Al amanecer, cuando la superficie del mar aún estaba cubierta por una fina capa de niebla, balsas y botes de madera se alineaban para atracar en el puerto de la aldea 2, isla de Thanh Lan. El muelle se llenó de compras y ventas. Los comerciantes esperaban, motos y vehículos de tres ruedas transportaban pescado continuamente desde el muelle hasta los puntos de compra. En cuanto el barco tocaba el puente, los comerciantes ya estaban esperando. Cestas de anchoas pasaban de mano en mano con la rapidez del viento; el agua del mar aún corría por el suelo de piedra, dejando tras de sí una brillante veta plateada. Las anchoas frescas tenían cuerpos pequeños, brillando con un característico color blanco plateado, y llenaban grandes cestas que se pesaban allí mismo. Bajo el muelle, motos y vehículos de tres ruedas se alineaban uno tras otro. Algunos llevaban registros, otros recogían el pescado, otros lo cernían para limpiarlo... todo ello creando un ritmo de trabajo apresurado pero familiar. Las risas mezcladas con el sonido de los precios de cambio hacían que el muelle pesquero pareciera despertar de madrugada. Para los habitantes de la isla de Thanh Lan, la temporada de anchoas no era solo una cosecha marina, sino una bendición celestial tras meses a la deriva . Cada tanda de peces plateados llena la red, cada bandeja de pescado secándose y brillando bajo el sol matutino es como un susurro del océano: a pesar de todos los cambios, el océano aún recuerda el camino de regreso a quienes se aferran a él.








Fuente: https://baoquangninh.vn/ca-ruoi-thanh-lan-loc-bien-moi-do-dong-ve-3387450.html










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