La bulliciosa plaza del Duomo
Fue un breve viaje de negocios para mí a la capital de Lombardía. No he visto el Teatro Scala, no he sentido nada poético en las calles abarrotadas cerca de donde trabajo. Terminada la reunión, el primer pensamiento que me vino a la cabeza al salir a la calle fue llamar un taxi al pequeño hotel que estaba en las afueras del centro de la ciudad. Pero no, no había ningún taxi parando en la acera y tuve que subirme a un tranvía, sin saber a dónde iba esa tarde.
Fue un viaje que cambió mi perspectiva y mis sentimientos sobre la ciudad. Milán apareció lentamente, balanceándose suavemente mientras el tren avanzaba por las vías. Las calles, las tiendas iluminadas, los cafés, las iglesias antiguas, las ramas desnudas de los árboles en la noche, los peatones con los cuellos de las camisas subidos iban pasando poco a poco. Paseando por las calles, de repente se abrió un vasto espacio y allí estaba la Catedral del Duomo. El símbolo de la ciudad ha estado conmigo durante muchos años a través de películas, fotografías y postales. Pero mi primera visión directa del Duomo en ese momento de repente me pareció tan familiar y hermosa, como si la catedral de Milán, una estructura enorme que tardó siglos en completarse, se hubiera convertido en un destino familiar en mi mente. Bajando a la plaza y viendo la iglesia desde lejos, luego acercándose, viéndola en la oscuridad salpicada de farolas, se puede ver lo cerca que está esta estructura.
Explorar la ciudad en tren es una de las actividades favoritas entre los turistas.
Al día siguiente, salió el sol y Milán se sentía muy diferente, más familiar y más mágica, mientras caminaba por las pequeñas calles de regreso al centro de la ciudad. El Duomo y su fachada de piedra blanca se vuelven aún más entrañables. La Scala, el templo de la música clásica italiana, está ocupada preparando una nueva ópera. La famosa calle de la moda, Via Montenapoleone, está repleta de compradores. La zona de Navigli, con su pequeño canal, está llena de vida y animada por los corredores. Los cafés se llenan de risas. Pequeño parque en la zona de Brera con pájaros cantando. Me senté a tomar un capuchino en la Galleria Umberto, una elegante y pintoresca galería comercial cubierta con vista al Duomo, apreciando cada minuto de la mañana. Para mí hoy Milán no significa sólo San Siro, la catedral del fútbol italiano, ni sólo el monasterio de Santa Maria delle Grazie, sede de la inmortal "Última Cena" de Leonardo da Vinci, que pasó parte de su vida en Milán a finales del siglo XV.
Las bulliciosas orillas del Canal Naviglio
Después de ese viaje, volví a Milán muchas más veces. Roma sigue siendo el lugar al que más apego he sentido en mi viaje por Italia, pero Milán se ha convertido en mi “casa”, cercana y encantadora en cada rincón. El bullicio, incluso los atascos de tráfico en la transitada circunvalación de acceso a la ciudad, no me molestaron.
Así pues, la primera impresión de una ciudad no siempre es la medida final de la misma. No te apresures a cerrar la puerta de tu corazón ni a rechazar oportunidades de regresar a un lugar determinado. Porque a veces, experiencias aparentemente pequeñas pueden cambiar nuestra perspectiva.
Fuente: https://heritagevietnamairlines.com/chua-yeu-tu-cai-nhin-dau-tien/
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