| Ilustración: Fuente de Internet |
Me encanta julio porque es un mes de transición. El verano empieza a retirarse, dando paso a los primeros indicios del otoño. Las hojas de las ramas aún no son amarillas, pero algunas ya han caído cuando sopla el viento con más fuerza. El clima aún no es frío, pero las noches ya no son tan calurosas como antes. Esa sensación me invita a bajar el ritmo, respirar más profundamente, escuchar más y sentir con mayor claridad cada instante que vivo.
Julio es también el mes en que suelo sentarme a reflexionar sobre el tiempo. El calendario ya va por la mitad, y los números en mi escritorio solo muestran julio y los meses siguientes. De repente me pregunto: ¿Qué he hecho? Las promesas que hice a principios de año, los planes que anoté en mi cuaderno… ¿se han cumplido? ¿Queda alguno pendiente? Julio es como una campana suave, no para reprocharme, sino para recordarme: el tiempo vuela, y si no vivo el presente al máximo, el mañana seguirá corriendo.
Julio es probablemente el mes de la espera y la emoción para los estudiantes. Los de último año aguardan con ilusión los resultados de sus exámenes de graduación, las cartas de admisión universitaria y luego se debaten entre tomar sus primeras decisiones. Recuerdo aquellos tiempos; también en un julio como aquel, temblaba al abrir mi carta de admisión. Lloré y corrí a enseñársela a todos en casa. Fue uno de los julios más bonitos de mi vida, el mes que marcó el comienzo de una nueva etapa, el inicio de mi crecimiento personal.
Pero julio no es solo sol y lluvia, ni recuerdos de la escuela. Julio también es un mes que nos recuerda la gratitud. El 27 de julio, Día de los Inválidos de Guerra y los Mártires, siempre me emociona. Las historias de veteranos, de madres con canas esperando a sus hijos, de heridas que no sanan, me parten el corazón. Aunque la guerra esté lejos, ese sacrificio nunca se desvanece. Julio me recuerda que vivo rodeado de tesoros que muchos preservaron sacrificando su juventud.
Este año, julio trajo consigo grandes cambios con la entrada en vigor oficial de los proyectos de fusión provincial y municipal. Muchos funcionarios y empleados públicos tuvieron que reorganizar su trabajo, dejando atrás el lugar al que habían estado vinculados durante años para incorporarse a un nuevo entorno. Muchas familias hicieron las maletas y se mudaron, comenzando una nueva vida en una tierra desconocida, pero también llena de esperanza. Recuerdo haber conocido a una colega en la fiesta de despedida de su antigua agencia; tenía los ojos llenos de lágrimas, pero aun así sonreía radiante: «No importa adónde vayas, siempre y cuando puedas hacer un trabajo significativo».
Julio, por lo tanto, no es solo un mes de recuerdos y nostalgia, sino también un hito que abre un nuevo camino. Algunos se entusiasman con el viaje que les espera, otros dudan, y otros se toman su tiempo para reflexionar y vislumbrar con mayor claridad la dirección que realmente desean tomar. En medio de estos cambios, abundan las emociones encontradas: nostalgia, arrepentimiento, esperanza y fe. Julio es como una encrucijada, donde uno mira hacia atrás y reúne todo su valor para seguir adelante.
Nos guste o no, julio llega como por arte de magia. Trae consigo un poco de lluvia, un poco de sol, un poco de nostalgia, un poco de cambio. Pero es esa mezcla la que crea un julio lleno de emociones, no demasiado bullicioso, pero lo suficientemente profundo como para conmovernos profundamente.
Para mí, julio es una pausa apacible en el ajetreo del año. Es el momento en que me permito descansar un poco, bajar el ritmo y sentir con mayor claridad quién soy y las cosas sencillas que me rodean. Y cuando julio termina, tengo más motivación para seguir adelante, para terminar lo que quedó pendiente y para creer que los días venideros estarán llenos de esperanza. Por eso, julio siempre es hermoso, a su manera.
Ha Linh
Fuente: https://baodongnai.com.vn/van-hoa/202507/thang-bay-noi-cam-xuc-dong-day-86e174d/






Kommentar (0)