El parque está cerca del río. El viento transporta la humedad, refrescando y apaciblemente. A lo lejos, en medio del río, pequeñas olas ondulan y se mueven, reflejando la luz centelleante. La superficie del río brilla con una belleza como la de una tela de seda color rosa melocotón.
Por los sinuosos senderos que bordean el agua, varias jóvenes paseaban tranquilamente. Su cabello negro azabache y fragante ondeaba alegremente con la brisa. A menudo, para disfrutar del aire fresco, la gente no solo busca lugares con viento y vegetación, sino que también se reúne con amigos para explorar espacios tranquilos y apacibles.
A veces, los familiares se suben a un coche y dan una vuelta por la ciudad. Esta ruta libre y espontánea proporciona una sensación relajante cuando el cuerpo anhela aire fresco y descanso.
Recuerdo que en mi pueblo no hacía falta ir muy lejos para disfrutar de la brisa fresca. Unas cuantas sillas pequeñas, a veces solo una estera vieja extendida en el porche, y todos se reunían para charlar y divertirse mientras esperaban la cena.
Papá contaba historias de agricultura, de la madre del mercado y de la abuela del ganado. Mientras tanto, los niños reían, persiguiéndose unos a otros hacia el jardín al anochecer. El tiempo se detenía. Por todas partes, el aire se impregnaba del aroma de frutas maduras como la yaca, el longan, la guayaba, el mango y la chirimoya... El viento traía el aroma de la hierba silvestre, la tierra, el agua fresca y el arroz maduro de los campos frente a la casa, mezclándose y fluyendo hacia el patio, creando un aroma dulce y embriagador.
Mires donde mires, el cielo de la tarde de verano es vasto e infinito, con nubes que se mueven constantemente y se desplazan lentamente. El sol poniente tiñe la hierba, los árboles, las calles y las hileras de altos edificios con sencillos tonos amarillos y naranjas. Las calles parecen espaciosas y apacibles.
De camino a casa del trabajo, me encontré con ancianos y niños reunidos bajo los árboles, charlando. Una tetera de té aromático, risas alegres... el tiempo parecía detenerse.
Me dije a mí mismo que las personas mayores, sin importar dónde estén, siempre están contentas y saben cómo vivir. Ya sea en el espacioso campo o en el limitado espacio de la ciudad, estos ancianos aún se detienen a escuchar, amar y conversar. En el crepúsculo que se desvanece, saben cómo dedicar tiempo el uno al otro, a sus hijos y nietos.
Y algún día, en medio del bullicio de la vida, en el ritmo acelerado de una ciudad cada vez más sobrecargada y caótica, quién sabe, lo que más recordará cada uno serán aquellas tardes de verano tranquilas y apacibles pasadas con sus seres queridos.
Fuente: https://baoquangnam.vn/chieu-he-em-a-3154506.html






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