El año 2023 será testigo de un orden internacional que atravesará un período de transformación fuerte e integral con muchas consecuencias geopolíticas de gran alcance.
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Hacia un mundo multipolar
A medida que las potencias intermedias ascienden cada vez más, la brecha de poder entre las dos superpotencias y otros países influyentes parece reducirse. Aunque la academia internacional continúa debatiendo si el mundo actual es multipolar o bipolar, muchas opiniones creen que la tendencia inevitable a largo plazo seguirá siendo hacia un mundo multipolar.
Esto se debe a que los estados unipolares o bipolares son inestables y difíciles de sostener a largo plazo, especialmente en la era de la globalización, donde el poder tiende a dispersarse en lugar de concentrarse en un solo país. El creciente papel de India e Indonesia en el Sur global y el desafío que plantea Rusia al Occidente liderado por Estados Unidos evidencian la creciente insatisfacción con el orden posterior a 1945.
Es probable que esto genere una enorme presión que obligará a los países a renegociar las normas de conducta actuales, las “reglas del juego” y, más ampliamente, las estructuras regionales y la gobernanza global en un futuro no muy lejano.
Sin embargo, esto no era inevitable, ya que la historia moderna no ha presenciado una transferencia verdaderamente pacífica del orden global. El Concierto Europeo nació solo después de que las Guerras Napoleónicas destruyeran por completo el orden que regía las relaciones entre las potencias europeas. Solo tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética pudieron establecer un orden bipolar. La única excepción fue la entrada de Estados Unidos en una era unipolar tras la disolución de la Unión Soviética en 1991.
Sin embargo, estas dos superpotencias habían competido ferozmente y de forma exhaustiva durante más de cuatro décadas, y se habían enfrentado indirectamente en numerosos conflictos importantes del siglo XX. Por lo tanto, puede afirmarse que nunca ha habido un cambio de estado en el orden mundial sin que se produjeran acontecimientos importantes.
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En 2023, las principales potencias seguirán compitiendo a gran escala, pero hay indicios de que Estados Unidos busca reducir las tensiones con China y Rusia. En el marco de la reciente Cumbre de la APEC en San Francisco, el presidente Joe Biden y el presidente Xi Jinping mantuvieron su primer diálogo directo en un año desde que ambas partes se reunieron en Bali en noviembre de 2022. Si bien esta reunión de alto nivel no supuso un avance significativo en las relaciones entre Estados Unidos y China, ambas partes también alcanzaron un consenso en varios temas importantes, especialmente el restablecimiento de los canales de comunicación entre ambos ejércitos.
Con Rusia, a pesar de la difícil situación bélica en Ucrania, Estados Unidos decidió invitarla a la APEC como una forma de romper gradualmente el hielo en las relaciones. Otro punto destacable es que, en entrevistas recientes, el exjefe del Estado Mayor del Ejército estadounidense, Mark Milley, reiteró repetidamente sus comentarios previos de que Ucrania debería negociar con Rusia en un momento en que la situación en el campo de batalla sea favorable y que este conflicto solo puede resolverse mediante una solución diplomática .
Esfuerzos de gestión de relaciones
En general, las grandes potencias aún priorizan sus propios intereses y buscan controlar a sus oponentes, pero aún se realizan esfuerzos para gestionar las relaciones, evitando que los conflictos se conviertan en conflictos armados. En un futuro próximo, es posible esperar que las relaciones entre Estados Unidos y China mejoren significativamente (aunque no cualitativamente), especialmente si Biden gana las próximas elecciones.
Otros dos factores clave que influirán en la dirección y la probabilidad de mejora de las relaciones entre Estados Unidos y China serán la salud de la economía china y la determinación de Estados Unidos y sus aliados de Europa Occidental de reducir los riesgos. La relación entre Estados Unidos y Rusia seguirá siendo una gran incógnita, ya que factores personales como el Sr. Putin y los acontecimientos en el campo de batalla en Ucrania pueden interactuar de forma compleja y afectarla.
