El gong sonaba rítmicamente; el sonido era potente y se distribuía uniformemente en todas direcciones, extendiéndose hasta la Montaña Oreja de Gato y luego resonando. La gente de mi pueblo, ya fuera pescando en el río Cau, recogiendo maíz en los campos o buscando brotes de bambú en la Colina de los Soldados, podía oírlo. Siempre que la aldea celebraba un evento público o necesitaba reunir gente, el jefe usaba el gong para convocar a la gente en lugar de ir a cada casa a anunciar. Este sonido familiar ha estado ligado a mi aldea durante casi medio siglo.
El gong, colgado bajo la sombra del árbol en medio del pueblo, parecía opaco y pesado. Un bloque de metal no es ligero, por supuesto, pero sí pesado porque encierra innumerables historias del tiempo y la historia en su áspera y oxidada cáscara. Cada vez que el sonido "gigante" resonaba por las montañas y los bosques, se abrían simultáneamente muchas historias en la conciencia de cada persona.
Ilustración: Dao Tuan |
Desde niño, mi abuelo me contaba que el gong era originalmente una bomba que los invasores lanzaron al borde del bosque. Por suerte, no explotó. Los ingenieros retiraron hábilmente los explosivos, dejando intacta la carcasa. Todos la llevaron y la colgaron a la sombra de un árbol centenario.
Desde entonces, mis aldeanos han cambiado su nombre de "bomba" a "gong del pueblo" porque tiene una misión más significativa. Lo miré con ojos inocentes y le pregunté: "¿Por qué no le venden la bomba al chatarrero para ganar dinero?". Él respondió con cariño: "Hay que guardarla como recuerdo; cuando crezcas lo entenderás". Siempre que pasábamos por allí, nos reuníamos para admirar, tocar e invitarnos a tocar el gong. Los niños, inocentes y entusiastas, buscaban pequeños trozos de leña y los pasaban para tocarlos. El sonido metálico era ensordecedor, pero solo alcanzaba para asustar a las gallinas que piaban buscando comida.
Más tarde, me di cuenta de que la bomba era un vestigio de la guerra. Si la bomba no fuera un gong estruendoso, sería para siempre un silencio mudo, perdido en algún lugar lejano.
A veces escucho historias de mi abuelo de antaño sobre una época en la que nuestro pueblo producía productos económicos bajo el modelo cooperativo. El sonido del gong era familiar e íntimo, indicando a todos que debían ir a trabajar a tiempo. Tras el bullicioso y urgente gong, el sonido de pasos apresurados resonaba por las calles.
Con el paso de los años el gong fue siendo cada vez menos frecuente y el sonido que señalaba la hora de ir a trabajar a la cooperativa sólo quedó en la memoria de los mayores.
Durante los pocos días libres en el campo, aproveché para visitar el pueblo y sus jardines. Bajo la llovizna, pasé junto al antiguo árbol Than Mat; su triste gong aún estaba allí. Esta temporada, Than Mat florece eternamente con flores blancas, esparciendo una dulce fragancia en un rincón de mi querido pueblo.
Esta mañana, cuando sonó el gong, me conmovió profundamente. Parecía que el sonido había despertado mis pensamientos más profundos. En el camino del pueblo, la gente llevaba azadas y palas para prestar servicios públicos, cavando canales para llevar agua a los campos de primavera. Mi padre decía que hoy en día, los medios de comunicación son más rápidos y eficaces, pero el gong aún guarda su propia historia, y los aldeanos lo conservan como lo atesoraban sus antepasados.
Tras el gong, la bandada de pájaros en las copas de los árboles se sobresaltó y batió rápidamente sus alas para alzar el vuelo, dando vueltas y luego regresando al apacible follaje, piando. Al oír el gong, recordé a mi abuela, recordé las tardes de mi infancia cuando, al oír el gong, recogía verduras rápidamente y preparaba una comida limpia para que mis padres pudieran llegar a casa a tiempo para cenar e ir a las reuniones. ¡Oh, el gong del pueblo!, los sonidos de los recuerdos resonaron en mí.
Fuente: https://baothainguyen.vn/van-nghe-thai-nguyen/202508/vong-tieng-keng-lang-6242591/
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