"La verdad es que tengo un poco de miedo."
Esa fue la confesión de Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI y uno de los principales artífices de la revolución global de la IA, al hablar del potencial de la tecnología que creó. Comparó el nacimiento de la nueva generación de IA con el Proyecto Manhattan, el proyecto para construir la bomba atómica, y advirtió de una inminente «explosión nuclear de poder».
El temor de Altman va más allá de la simple paranoia sobre un futuro dominado por las máquinas. Refleja una realidad más mundana que se desarrolla en las salas de juntas corporativas, los centros de datos y los pasillos gubernamentales : una nueva guerra fría, no escrita pero moldeada por algoritmos, semiconductores y flujos de datos.
Mientras la opinión pública mundial se centra en los conflictos geopolíticos tradicionales, una confrontación más significativa está transformando silenciosamente el orden económico mundial. No se trata de una guerra de armas, sino de una carrera por el control de la tecnología que definirá el futuro de la humanidad.
Desde una perspectiva empresarial, se trata de una competencia multimillonaria donde el ganador no solo gana cuota de mercado, sino que también tiene el poder de reescribir las reglas del juego para toda la economía global.
Nuevo parque infantil, nuevas reglas
La guerra fría de la IA está dividiendo al mundo en dos ideologías tecnológicas y empresariales completamente opuestas.
Por un lado está el bloque liderado por Estados Unidos, que opera bajo un modelo de IA cerrado y monopolístico. Aquí, unos pocos gigantes tecnológicos como OpenAI, Google y Anthropic controlan los modelos de IA más potentes, desarrollándolos como ecosistemas cerrados donde la tecnología es un activo estrictamente protegido. Su ventaja radica en una superioridad tecnológica, un ecosistema sólido y la capacidad de atraer enormes inversiones de capital.
Al otro lado de la frontera se encuentra el bloque liderado por China, que apuesta por una filosofía de IA universal y de código abierto. Corporaciones como Alibaba (con su línea de modelos Qwen), ByteDance (con Doubao) y, sobre todo, DeepSeek, están creando modelos potentes y poniéndolos a disposición de todo el mundo. Este enfoque democratiza la tecnología, abaratando y haciendo más accesible la IA, lo que impulsa la innovación a gran escala.
Esta polarización no es solo ideológica, sino que se ve reforzada por cifras contundentes. Según el Foro Financiero Internacional (IFF), de los aproximadamente 3 millones de trabajadores de IA en todo el mundo, Estados Unidos y China concentran el 57 % (32,6 % en EE. UU. y 24,4 % en China). China está formando a más ingenieros de IA que ningún otro país, y su capacidad de computación crece a un ritmo vertiginoso. En junio, la capacidad total de IA de China alcanzó los 246 exaflops y podría llegar a los 300 exaflops a finales de año. Un exaflop es una medida de la potencia de una supercomputadora; es decir, una máquina puede realizar mil billones de cálculos en un segundo (1.000.000.000.000.000.000 cálculos/segundo).
Esta confrontación genera una paradoja: China, un importante contribuyente al ecosistema de código abierto, tiene escasa influencia en la definición de los estándares globales de seguridad y ética. Iniciativas lideradas por Estados Unidos, como la Alianza Global para la Inteligencia Artificial (GPAI) y la conferencia de Bletchley Park, buscan excluir o limitar el papel de Pekín. Los llamamientos de China para que la IA sea considerada un «bien público global» son sistemáticamente ignorados.
El resultado es un mundo tecnológico fragmentado. Las empresas ahora compiten no solo en productos, sino también en estándares, cadenas de suministro y sistemas de valores.

La Guerra Fría de la IA está marcada por dos filosofías empresariales y tecnológicas completamente opuestas lideradas por dos superpotencias (Foto: Reuters).
Nvidia: El gigante atrapado entre dos balas
Ninguna empresa ha sentido más el impacto de la guerra fría de la IA que Nvidia. Con una capitalización de mercado superior a los 4 billones de dólares, Nvidia no es solo un fabricante de chips, sino también un proveedor de tecnología para ambos bandos en esta contienda. Y esta posición la ha puesto en una encrucijada.
