Las comidas se mezclaban con yuca y batata, a veces solo una olla de gachas ligeras con un poco de salsa de pescado, pero toda la familia seguía reunida. En aquellos tiempos difíciles, el amor de mi madre por nosotros siempre fue el fuego más cálido, así que cada vez que lo recuerdo, todavía se me llenan los ojos de lágrimas...
En aquellos tiempos, era raro encontrar un trozo de carne, pescado o algo delicioso. Siempre que había un plato "de lujo" en casa, los niños saltábamos de alegría. Todavía recuerdo con claridad una vez que mi padre regresó de un largo viaje de negocios con pescado seco. Mi madre preparó la comida, guisando el pescado con la grasa restante en una tinaja alta de barro, y el aroma se extendió por toda la pobre cocina. Los niños nos quedamos esperando con los ojos bien abiertos. Cuando recogieron la bandeja, repartieron el pescado en el plato de cada niño. En el plato de mi madre, solo había arroz y verduras hervidas.
Foto de la ilustración: vinhlong.edu.vn |
En ese momento, me preguntaba por qué mi madre no comía pescado. Ella simplemente sonrió, me dio una palmadita en la cabeza y dijo: "A mamá no le gusta comer, coman ustedes". De pequeña, creía que a mi madre no le gustaba. Pero al crecer y comprender mejor, me di cuenta de que las palabras de mi madre eran un cielo lleno de sacrificio. En esos días difíciles, mi madre siempre nos daba lo mejor y más delicioso.
Mamá se alegraba de la mirada inocente y las sonrisas de sus hijos para olvidar sus propias privaciones. Una vez, después de una mañana de compras, compró unos panqueques fritos. Al llegar a casa, nos reunió y los repartió con cuidado. Noté que sus manos aún estaban cubiertas de harina frita, pero su boca seguía sonriendo, animando a sus hijos a comer mientras aún estuviera caliente. Le pregunté por qué no comía, y me respondió: "Evito comer mucho aceite, me saciará, coman". Entonces, con indiferencia, tomé el panqueque y lo comí delicioso.
Esos recuerdos se acumularon con los años, creando una nostalgia inagotable. Quizás en toda su vida, a mamá nunca le ha disgustado comer, como decía. Simplemente le gusta ver crecer a sus hijos, oír sus risas frescas después de comer, disfrutar de la sensación de que toda la familia esté llena en los días de hambruna. Mamá siempre guarda esa simple felicidad en su corazón y la llama "disgusto".
Ahora, la vida es mejor que antes; las comidas familiares siempre están llenas de carne y pescado. Cada vez que me siento a comer con mi madre, suelo ofrecerle los mejores platos. Ella simplemente sonríe con dulzura y dice: "Ya estoy vieja, no puedo comer mucho; ustedes, hijos, coman". Al oír eso, siento lástima y compasión. Entiendo que, con los años, mi madre se ha acostumbrado a sacrificarse, a ceder, a anteponer la felicidad de sus hijos a la suya.
Hoy en día, la economía está mejor, pero mi madre ya no puede comer tanto como antes. El recuerdo de aquellos años de pobreza y la imagen de mi madre siempre dando su ración de comida a sus hijos serán para siempre la lección más profunda de mi vida. Me recuerda que debo vivir con bondad, apreciar lo que tengo y, sobre todo, amar y respetar más a mis padres. Porque detrás de esas palabras tan sencillas como «no me gusta comer» se esconde un amor inmenso, silencioso y duradero que no tiene comparación.
Cada vez que lo recuerdo, mi corazón se llena de infinita gratitud. Mi madre nos crio, no solo con comida y ropa, sino también con un amor silencioso, sencillo pero profundo. Y quizás por el resto de mi vida, llevaré su dulce voz como una dulce canción de cuna, para amar, para recordar y para recordarme a mí misma que debo vivir digna del amor de mis padres.
ONGC LAM
Fuente: https://www.qdnd.vn/van-hoa/doi-song/tu-trong-ky-uc-mieng-ngon-me-danh-cho-con-848070
Kommentar (0)