
Para facilitar la visualización, imagine la insulina como una llave y las células del cuerpo como puertas. Cuando todo funciona correctamente, la insulina (la llave) abre la puerta celular, permitiendo la entrada del azúcar (glucosa) de la sangre, lo que proporciona energía al cuerpo. Sin embargo, cuando se presenta resistencia a la insulina, esta puerta se atasca, es difícil de abrir o incluso no se abre.
Los resultados son: niveles altos de azúcar en la sangre cuando la glucosa no puede ingresar a las células, se acumula en la sangre y produce prediabetes y luego diabetes tipo 2; niveles altos de grasa en la sangre cuando el hígado reacciona al exceso de azúcar en la sangre convirtiéndola en grasa (triglicéridos), aumentando la grasa mala (LDL, triglicéridos) y reduciendo la grasa buena (HDL); presión arterial alta cuando los niveles altos de insulina estimulan la retención de agua y sal en los riñones, aumentando el volumen de sangre y causando presión arterial alta.
¿Por qué tenemos resistencia a la insulina? «La enfermedad entra por la boca»: este dicho tiene toda la razón.
Al consumir dulces y refrescos, los azúcares refinados, como la glucosa y la sacarosa presentes en pasteles, caramelos y té con leche, aumentan rápidamente la glucemia. Cada vez que se come, la insulina aumenta y las células se vuelven resistentes a la insulina.
Los almidones refinados, como el pan blanco, el arroz blanco y los fideos instantáneos, son fuentes de almidón que se convierte rápidamente en azúcar.
Las grasas saturadas y los aceites fritos, como los de la comida rápida y los alimentos fritos grasosos, no solo aumentan la grasa en la sangre sino que también causan inflamación, empeorando la resistencia a la insulina.
Por otro lado, la fibra de las verduras y las frutas enteras ralentiza la absorción del azúcar. Pero la mayoría preferimos el jugo de fruta, desperdiciando fibra valiosa.
En particular, el sedentarismo, como sentarse en un lugar y no hacer mucho ejercicio, hace que el cuerpo sea menos efectivo en el uso del azúcar, mientras que los músculos son los mayores consumidores de azúcar.
Errores comunes en las redes sociales que se promocionan como desintoxicantes y curativos contribuyen a la resistencia a la insulina. Por ejemplo, muchas personas creen erróneamente que beber jugo de fruta es "saludable", pero al eliminar la fibra natural, solo queda fructosa. El hígado tiene que metabolizar este azúcar y, si hay exceso, se almacena como grasa visceral.
O utilizar alimentos funcionales no verificados: tés para adelgazar, caramelos con fibra, medicamentos para quemar grasa... no sólo no tienen ningún efecto sino que además provocan trastornos digestivos y hormonales.
La dirección correcta es la nutrición y el estilo de vida.
En lugar de seguir métodos no probados, debemos centrarnos en una dieta equilibrada con alimentos integrales, limitando el azúcar y los almidones refinados, y aumentando la fibra y las grasas saludables. Combinar ejercicio regular, como caminar, montar en bicicleta e ir al gimnasio, ayuda a mejorar la sensibilidad celular a la insulina.
La resistencia a la insulina no es una enfermedad, sino la raíz de muchas enfermedades crónicas. No busque una solución rápida ni una cura milagrosa. Empiece con cambios en su estilo de vida: esa es la clave a largo plazo para controlar la resistencia a la insulina y proteger su salud.
Fuente: https://baoquangnam.vn/khang-insulin-goc-re-cua-cac-benh-ly-man-tinh-3155466.html
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