La historia comenzó cuando Washington endureció los controles a las exportaciones, impidiendo que Nvidia vendiera sus chips de IA más potentes (la serie Blackwell) a China. El motivo aducido fue la seguridad nacional. Nvidia intentó sortear la ley creando una versión menos potente, el chip H2O, específicamente para el mercado chino.
Pero la situación ha cambiado. Según informes, funcionarios chinos se sintieron «insultados» por las declaraciones del secretario de Comercio estadounidense, Howard Lutnick, quien afirmó que Estados Unidos no vendería a China «ni la mejor tecnología, ni de segunda categoría, ni siquiera de tercera». Pekín respondió, al parecer, ordenando a las empresas nacionales que dejaran de comprar los chips H2O de Nvidia.
El golpe podría costarle a Nvidia miles de millones en pérdidas de ingresos. El informe de ganancias del segundo trimestre de la compañía, a pesar de un beneficio récord y un margen bruto del 72%, provocó un desplome de sus acciones. Wall Street está preocupada por el "factor China", lo que el CEO Jensen Huang denominó acertadamente "cuestiones geopolíticas".
La posición de Nvidia es ahora extremadamente complicada. Se encuentran atrapados entre:
Presión desde Washington: Deben acatar sanciones cada vez más estrictas.
Presión desde Pekín: El mercado chino no solo es una enorme fuente de ingresos, sino también un «rehén estratégico». Algunos creen que el rechazo de China al chip H2O es una jugada inteligente, que obliga a Nvidia a presionar con mayor ahínco al gobierno estadounidense para que introduzca chips más potentes en este mercado.
Aumento de la competencia: Mientras Nvidia está atada de manos, rivales como AMD, Qualcomm e incluso grandes clientes como Google y Amazon se apresuran a desarrollar sus propios chips de IA para romper el monopolio.
La historia de Nvidia es un caso de estudio clásico que demuestra cómo los negocios del siglo XXI ya no pueden separarse de la geopolítica. El destino de la empresa más valiosa del mundo ahora depende no solo de los ingenieros de Santa Clara, sino también de consideraciones estratégicas en Washington y Pekín.
La respuesta de China: Autosuficiencia tecnológica
La respuesta de China ante el aislamiento tecnológico no es la resignación. Al contrario, apuesta decididamente por una ambiciosa estrategia: la autosuficiencia tecnológica. Esto ya no es un eslogan, sino un imperativo empresarial fundamental.
El gigante del comercio electrónico Alibaba lidera esta revolución. Según diversas fuentes, Alibaba está desarrollando un chip de IA completamente nuevo, sucesor del chip Hanguang 800 lanzado en 2019. Con su unidad de diseño de semiconductores T-head y un compromiso de inversión de al menos 45.000 millones de euros en IA durante los próximos tres años, Alibaba apuesta fuerte por un futuro independiente de Nvidia.

La guerra fría de la IA se evidencia en la historia de Nvidia y Alibaba, dos gigantes en lados opuestos de la línea de batalla (Foto: TECHi).
La estrategia de Alibaba es inteligente. No pretenden competir directamente con Nvidia en el mercado global de chips. En cambio, el nuevo chip se utilizará internamente, proporcionando potencia de cómputo a su enorme ecosistema de servicios en la nube. Los clientes no comprarán chips, sino que alquilarán «potencia de cómputo a Alibaba». Este modelo de negocio garantiza la seguridad tecnológica y crea una ventaja competitiva única.
Alibaba no está sola. Huawei ya cuenta con sus propios chips de IA, y Cambricon se perfila como una estrella en ascenso. El director ejecutivo de Nvidia, Jensen Huang, ha advertido repetidamente al gobierno estadounidense que, si se prohíben las ventas, las empresas chinas encontrarán la manera de llenar ese vacío. Esa advertencia se está convirtiendo en realidad.
