A los 18 años, Lamine Yamal lo tenía todo: talento, fama, confianza y ego. |
Pero para llevar su carrera al siguiente nivel, Yamal tuvo que aprender lo que todo niño prodigio aprende pronto: el fútbol no perdona la arrogancia y la gloria no se consigue gratis.
Lamine Yamal es un regalo que el fútbol rara vez ofrece al mundo . Se necesitan diez o veinte años para que aparezca alguien como él, con la velocidad, la técnica, la visión y la audacia necesarias para hacer estallar las gradas. Es un genio nato, nacido para hacer cosas extraordinarias. Pero entre el talento y la inteligencia, entre nacer siendo Yamal y saber vivir como Yamal, hay un abismo. Y en el último Clásico, lo demostró.
Un comentario casual, un vídeo en internet, y el Bernabéu se convirtió en un campo de batalla. 80.000 personas vitorearon, sus compañeros estaban desconcertados, el Barcelona se vio envuelto en la ira. Yamal no necesitó jugar mal para ser el centro de atención; bastaron tres palabras para convertirlo en un símbolo de la «falta de respeto». El precio de la fama, como siempre, se pagó de inmediato.
Todo niño prodigio tiene que pasar por ese momento. Cuando las bromas se convierten en delitos, cuando el escenario se transforma en un tribunal y cuando el mundo entero observa cada ceño fruncido, cada paso. Ahí, el talento no basta; se requiere valentía, humildad y aprender a guardar silencio cuando corresponde.
Lamine Yamal no comprendió que el fútbol no solo premia el talento, sino que también exige sacrificios. Le regaló generosamente piernas de oro, pero luego le exigió que devolviera su juventud. La fama le dio millones de seguidores, pero después le arrebató su privacidad. A los 18 años, muchos aún están en la escuela, pero Yamal tuvo que aprender a vivir bajo los reflectores del planeta entero.
No es el primero en enfrentarse a esta paradoja. Di Stéfano era un santo. Pelé, una leyenda viviente. Cruyff llevó el espíritu rebelde de los Beatles al campo. Maradona fue un héroe trágico, mientras que Messi y Ronaldo convirtieron el fútbol en una marca global. Todos tuvieron que aprender a dominarse a sí mismos. Ahora le toca el turno a Lamine.
Lamine Yamal aún no ha comprendido que el fútbol no solo premia el talento, sino que también exige concesiones. |
La diferencia radica en que Yamal nació en la era de las redes sociales, donde cada palabra se registra, se amplifica y se distorsiona. No tiene derecho a cometer errores públicos, porque cada error le cuesta la temporada entera. «Si gano, nadie podrá decir nada», dijo Yamal en una ocasión. Pero eso es una ilusión. Gane o pierda, la estupidez es la estupidez, la falta de respeto es la falta de respeto.
Nadie quiere que Yamal cambie su verdadera personalidad. Simplemente, que no deje que el papel protagonista le haga perder su lado humano. Un poco de arrogancia es necesaria para estar en medio del Bernabéu y sonreír. Pero demasiada, y se convierte en una carga.
El fútbol no necesita otra estrella que se consuma bajo los reflectores. Necesita un Lamine Yamal que escuche, aprenda y sepa que el camino al genio no se mide por la precisión con el balón, sino por la madurez. A los 18 años, no necesita ser una leyenda. Solo necesita ser lo suficientemente sabio como para no consumirse antes de poder brillar.
Fuente: https://znews.vn/lamine-yamal-va-cai-gia-cua-su-ngao-man-post1599278.html






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