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Luces fronterizas

La tarde en la comuna fronteriza de Binh Thanh (provincia de Tay Ninh) siempre llega rápido. El sol acaba de ponerse tras los lejanos arrozales, ya se vislumbra la niebla, y el viento del puesto fronterizo trae la tierra seca y el aroma del arroz nuevo. Pero estos últimos días, el pequeño camino paralelo a la carretera de patrulla ha estado más iluminado de lo habitual...

Báo Sài Gòn Giải phóngBáo Sài Gòn Giải phóng08/12/2025

Nos detuvimos un buen rato frente a la hilera de cuatro casas de la Sra. Le Thi Hong An (nacida en 1966). El color púrpura resalta contra el cielo crepuscular; sin ser ostentoso, invita a la gente a volver a mirarlo. La Sra. An dijo que eligió el púrpura no solo por su belleza, sino porque es el color de la lealtad, un recordatorio para que sus hijos se amen, se unan y se aferren a esta tierra. En medio de la ventosa frontera, una mujer cría a sus hijos en silencio, ahorra cada centavo para construir una vida, y el día que recibe su nueva casa, todavía llora como una niña..., todo lo cual demuestra su deseo más simple: una familia cálida, un lugar seguro al que regresar.

Unos cientos de metros más allá se encuentra la casa que está terminando el Sr. Huynh Phuc Bao. El suelo aún huele a cemento, las paredes aún no se han pintado, pero la bandera nacional y el televisor nuevo están colocados con pulcritud en la sala, esperando ser colgados solemnemente. Tras haber vivido en una casa temporal destartalada durante muchos años, cada temporada de lluvias es una época de ansiedad. Ahora, el Sr. Bao solo espera terminarla a tiempo para que su esposa e hijos tengan un lugar seguro donde resguardarse de la lluvia y el viento. Pero lo que más lo emociona es la sensación de paz. Comentó que esta zona fronteriza ahora es muy diferente: las carreteras están asfaltadas, la población es densa y cada noche se ven las siluetas de los soldados patrullando. "Hay soldados y milicianos, vivo cerca del puesto de control, nunca tengo miedo", dijo con una sonrisa amable.

Esa tarde, conocí al Sr. Pham Ngoc Sinh, comandante del Comando Militar de la Comuna de My Quy. Su rostro estaba bronceado como el de alguien que hace guardia todo el año, pero su voz era suave y cálida. Dijo que, para estar presente en la ceremonia de entrega, tuvo que asignar a sus hermanos para que estuvieran de guardia temprano, porque los soldados en la zona fronteriza no tienen un solo día "libre" en el sentido estricto de la palabra. Cada nueva casa es como un brazo extendido de la fuerza, ya que solo con una población estable puede haber apoyo para el ejército, la policía y los guardias fronterizos. Las luces de las casas a ambos lados de la carretera ayudan a quienes patrullan de noche a sentirse más seguros, porque "cada tejado es un puesto de guardia tranquilo".

Tres personajes, tres pequeñas historias, pero con una cosa en común: todos intentan permanecer en sus tierras, proteger la aldea y construir una vida pacífica justo al otro lado de la valla. Esta zona fronteriza solía estar escasamente poblada, carecía de electricidad y agua. Quienes se quedaron dependían principalmente de la ganadería y la agricultura, con ingresos inestables; a veces, cuando la cosecha era buena, el precio era bajo, y cuando el precio era bueno, la cosecha era mala. Pero hace apenas unos años, la apariencia de este lugar cambió drásticamente: se construyeron zonas residenciales junto a los puestos de la milicia y los puestos fronterizos; se ampliaron los caminos de patrulla; se invirtió en los sistemas de electricidad y agua de forma más sincronizada. Nuevas banderas colgadas frente al porche de cada casa eran como hitos de paz sin palabras.

El soldado de la historia de Sinh hace una analogía muy acertada: cuando la población es estable, la frontera no solo está protegida por vallas y puntos de referencia, sino también por el corazón de la gente. La patrulla tiene más ojos y oídos; el gobierno local tiene más gente dispuesta a informar y apoyar cuando hay indicios de anormalidad. Y lo más importante, la gente se siente apegada al lugar donde vive, no solo porque tiene un techo nuevo, sino también porque ve un futuro aquí.

Caminamos por pequeños caminos donde las banderas recién entregadas el día anterior ondeaban al viento. Cada bandera, cada casa, cada fogata humeante... era un remanso de paz que no todas las zonas fronterizas tenían. En medio de los 768 km de frontera de la Región Militar 7, esos "monumentos del corazón del pueblo" contribuían a mantener la frontera de la manera más suave y eficaz: a través de la luz de una vida cotidiana pacífica y feliz.

Fuente: https://www.sggp.org.vn/anh-den-bien-gioi-post827599.html


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