| El Dr. Nguyen Si Dung cree que la reorganización del país ayudará a la nación a avanzar hacia el futuro. |
En un discurso contundente y simbólico, el Secretario General To Lam afirmó: «Debemos reorganizar el país para que sea eficiente y eficaz». Esto no es una simple directiva de reforma administrativa, sino una declaración de reforma de trascendencia histórica. Porque «el país» aquí no es solo un mapa geográfico, sino también un sistema de organización del poder desde el nivel central hasta el local. Si no se reorganiza para ser eficiente, transparente y eficaz, al país le resultará difícil consolidarse en la era de la competencia global.
Reforma integral y radical
En primer lugar, es necesario racionalizar la estructura central: pocos organismos, mayor eficiencia. Un sistema de gestión nacional moderno no puede coexistir con demasiados organismos con funciones superpuestas, lo que no solo supone un desperdicio de recursos, sino que también reduce la eficiencia operativa. Por lo tanto, la fusión de ministerios con funciones similares, como Finanzas y Planificación e Inversiones, Transporte y Construcción, Recursos Naturales y Medio Ambiente, y Agricultura , no solo es razonable, sino también obligatoria.
A nivel central, la racionalización de la estructura no se limita a reducir el número de ministerios, sino que también implica rediseñar las funciones ejecutivas y estratégicas. Es necesario distinguir claramente entre el organismo encargado de la formulación de políticas estratégicas a largo plazo y el organismo encargado de la ejecución administrativa diaria. Esto dará lugar a una estructura bien definida de dos niveles: el órgano de pensamiento y el brazo ejecutor, sin que sus funciones se mezclen ni se superpongan.
Segundo, reforma local: Gran escala, pequeña estructura. Por primera vez en casi un siglo, Vietnam ha planteado con valentía la cuestión de la fusión de provincias, la abolición del nivel distrital y la construcción de un modelo de gobierno de dos niveles. Durante mucho tiempo, el modelo administrativo de tres niveles (provincia, distrito y comuna) ha sido engorroso, estancado y propenso a la burocracia. La transición a un modelo de gobierno de dos niveles (provincia y comuna/barrio) busca reducir los niveles intermedios y acortar la distancia entre el Estado y la ciudadanía.
El gobierno distrital, que originalmente era solo un puente administrativo, se está convirtiendo en un cuello de botella. Eliminar este nivel intermedio no solo ahorra miles de puestos de trabajo, sino que también representa un gran avance en la organización del aparato estatal hacia una visión moderna.
Las grandes filosofías de "reorganizar el país"
En primer lugar, cuanto más cerca esté el gobierno del pueblo, más eficaz será. En el centro de cualquier modelo de organización del poder debe estar el pueblo, sujeto supremo del poder público. La filosofía de que «estar cerca del pueblo es eficaz» se origina en una verdad fundamental de la administración pública moderna: todo poder público debe servir directamente al interés público, no solo a preservar la estructura de poder.
El modelo de gobierno local de dos niveles —provincia y comuna/barrio— ayuda a acortar la distancia entre el centro operativo y los beneficiarios de las políticas. Al otorgar mayor poder a la comuna, contar con un presupuesto más claro y estar mejor organizada, podrá gestionar el trabajo más cerca de la ciudadanía, de acuerdo con su realidad cotidiana. Trámites como la expedición de documentos, la tramitación de quejas, el registro de empresas, los permisos de construcción, etc., ya no tendrán que pasar por la intermediación del distrito, lo que reducirá el tiempo, los costos y los conflictos administrativos.
Además, cuando el poder está más cerca del pueblo, la presión de la supervisión social es mayor. Los funcionarios comunales no pueden cometer errores fácilmente, porque la gente está presente, ve y sabe con claridad. Este es el método para prevenir la corrupción y la negatividad desde la raíz mediante la transparencia, la rendición de cuentas y la presión pública.
En segundo lugar, es necesario reducir la jerarquía y aumentar la eficacia y la rapidez en la gestión del poder. Uno de los problemas crónicos del sistema administrativo es la jerarquía intermedia, donde el poder se dispersa, se superpone y a menudo conduce al estancamiento. El nivel distrital ha funcionado durante muchos años como una mera «estación de tránsito», sin la suficiente capacidad de decisión ni la cercanía necesaria a la ciudadanía para brindar un servicio directo, pero sirviendo como punto de origen de trámites, retrasos, solicitudes y concesiones.
Al reducir esta jerarquía, el poder se rediseña de forma más lineal, transparente y directa. Las decisiones ya no requieren múltiples instancias de aprobación; las responsabilidades ya no se transfieren constantemente; y los procesos políticos se vuelven más cortos, rápidos y precisos. Esto no solo aumenta la eficacia del sistema, sino que también clarifica la responsabilidad individual, un requisito indispensable para el control del poder.
En lugar de la sensación de "aún no disponible" o "autoridad poco clara", las personas y las empresas tendrán acceso rápido a las políticas, una respuesta gubernamental oportuna y, sobre todo, se reforzará la confianza pública gracias a la claridad, la transparencia y la coherencia en la actuación de las autoridades públicas.
En tercer lugar, rediseñe las funciones, liberando al aparato de la fragmentación del pensamiento. Un error común en las reformas es confundir «fusión» con «reforma sustantiva». Fusionar componentes mecánicos sin rediseñar las funciones y los procesos internos dará lugar a un sistema caótico, donde las funciones se superponen, las responsabilidades se dispersan y la productividad disminuye.
Por lo tanto, reorganizar el país no se trata solo de reducir la estructura organizativa, sino también de rediseñar el aparato según el principio de función-resultado. Cada organismo debe tener sus propias tareas, productos definidos y no interferir entre sí. Solo así cada departamento podrá funcionar como un verdadero eslabón de la maquinaria general, en lugar de trabajar a la espera de respuestas y gestionar eludiendo responsabilidades.
