. A lo lejos, la cordillera de Tam Diep se alzaba majestuosa entre la bruma otoñal, superponiéndose a la vez que suave, como un amigo de toda la vida que protege los campos de la tierra natal. Ante aquella escena, los corazones parecían aquietarse, dejando que los recuerdos de la infancia regresaran, puros, dulces e inolvidables.
Hoy, toda la compañía practicaba tácticas con diligencia en el campo de entrenamiento, y sentí la primera brisa fresca de la temporada. Bajo el sol seco y dorado de septiembre, el viento sopló de repente, rozándome suavemente el rostro, el ala de mi casco colonial, y luego se coló entre las hileras de árboles. En un instante, el viento refrescó mi sudor, haciendo que mis pasos en el campo de entrenamiento fueran más emocionantes.
El soldado, acostumbrado al sol abrasador y a las intensas horas de entrenamiento, sintió un extraño alivio al percibir la brisa fresca. Esta no solo disipaba el calor, sino que también le brindaba relajación, ayudándole a disfrutar más de la vida, del campo de entrenamiento y de su trabajo diario. En ese instante, vi sonrisas en los rostros bronceados de mis compañeros; sus ojos brillaban con confianza, como si la brisa fresca les hubiera infundido una nueva energía.
Quizás la fresca brisa otoñal siempre sea así, sencilla pero conmovedora. Es a la vez evocadora y presente, y alimenta las emociones silenciosas de cada persona. Cuando llega la brisa fresca, llega también el otoño. En los verdes campos de piña, mezclados con el amarillo de la fruta madura, se divisa a lo lejos el campo de tiro de Tam Diep, y en el campo de entrenamiento resuena el sonido de los gritos, la brisa fresca sigue siendo la misma: un dulce regalo del cielo y de la tierra. Y en esa brisa, de repente siento mi corazón más claro, siento el fuerte vínculo de camaradería más sólido. La brisa fresca sopla, llevando consigo fe y esperanza, para que los soldados puedan avanzar con paso firme por el camino que tienen por delante.
LE VIET MINH HIEU
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Fuente: https://www.qdnd.vn/van-hoa/van-hoc-nghe-thuat/khi-gio-heo-may-ve-846944






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