En el campo pobre, la paja amarilla es el alma de la vida, comenzando con un fuego cálido y parpadeante que disipa el frío de la noche. Junto al fuego hay una olla con batatas o cacahuetes hervidos. Los cuentos de hadas los cuentan la abuela o la madre con una voz cálida y monótona. Competimos por sentarnos en el regazo de la abuela o de nuestra madre, compitiendo por las fragantes patatas calientes. El olor de la paja amarilla es ligeramente fragante. Ese olor constituye el paisaje rural vietnamita que tú y yo nunca olvidaremos. Luego vinieron las suaves capas de paja utilizadas como colchón debajo de la estera de juncia de Thai Binh , encima había una manta de oveja Nam Dinh, un grupo de cinco o seis de nosotros estudiamos juntos, después de terminar la clase nos dábamos la vuelta y competíamos para dormir, hasta ahora, después de tantos años, todavía no podemos olvidar la sensación de rodar sobre el colchón de paja, extremadamente felices, gracias a la suavidad de ese colchón de paja.
Durante la temporada también se seca paja amarilla para alimentar a los búfalos y a las vacas cuando llega el invierno. Los pajares eran altos y grandes. A menudo jugábamos a batallas simuladas a su alrededor, o los extendíamos, nos acostábamos sobre ellos y leíamos libros, o tarareábamos canciones, recordando la primera línea pero olvidando la última. Cada día, las gallinas también salen del gallinero para recoger los granos de arroz que todavía quedan pegados en la paja, y los gorriones marrones, marido y mujer, pían juntos llevando la paja amarilla, para luego volar hasta la copa verde de los árboles junto a la casa para construir sus nidos. En los días soleados solemos colgar hamacas junto al pajar, disfrutando del aroma de la paja dorada. En una buena cosecha, los montones de paja son altos y grandes, mostrando la prosperidad del campo. La risa de los niños se escucha a lo lejos y los rostros de los campesinos irradian felicidad. La paja dorada de mi pueblo natal cuando llega la temporada dorada, lejos de casa pero cada vez que llega la temporada, los recuerdos de la paja dorada aparecen en mi mente, tú y yo, los niños del campo vietnamita trabajador, con pobres techos de paja, caminos de aldea, antiguas casas comunales, pozos, estanques de aldea, árboles de baniano, árboles de algodón, setos de bambú, muelles de ferry, campos de arroz dorado llenos de arroz para cinco o diez cosechas... y tantos seres queridos, descalzos, vistiendo camisas marrones en el pasado... tal vez nunca olvidemos el color de la paja dorada y su fragancia, ¿verdad? Cada vez que llega la época de la cosecha, mi corazón añora mi amada ciudad natal, con sus arrozales llenos de granos y paja dorada, sin importar cuán lejos estemos tú o yo, en cualquier rincón del mundo.
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