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El 30 de agosto, el gobierno de Estados Unidos declaró una emergencia de salud pública en el estado sureño de Florida debido al impacto del huracán Idalia y movilizó allí a 68 personas.
Ese mismo día, el huracán Idalia azotó Florida, en el sur de Estados Unidos, provocando fuertes lluvias en numerosos lugares, incluso convirtiendo calles en ríos. Según el Centro Nacional de Huracanes de EE. UU., el huracán Idalia, con vientos máximos de 215 km/h, provocó fuertes lluvias al arrasar la zona de Big Bend en Florida.
El huracán Idalia fue clasificado como una tormenta de categoría 3 particularmente peligrosa y podría causar olas de hasta 5 metros en algunas zonas costeras. Aunque posteriormente se debilitó a tormenta tropical al adentrarse en Georgia, las autoridades estadounidenses advirtieron a la población que mantuviera la precaución.
El huracán Idalia no solo causó inundaciones en Florida, sino que también dejó sin electricidad a más de 370.000 personas en Florida y Georgia. Más de 1.000 vuelos en Estados Unidos fueron cancelados, mientras que otros 2.000 sufrieron retrasos debido a la tormenta.
Alrededor de 5.500 miembros de la Guardia Nacional han sido movilizados para participar en operaciones de rescate, mientras que también se ha pedido a entre 30.000 y 40.000 empleados de compañías eléctricas que estén listos para responder a emergencias.
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