Últimamente, este tipo de vídeos violentos han aparecido continuamente en las redes sociales y se han compartido a una velocidad vertiginosa. Muchos vídeos que registran escenas de peleas han recibido decenas de miles de compartidos y comentarios en tan solo unas horas. Lo más preocupante es que, a partir de estos actos violentos, han surgido muchas imitaciones que se siguen difundiendo con gran rapidez.
Este fenómeno demuestra que muchas personas consideran los vídeos violentos como entretenimiento, promoviendo involuntariamente malas prácticas, contribuyendo a la difusión de imágenes negativas y distorsionando la percepción de un segmento de la población, especialmente de los jóvenes.
Mientras tanto, en lugar de denunciar a las autoridades, muchas personas optan por publicar vídeos en redes sociales para generar presión pública e instar a las autoridades a actuar con rapidez ante los actos violentos. Es la difusión masiva de estos vídeos la que, involuntariamente, despierta curiosidad, provocando la «normalización» de la violencia. Hay adolescentes que, por curiosidad y afán de fama, imitan y recrean vídeos para conseguir interacción, lo que genera aún más consecuencias sociales.
De hecho, la policía y las autoridades locales cuentan con mecanismos para recibir y gestionar rápidamente los casos de violencia. El problema radica en que la ciudadanía debe cambiar sus hábitos: en lugar de publicar imágenes y vídeos de violencia en redes sociales, deberían entregarlos directamente a las autoridades como prueba. Por otro lado, las autoridades también deben garantizar una gestión exhaustiva, sin restricciones en ciertas zonas, divulgar los resultados de la investigación y la gestión, e informar puntualmente a la ciudadanía para generar confianza, evitando así la mentalidad de que «hay que publicar en internet para que se resuelva un caso».
Cada «me gusta» y cada vez que se comparte contenido ha contribuido a la propagación de la violencia. La curiosidad e incluso la indiferencia de la comunidad en línea han dado lugar a contenido tóxico, convirtiéndose en una tendencia preocupante. Para evitar que las redes sociales se vean inundadas por la violencia, se requiere una respuesta coordinada: los creadores de contenido deben asumir su responsabilidad, las plataformas digitales deben reforzar su gestión y la comunidad de usuarios debe estar alerta y ser proactivamente inmune a las tácticas dañinas.
El entretenimiento debe ir de la mano de la humanidad; es imposible justificar la difusión de vídeos violentos para “exigir justicia” para las víctimas. Porque detrás de cada publicación aparentemente inofensiva, podría haber un comportamiento peligroso que se fomenta en la vida real.
Una sociedad civilizada no puede tolerar el «entretenimiento violento». Sin duda, cuando cada ciudadano asuma su responsabilidad, elija el canal adecuado para denunciar y las autoridades gestionen la situación con transparencia y decisión, los vídeos violentos dejarán de existir, contribuyendo así a la creación de un entorno en línea seguro y saludable.
Fuente: https://www.sggp.org.vn/xin-dung-tho-o-post814565.html






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