Durante los cortos años que vivió con su marido, el presidente Juan Perón, hizo muchas cosas significativas, como llevar comida y ropa a los pobres y legitimar los derechos de las mujeres.
La infancia de Eva fue larga y llena de humillaciones. Nació en 1919 en Los Toldos, un pueblo de la llanura argentina, hija ilegítima de un terrateniente y una cocinera. Por ello, albergó un resentimiento permanente hacia los ricos. A los 15 años, Eva viajó a Buenos Aires (capital de Argentina) para probar suerte en la industria cinematográfica.
Sin embargo, la gente solo veía a Eva como una mala actriz. A cambio, se dio a conocer a través de la radio, y gracias a ello, se produjo el fatídico encuentro.
Eva Perón en un mitin público (1951)
El 15 de enero de 1944, un terremoto devastó la ciudad de San Juan, dejando a muchos niños huérfanos. Eva y sus amigos de la Asociación de Radio Argentina organizaron de inmediato un festival de arte para recaudar fondos de ayuda. El gobierno argentino envió al coronel Perón, ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, a participar en esta obra benéfica. Solicitó conocer a los filántropos y el reencuentro dejó una profunda huella en el corazón de estos dos desconocidos. En el fondo, sabían que el destino los había unido…
El 26 de febrero de 1946, Juan Perón se casó con Eva y más de cuatro meses después asumió la presidencia de la República Argentina. Eva no ocupó ningún cargo oficial en el gobierno, pero cautivó al público, estimulando a su esposo, quien estaba ebrio de gloria.
1947 fue un año memorable en la vida política de Eva. Representó al presidente Juan Perón en una gira por Europa. Un mes después de regresar, desde el balcón de la rosada Casa Rosada (residencia presidencial argentina), Eva pronunció un discurso histórico anunciando la Ley 13010, que otorgaba a las mujeres el derecho al voto. Era el 23 de septiembre de 1947, un día memorable para las mujeres argentinas.
En 1949, se fundó la Fundación Eva Perón para ayudar a los pobres. Desde entonces, Eva empezó a recibir cartas de todo el país. Un niño del norte quería un balón de fútbol. Una anciana necesitaba un colchón y mucha gente necesitaba comida o ropa... ¡Qué modestos eran sus sueños! Al recordar los cientos de camisas, sombreros y zapatos que tenía en sus manos, Eva se sintió desconsolada...
Desde entonces, en un garaje del castillo del presidente de Argentina, la gente lo llenaba con objetos esenciales para la vida diaria: zapatos, calcetines, harina, azúcar, ropa, ollas y sartenes... Por la noche, Eva clasificaba y empaquetaba esos objetos y los distribuía personalmente entre los pobres, 10.000 paquetes aquí, 9.000 paquetes allá, y solo en la temporada navideña de 1947 se distribuyeron 5 millones de juguetes a los niños pobres.
Absorta en su trabajo, Eva se dio cuenta en 1951 de que la enfermedad estaba carcomiendo su frágil cuerpo. Pero continuó participando en obras de caridad. El 4 de junio de 1952, cuando Juan Perón inició su segundo mandato presidencial, ¡Eva pesaba poco más de 30 kg! El 26 de julio de ese año, falleció de cáncer de cuello uterino.
El cuerpo de Eva Perón en un ataúd de cristal fue visitado por mucha gente.
Juan Perón no quería que el cuerpo de su amada esposa se pudriera en la tierra. Unos días antes de que Eva exhalara su último aliento, el famoso embalsamador Pedro Ara, quien había supervisado el embalsamamiento de Lenin, fue invitado a Buenos Aires. La manicurista llegó al palacio presidencial la madrugada del 27 de julio para realizarle a la difunta primera dama un último retoque. Luego, el peluquero Pedro Alcaraz, quien siempre había sido fiel a Eva, también acudió para maquillarla por última vez.
Envuelta en un sudario blanco y una bandera blanquiazul, Eva yacía en un ataúd de cristal transparente. Entre sus dedos, la gente colocaba un rosario, regalo del Papa. Durante 13 días, el corazón de Argentina pareció detenerse. La gente acudía a visitarla, formando filas bajo innumerables paraguas, de 3 km de longitud. Cada persona tuvo que esperar 10 horas con hambre, sed y frío solo para ver a Eva por última vez. Algunos estaban agotados por el cansancio y la emoción. La Cruz Roja Argentina tuvo que enviar personal para distribuir café y pan a los pobres que acudieron a despedirla. Y esos desafortunados se acercaron al ataúd, posando sus labios sobre el frío cristal transparente como último adiós a la persona que tanto amaron...
(continuará)
(Extracto de La vida cotidiana de personajes famosos del mundo , publicado recientemente por la Editorial General de la Ciudad de Ho Chi Minh)
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