Más grave aún, en algunos lugares tuvieron que movilizar a cientos de oficiales y soldados para proteger las represas de irrigación que estaban amenazadas de colapsar.
Las cuantiosas pérdidas se deben principalmente a la subjetividad, derivada de la experiencia, que solía ser la fuerza de los habitantes de la región central para responder a los desastres naturales, pero que ahora se ha convertido en una rutina que dificulta la adaptación. En la experiencia popular, el quinto mes lunar es la "temporada de calma": la tormenta aún no ha llegado, el sol acaba de salir y la temporada de cosecha ha pasado. Desde los agricultores hasta las autoridades locales, todos creen que no es un momento preocupante, así que cuando llega la tormenta, se sorprenden o la toman a la ligera. Mucha gente sigue ocupada trabajando en los campos durante la tormenta, sin cubrir sus graneros ni llevar botes a los refugios. En algunos lugares, el plan de prevención de desastres naturales acaba de emitirse cuando ya han caído fuertes lluvias.
Es innegable que existe cierta pasividad y confusión en la dirección y gestión de algunas localidades, desde las advertencias hasta la implementación de medidas para proteger diques, evacuar personas y proteger la producción. Si bien esta situación no es común, es suficiente para dejar secuelas. Y si no la analizamos con franqueza y no nos adaptamos a tiempo, las próximas tormentas, ya sean pequeñas o grandes, pueden causar grandes pérdidas.
Tras una tormenta temprana como la reciente tormenta número 1, debemos ver el panorama general: vivimos en una época de clima inusual. A diferencia de antes, el clima actual se presenta incierto: calor hasta finales de año, frío en pleno verano... y ahora la tormenta llega justo cuando nadie tiene tiempo para pensar en ella.
Ya no existe una "temporada segura". Las normas que antes se consideraban "estándar", como los tifones en julio, las lluvias torrenciales en agosto y las inundaciones en octubre, ahora son solo referencias del pasado. Si la prevención de desastres aún se basa en el calendario antiguo, si las instrucciones de respuesta aún dependen de las emociones y los hábitos administrativos, seguramente perderemos incluso en situaciones que parecen más controlables.
Por lo tanto, adaptarse al cambio climático no solo implica adaptarse al clima, sino también cambiar la mentalidad, las acciones y los sistemas. La agricultura también necesita adoptar un modelo inteligente, adaptándose al clima, utilizando cultivos de corto plazo, resistentes a la sequía, a la salinidad y a las inundaciones, cultivando según las previsiones meteorológicas y reduciendo la dependencia de los calendarios agrícolas tradicionales.
Otro tema fundamental es que la adaptación climática debe ser una reforma de la concienciación de toda la sociedad. No solo las personas, sino también los directivos y líderes de todos los niveles deben cambiar su mentalidad, pasando de la pasividad a la proactividad. Es necesario establecer una cultura de convivencia con los desastres naturales, no con resignación, sino con valentía, conocimiento y una preparación minuciosa.
La tormenta número 1 no solo es una advertencia, sino que también expone claramente las deficiencias en el pensamiento y las medidas de respuesta actuales. Si cada ciudadano sigue considerando las tormentas como algo divino, como una cuestión de suerte, si cada gobierno sigue esperando un "telegrama urgente" para empezar a dar instrucciones, tendremos que pagar el precio. Pero si sabemos prepararnos adecuadamente y adaptarnos proactivamente, cada temporada puede ser una temporada segura.
Fuente: https://nhandan.vn/thay-doi-nhan-thuc-thich-ung-bien-doi-khi-hau-post887142.html
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