La frase “Vivir en medio de un pez dorado” no se sabe quién la dijo, pero desde hace mucho tiempo parece ser un modismo usado para referirse a las personas perezosas, que solo están acostumbradas a pasar el rato y ser despreocupadas.
¿Es eso realmente un pez dorado?
Pasé horas observando el acuario y me di cuenta de que los peces dorados no eran perezosos. Nadaban sin parar, casi sin detenerse un instante. El acuario era estrecho, y tras nadar un poco, tenían que girar y seguir nadando. Las curvas en la trayectoria de los peces eran innumerables. Si uniéramos las trayectorias de cada pez, tendrían que recorrer varios cientos de metros en una hora.
Me sorprendió mucho saber de dónde sacaba ese pez la fuerza para moverse continuamente de esa manera. Si se hiciera un estudio científico exhaustivo, el pez sería elegido el atleta número uno del planeta en resistencia y flexibilidad.
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El movimiento es la forma de existencia del universo. El movimiento pertenece a todas las cosas, ¡no solo a los peces! Por ejemplo, los árboles se mueven silenciosamente. Están vivos, creciendo, liberando oxígeno durante el día y absorbiendo dióxido de carbono por la noche, regulando naturalmente el medio ambiente. Sin embargo, al observarlos, parecen inmóviles. Todas las transformaciones ocultas en las raíces y las hojas no pueden detectarse mediante la observación. Solo los insectos y los animales en movimiento pueden percibirlas.
Al observar el mundo, las personas a menudo se apresuran a ver a través de la cáscara, sin analizar cuidadosamente muchos aspectos, lo que lleva a juicios confusos y decisiones equivocadas, y el resultado es el fracaso. Fracaso, pero al no comprender la causa, solo les queda clamar al cielo. En realidad, los humanos tienen que pagar un alto precio por los juicios erróneos, las decisiones equivocadas y los fracasos. Pero ¿quién sabe cómo aprender de la experiencia?
Incluso en el cuerpo humano, a menudo no nos comprendemos. El corazón, el hígado, los pulmones, los sistemas circulatorio y digestivo funcionan continuamente incluso cuando dormimos, como una máquina de movimiento perpetuo. Cuando una entidad muere, solo cambia su estado de movimiento y nunca se detiene. Es decir, entra en un estado de descomposición. Así que está claro: el mundo existe en continuo movimiento en diferentes formas. Nunca hay un momento de inactividad.
Según el artista Do Duc/TT&VH
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