El lento avance de la contraofensiva del ejército ucraniano prácticamente garantiza que el conflicto ruso-ucraniano no terminará pronto. Según Metaculus, solo hay un 1 % de probabilidades de que ambas partes alcancen un alto el fuego o un tratado de paz para poner fin al conflicto actual antes de finales de 2023. Según la mayoría de los analistas de este sitio, el conflicto ruso-ucraniano no terminará hasta el tercer trimestre de 2025. Esta estimación está bien fundada, ya que algunos miembros de la OTAN, como Polonia y Eslovaquia, han decidido suspender el apoyo militar a Ucrania y una parte significativa de la comunidad política estadounidense también cuestiona el compromiso financiero y militar de Estados Unidos con Ucrania.
Como la economía rusa está recuperando lentamente la estabilidad tras la primera ola de sanciones y el apoyo occidental a Ucrania está disminuyendo, es poco probable que el conflicto termine pronto.
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Un gran shock para el mundo en general y para Oriente Medio en particular fue el ataque a gran escala de Hamás contra Israel el 7 de octubre.
Este incidente del "Rinoceronte Gris" ha interrumpido el proceso de normalización de las relaciones entre Israel y sus vecinos del mundo árabe, en particular Arabia Saudita. Además, podría desembocar en una guerra a gran escala con la intervención de Hezbolá, Irán y Estados Unidos. Si bien se trata de un conflicto complejo que probablemente se mantendrá latente durante mucho tiempo, la probabilidad de escalada es baja.
En términos económicos, según el FMI, la economía mundial seguirá sufriendo los efectos prolongados de la pandemia de COVID-19 y las consecuencias del conflicto entre Rusia y Ucrania, lo que provocará una recuperación lenta y desigual. El organismo también prevé que el crecimiento económico mundial se desacelerará del 3,5 % en 2022 al 3 % en 2023 y a tan solo el 2,9 % en 2024 (una tasa significativamente inferior al crecimiento promedio del 3,8 % del período 2000-2019). Esta disminución es más pronunciada en las economías desarrolladas, especialmente en la eurozona. Los mercados emergentes y las economías en desarrollo también se enfrentan a una desaceleración del crecimiento, en gran parte debido a la crisis inmobiliaria en China.
Se prevé que la inflación, la principal preocupación, disminuya de forma sostenida pero se mantenga por encima del objetivo, y se espera que la inflación mundial caiga al 5,8% en 2024. El contexto mundial se complica aún más por las crecientes tensiones geopolíticas y el proteccionismo, que impactan el comercio y contribuyen a la volatilidad de los precios, en particular de las materias primas.
Esta situación se ve agravada por los desafíos económicos que enfrenta China y el riesgo de una crisis más profunda con implicaciones globales. Además, los elevados costos de la deuda y su servicio, especialmente en los países de bajos ingresos, también plantean riesgos significativos. Si bien el escenario de "aterrizaje forzoso" puede haberse aliviado, aún existen numerosos riesgos geopolíticos que complican la recuperación económica en general y la transición hacia una economía verde en particular.
Finalmente, una de las palabras clave más importantes de 2023 es "tecnología", con un gran avance en el campo de la inteligencia artificial tras el lanzamiento de ChatGPT por parte de la empresa OpenAI. Este software se ha convertido rápidamente en el centro de numerosos debates, alertando sobre los posibles riesgos que la IA puede representar para toda la humanidad, tanto en el futuro cercano como en el lejano.
La tecnología en general, y la IA en particular, no solo pueden cambiar significativamente el equilibrio de poder entre las naciones y la forma en que los países libran guerras, sino que también pueden trastocar por completo el orden internacional o, en el escenario más extremo, crear una especie capaz de dominar a los humanos. Por ello, el Reino Unido celebró recientemente la primera Cumbre de IA con la participación de delegados de 28 países.
El evento demuestra que los países comprenden tanto las oportunidades como los desafíos que plantea la IA, y que será necesario un esfuerzo multilateral y cooperativo para guiar la trayectoria de la tecnología y al mismo tiempo gestionar sus riesgos más negativos.
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