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Mayo y las cosas que quedaron atrás

Llega mayo, cuando los primeros vientos del verano se cuelan suavemente por las ventanas de las aulas, cuando la flor de Pascua comienza a teñir de rojo los rincones familiares del patio de la escuela, y también llega el momento del fin del curso escolar. Se acerca la temporada de exámenes, y para muchos, también es la época de las despedidas. Hay finales que no son ruidosos ni emotivos, pero que aun así hacen vibrar el corazón con ecos persistentes. Mayo es un recuerdo que se graba en el corazón de cada persona que ha pasado por la escuela.

Báo Lâm ĐồngBáo Lâm Đồng21/05/2025

En las laderas sin viento, las escuelas se esconden entre el verdor de los árboles. Mayo no es muy luminoso, pero tampoco frío. En las mañanas de niebla, los estudiantes aún se llaman para ir en bicicleta a clase, con los abrigos sueltos sobre los hombros, riendo a carcajadas, pero con el corazón en un puño por las cosas que están a punto de despedir.

En los últimos días del curso escolar, el sonido del tambor de la escuela se vuelve repentinamente distante. Cada clase parece más corta, cada mirada y cada conversación entre amigos se llena de emoción. De repente, la gente se da cuenta de que hay demasiadas cosas que no han tenido tiempo de decir, demasiados recuerdos que no han tenido tiempo de guardar. Las mesas de madera que una vez tuvieron el nombre de alguien grabado, las ventanas de las aulas que una vez recibieron la luz del sol de la mañana y las miradas furtivas de la adolescencia, ahora se convierten en lugares de recuerdo.

Hubo algunas últimas tardes en las que nos sentábamos en el familiar banco de piedra, pasando el descolorido anuario. La pulcra letra: «Amigo mío, aunque mañana nos separemos, recuerda que nos teníamos el uno al otro» sonaba simple, pero se sentía tan pesado como un tiempo. Un amigo sonrió y dijo: «Si no escribes más, me enojaré», y luego se secó las lágrimas para sí. Otro guardó silencio, simplemente abrazando a su amigo un buen rato. No hacía falta decir muchas palabras, todos lo comprendían: este era un momento que, cada vez que lo recordáramos en el futuro, nos daría un vuelco el corazón.

El final del curso escolar fue como una película a cámara lenta. Los uniformes blancos, los ramos de flores entregados a los profesores con ojos agradecidos. En el momento de tomar la última foto grupal, algunos estallaron en risas por la extraña inclinación de cabeza de alguien, otros estaban al borde de las lágrimas. Porque a partir de mañana, ya no estaremos en la misma clase, ya no tendremos recreo juntos, ya no tendremos a nadie con quien sentarnos y susurrar historias interminables.

Hubo momentos en que deseábamos que el tiempo pasara rápido para escapar de los exámenes, los exámenes orales inesperados, las soñolientas sesiones de limpieza. Pero luego, cuando el tiempo pasa de verdad, queremos aferrarnos a todo, aunque sea solo una vez más.

Los recuerdos escolares son tan hermosos que a veces nos preguntamos: ¿Será por nuestra juventud, por nuestra inocencia, que todo se vuelve memorable? ¿Será por el primer amor, por las amistades sinceras, o simplemente porque es la última vez que vivimos una vida plena, sin preocupaciones ni cálculos?

Tras las temporadas de despedidas, cada persona elige un camino. Algunos continúan sus estudios lejos, otros empiezan a trabajar, otros deciden quedarse en su ciudad natal. Las promesas de aquellos días —"Seguro que nos volveremos a ver en el futuro"— se vuelven cada vez más difusas. Los mensajes de texto son escasos, las llamadas telefónicas menos frecuentes. Pero en cuanto llega mayo, los viejos recuerdos parecen inundar con cada pétalo de la flor del fénix, con cada repentina primera lluvia de la temporada.

Hay días en que deambulo por el viejo camino, viendo por casualidad los uniformes blancos de los estudiantes pasar bajo la sombra de los árboles, y se me encoge el corazón. Es como si hubiera perdido algo y no pudiera encontrarlo jamás. La gente crece, aprende a afrontar el presente, aprende a dejar ir. Pero nadie puede olvidar los meses de mayo de una época pura. Nadie puede olvidar los últimos días del curso escolar, cuando vivieron plenamente, amaron y lamentaron.

Mayo siempre es así. Tranquilo pero lleno de turbulencia. Apacible pero incierto. Ya sea en la ciudad o en la montaña, en la escuela de un pequeño pueblo o en una gran ciudad, la tristeza de separarse de los estudiantes sigue siendo una emoción común.

Si estás viviendo los últimos días del año escolar, vive con calma. Abraza a tus amigos durante mucho tiempo. Sé valiente al decir gracias, perdón y adiós. Escríbanse largas líneas en el anuario, aunque sepas que quizá nunca las vuelvas a leer. Porque un día, cuando hayas pasado por muchas tormentas en la vida, verás que esas pequeñas cosas son las más sagradas y duraderas.

Mayo es la época del fin, pero también la época del comienzo. El fin de un viaje para emprender uno nuevo. El fin para madurar. Pero lo que fue no se perderá, simplemente permanecerá en el corazón, para que cada vez que el viento de mayo regrese, nuestros corazones lo extrañen con dulzura.

Fuente: https://baolamdong.vn/van-hoa-nghe-thuat/202505/thang-nam-va-nhung-dieu-con-gui-lai-21a0468/


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