En las aulas familiares, el ambiente solemne, las voces profundas de los profesores resonaban, mezcladas con una multitud de emociones en los ojos de los estudiantes: ansiedad, emoción, determinación y esperanza. El examen de graduación de bachillerato de 2025 ha comenzado oficialmente, abriendo un nuevo camino lleno de desafíos y significado.
Junio llega con mucha ilusión. Escuchando el verano inquieto llamando a la puerta, recuerda, querida, cuántos recuerdos. Las fotos del anuario, los autógrafos entrecortados, los abrazos apresurados en el pasillo... todo quedará guardado en un rincón del corazón, para que luego, al recordarlo, sonriamos y nos digamos: «Ese junio, pasamos juntos la temporada de exámenes».
Para los estudiantes de último año, junio siempre es la época más preciada. Son los días de trabajar diligentemente en los libros pequeños, el sonido de las páginas resonando en la quietud de la noche, el chasquido del teclado al buscar documentos, las gotas de sudor cayendo sobre el papel, manchando la tinta. También son los ojos tensos siguiendo cada palabra, intentando memorizar un poco más antes del importante examen de graduación.
Junio es la época de la fe. Fe en que todo esfuerzo será recompensado, en que cada esfuerzo de hoy es la base de un futuro brillante. Y fe en que, sea cual sea el resultado final, estos días siempre serán los recuerdos más hermosos de la vida de todos.
Tras la puerta de la escuela hoy se escuchan las voces de muchos sueños juveniles. El pobre estudiante quedó huérfano a temprana edad, dependiendo de su abuela, que tenía más de setenta años, pensando que su camino hacia la escuela había terminado. Sin embargo, con el deseo de usar las letras como luz de vida y gracias a la generosidad de muchas personas, pudo seguir asistiendo a la escuela.
La pequeña estudiante, que padece una grave enfermedad, sigue decidida a entrar a la universidad para seguir su carrera favorita... Esos sueños se han alimentado durante muchos años y ahora se están haciendo realidad poco a poco. El examen de bachillerato no es simplemente una prueba de conocimientos, sino una puerta que abre el futuro, una plataforma de lanzamiento para muchas aspiraciones de alcanzar grandes alturas.
Las expectativas no solo provienen de los propios estudiantes, sino también de sus familias, profesores y la comunidad. Los padres esperan que sus hijos tengan éxito y un futuro brillante. Los profesores esperan que las semillas que siembran den fruto. Estas expectativas a veces generan presión, pero sobre todo, son una fuerte motivación que impulsa a los estudiantes a esforzarse constantemente. Porque, tras meses de estudio intenso, el resultado no es solo un título, sino también orgullo, confianza en uno mismo y la confirmación de un esfuerzo incansable.
En cuanto a mí, junio siempre me trae hermosos recuerdos de la temporada de exámenes de admisión a la universidad de ese año. Mi padre me llevaba en su vieja moto Cup. Durante el largo viaje, siempre se giraba para recordarme con voz firme pero cariñosa: «Tú solo concéntrate en presentarte al examen. En cuanto al viaje, la comida y el alojamiento en Saigón... yo me encargo».
Saigón, con sus intersecciones de cinco y siete vías, cada tramo de carretera tiene semáforos, lo que provocaba que la moto Cup se calara muchas veces en medio de la carretera. El sudor le empapaba la camisa; la preocupación era evidente en el rostro de mi padre, no porque estuviera atrapado entre la multitud, sino porque temía que llegara tarde a un examen importante. En ese momento, comprendí más que nunca: detrás de mi viaje en busca del conocimiento estaban las mañanas tempranas cuando mi padre vadeaba los campos bajo la fría niebla, las tardes abrasadoras cuando mi padre aún se agachaba en el campo, la moto averiada en medio de una ciudad desconocida y, sobre todo, la silenciosa confianza que mi padre tenía en mí.
Ahora, cada vez que subo al podio, mirando a los ojos de mis alumnos —algunos radiantes de inocencia, otros agobiados por la preocupación—, me parece verme a mí mismo en aquel entonces, con el sueño de volar lejos y un padre de pie en silencio detrás. Sé que, en algún lugar detrás de ellos, también hay padres y madres que trabajan día y noche, sacrificando cada comida, cada sueño, solo para darles alas a sus hijos. Igual que mi padre.
Junio, la época de exámenes, es un hito importante en la trayectoria de todo estudiante. Atesora innumerables recuerdos de una juventud llena de ambición y sueños apasionados. Al mirar atrás, sonreímos porque todo lo vivido en junio nos ha convertido en quienes somos hoy: más firmes, más maduros y preparados para afrontar los nuevos retos del futuro.
Mai Thao
Fuente: https://baotayninh.vn/thang-sau-mua-thi-a191848.html
Kommentar (0)