Se trata de un cambio importante del modelo administrativo tradicional a un modelo de gobernanza moderno, donde el poder se delega junto con responsabilidades claras, y donde las organizaciones operan en función de las tareas en lugar del antiguo “mapa de poder”.
En cuarto lugar, el poder nacional debe emanar de una estructura ágil, sólida e inteligente. En el mundo moderno, una nación poderosa no puede existir dentro de una estructura burocrática y conservadora. A medida que la tecnología y la globalización acortan distancias, una decisión tardía puede ocasionar que un país pierda oportunidades.
Vietnam no puede acceder a la era del poder en 2045 con un marco administrativo diseñado en el siglo pasado. Debe reestablecerse, modernizarse y optimizarse. No solo reduciendo el número de empleados, sino reconstruyendo todo el sistema operativo nacional, donde la tecnología, los datos, las personas y los procesos estén conectados de manera efectiva.
Además, la «reorganización del país» constituye un punto de partida para la gobernanza digital, el gobierno digital y la sociedad digital. Un sistema inteligente, interconectado y adaptable será la base para que Vietnam no solo se mantenga al día, sino que también lidere en áreas emergentes como la inteligencia artificial, la industria 4.0, la economía verde y la innovación.
| El modelo de gobierno local de dos niveles —provincia y comuna— ayuda a acortar la distancia entre el centro operativo y los beneficiarios de las políticas. (Fuente: VGP) |
El reto no es pequeño, pero es inevitable.
Ninguna reforma importante es fácil, y la «reorganización del país» a escala sistémica, sin duda, se enfrentará a innumerables obstáculos. En primer lugar, está la mentalidad local: cada provincia, cada distrito, cada comuna está asociada a una historia, una identidad, y no es fácil renunciar al nombre ni al poder local. En muchos lugares, las fronteras administrativas se perciben no solo como límites de gestión, sino también como símbolos de honor, de «soberanía local». Por lo tanto, la fusión de provincias y comunas no es simplemente una cuestión técnica, sino que toca fibras sensibles en la comunidad, siempre delicadas y difíciles de resolver sin un diálogo razonable.
A esto se suma la preocupación por los intereses personales y los puestos del personal, un obstáculo común en toda racionalización de la estructura organizativa. Al fusionar organizaciones, reducir niveles administrativos o consolidar centros de coordinación, es inevitable que se produzcan traslados y reorganizaciones de personal, e incluso que se supriman algunos puestos. Si bien el objetivo es mejorar la eficiencia administrativa, en la práctica, las repercusiones directas en los derechos humanos constituyen siempre el mayor obstáculo para el consenso interno.
Pero esto no es todo: una barrera estructural es la falta de uniformidad en el sistema legal actual. Muchas leyes relacionadas con la organización del aparato estatal, la organización del gobierno local, el presupuesto, la descentralización, la delegación de poder, etc., aún se rigen por el modelo tradicional de tres niveles. Si el sistema no se modifica, complementa y unifica con prontitud, la reforma puede fácilmente degenerar en una situación donde «los superiores mandan, los subordinados no escuchan» o «los superiores abren el camino, pero los subordinados no tienen cómo avanzar». En ese caso, las principales políticas pueden verse fácilmente socavadas por deficiencias en la ley y su aplicación.
Pero las dificultades no son motivo para postergar la acción, sino para actuar con mayor decisión. Por muy grandes que sean estos obstáculos, no pueden justificar el mantenimiento de un aparato engorroso, redundante e ineficaz. Al contrario, estas dificultades evidencian la importancia y la urgencia de la reforma.
Reorganizar el país para que llegue hasta el océano.
«Reorganizar el país» no se trata solo de reorganizar el mapa administrativo. Es un acto que demuestra la inteligencia, la valentía y la ambición de guiar al país hacia una nueva era, donde cada unidad territorial no es solo una frontera, sino también un diseño óptimo para el desarrollo. Por lo tanto, aunque desafiante, esta es una tarea inevitable que debe realizarse a toda costa.
La historia de Vietnam ha sido testigo de numerosas reformas administrativas, pero la mayoría fueron de carácter técnico o poco convincentes. En esta ocasión, la «reorganización del país» constituye una revolución institucional integral que abarca desde el rediseño del modelo organizativo, las funciones y las competencias, hasta la reconstrucción de la infraestructura de datos, la asignación de recursos y la reestructuración de las relaciones entre los distintos niveles de gobierno.
Se requiere: un pensamiento reformista progresista que rompa con las viejas rutinas administrativas; valentía política para afrontar las reacciones locales conservadoras; capacidad organizativa para la implementación, desde la institucionalización legal hasta la implementación concreta; confianza del pueblo, porque solo cuando el pueblo esté unido, la reforma tendrá éxito.
Vietnam se encuentra en un momento crucial de su historia. Si aspira a convertirse en una nación desarrollada, no puede permitirse una estructura burocrática obsoleta y estancada. Debe modernizarse, ser eficaz y transformar el país. No solo para embellecerlo, sino para que dicha estructura se convierta en una verdadera herramienta de desarrollo al servicio del pueblo, guiando a la nación hacia el futuro.
"Reorganizar el país" es una limpieza institucional, pero, más profundamente, es una renovación del pensamiento de liderazgo, la reconstrucción de la confianza pública y el inicio de una era de construcción poderosa.
Fuente: https://baoquocte.vn/ts-nguyen-si-dung-sap-xep-lai-giang-son-de-vuon-minh-ra-bien-lon-321964.html






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