Esta iniciativa se produce en paralelo a los esfuerzos diplomáticos de Pekín. En la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), el presidente Xi Jinping abogó por la cooperación en materia de IA, rechazando lo que denominó «mentalidad de la Guerra Fría». Se trata de una estrategia doble: por un lado, fortalecer las capacidades tecnológicas nacionales para evitar el estancamiento; por otro, crear una coalición de países afines para establecer un ecosistema paralelo donde China dicte las reglas.
Un mundo de tecnología fragmentada
La guerra fría de la IA está derribando una «cortina de hierro digital» que divide la economía global. Las consecuencias para las empresas son profundas y complejas.
Cadenas de suministro fragmentadas: Las multinacionales que antes operaban en un mundo globalizado ahora se enfrentan a dos ecosistemas tecnológicos en gran medida incompatibles. Tendrán que elegir proveedores, socios y plataformas tecnológicas en función de su origen. Por ejemplo, la empresa estadounidense de IA Anthropic ha prohibido explícitamente a las empresas con mayoría de capital chino utilizar sus productos.
Mayor coste e incertidumbre: Operar en dos ecosistemas paralelos implica tener dos estrategias de I+D, dos estrategias de marketing y dos sistemas de cumplimiento normativo. Esto no solo aumenta los costes, sino que también crea un entorno empresarial incierto donde las regulaciones pueden cambiar de un día para otro.
La batalla por el Sur Global: Los países en desarrollo se han convertido en el principal campo de batalla de esta competencia. Tanto Estados Unidos como China buscan atraerlos a su órbita tecnológica, ofreciéndoles paquetes de inversión, asistencia técnica y estándares de gobernanza. Para estos países, esto representa tanto una oportunidad para recibir recursos para el desarrollo como el riesgo de quedar atrapados en las garras de dos superpotencias.
Papel de tercera parte: La Unión Europea busca crear una tercera vía con la Ley de Inteligencia Artificial, generando un «efecto Bruselas» para establecer estándares globales. Sin embargo, la gran incógnita reside en si la UE podrá convertirse en un actor normativo o si, por el contrario, se limitará a seguir las normas establecidas por Estados Unidos o China. Otros países de influencia media, como los Emiratos Árabes Unidos e India, también aspiran a desempeñar un papel de puente, pero su influencia aún es limitada.

La confrontación entre Estados Unidos y China está llevando al mundo al borde de un ecosistema tecnológico fracturado que podría escalar hasta convertirse en una “crisis nuclear” económica (Foto: RAND).
La historia nos ha enseñado que un pequeño error puede desencadenar una catástrofe mundial. Las lecciones de Sarajevo en 1914 siguen vigentes. Para evitar que la Guerra Fría de la IA se convierta en un colapso económico catastrófico, el mundo necesita medidas audaces pero seguras.
El fortalecimiento de mecanismos internacionales como las Naciones Unidas para desarrollar un marco común de gestión de riesgos es un primer paso. La Declaración de Bletchley, en la que participaron tanto Estados Unidos como China, constituye una base importante, pero debe sustentarse en normas vinculantes de seguridad y transparencia.
La cooperación técnica, especialmente en los ámbitos del código abierto y la investigación conjunta, podría servir de puente para reconstruir la confianza. Estados Unidos podría considerar flexibilizar algunas restricciones a la exportación a cambio de acuerdos de seguridad compartidos con China. Las potencias medias podrían desempeñar un papel de mediación, como demuestra la colaboración de los Emiratos Árabes Unidos con la Universidad de Oxford en programas de formación en IA.
De no ser así, el panorama es desolador: un ecosistema global fracturado, con una alianza liderada por EE. UU. acaparando costosa tecnología patentada, China dominando un mundo de código abierto aparte y el resto del mundo luchando por las migajas. La competencia desenfrenada, sea cual sea su propósito, podría desatar consecuencias nefastas. Ahora, los líderes empresariales y gubernamentales tienen la tarea de sofocar los rescoldos de la gobernanza de la IA antes de que se conviertan en una conflagración que consuma la economía global.
Fuente: https://dantri.com.vn/kinh-doanh/chien-tranh-lanh-ai-chay-dua-viet-lai-luat-choi-toan-cau-20250908110847999.htm






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