Desde los esclavos romanos hasta las máquinas industriales y ahora la inteligencia artificial (IA), la historia se repite con nuevos desafíos y oportunidades para los trabajadores.
Los trabajadores más inteligentes aprovecharán la IA en lugar de combatirla, aprendiendo a colaborar en vez de competir con ella. - Ilustración: GUPTADEEPAK
Por primera vez, no solo la mano humana, sino también el cerebro humano, se enfrenta a la competencia en el mercado laboral. A medida que la IA redacta contratos, crea arte y diagnostica enfermedades, la pregunta ya no es "¿cambiarán los empleos?", sino "¿cómo nos adaptaremos?".
De telares a máquinas con 'mentes'
A lo largo de la historia, el cambio ha sido un arma de doble filo. Desde las tablillas de arcilla grabadas con jeroglíficos que dieron paso al alfabeto, hasta los tejedores que vieron su trabajo reemplazado por telares mecanizados, cada revolución ha traído consigo tanto progreso como disrupción. Ahora, la IA está escribiendo el siguiente capítulo de esta historia.
La esclavitud en la antigua Roma funcionó como una forma primitiva de automatización, ayudando a la élite a construir el imperio y debilitando a la clase trabajadora libre. El emperador Vespasiano, quien se negó a utilizar nuevos ascensores mecánicos por temor a perder a sus trabajadores, fue víctima de la falacia del empleo fijo: la creencia de que existe un número fijo de puestos de trabajo. La dependencia de modelos laborales explotadores acabó por socavar el imperio.
La Revolución Industrial de los siglos XVIII y XIX planteó desafíos similares a mayor escala. A principios del siglo XIX, los luditas rompieron con las máquinas no por temor a la tecnología, sino porque exigían salarios justos.
Pero la historia ha demostrado que frenar el progreso es inútil. En cambio, han surgido movimientos obreros que impulsan la reforma social. En definitiva, la tecnología ha creado nuevos empleos, elevando el nivel de vida de todas las clases sociales.
Estas revoluciones nos enseñan que, en lugar de resistirse al progreso, los seres humanos necesitan adaptarse y dar forma a cómo se despliega la tecnología.
Los trabajadores necesitan tener voz para defender sus derechos, y la sociedad necesita políticas que garanticen una amplia distribución de los beneficios. El aumento de la productividad no necesariamente conlleva desempleo masivo; a menudo crea nuevas oportunidades impredecibles.
¿Qué hace diferente a la IA?
Vivimos en la era de la IA, donde esta tecnología está transformando las industrias a una escala sin precedentes. A diferencia de los cambios tecnológicos anteriores que en gran medida reemplazaron el trabajo manual, la IA está invadiendo el trabajo cognitivo y creativo: la redacción de artículos, el análisis de datos, el diagnóstico de enfermedades e incluso la composición musical.
Trabajos que antes se creían inmunes a la automatización —abogados, profesores y artistas— ahora se enfrentan a la competencia de los algoritmos.
¿Qué diferencia a la IA? En primer lugar, la velocidad. Mientras que los cambios industriales anteriores tardaron décadas, los avances en IA pueden extenderse globalmente en un abrir y cerrar de ojos: una actualización de software puede eliminar o transformar industrias enteras de la noche a la mañana.
A diferencia de las máquinas de vapor, la IA aprende y mejora por sí misma, acelerando su capacidad para reemplazar tareas humanas.
Otra diferencia radica en el alcance global. En revoluciones anteriores, un avance tecnológico podía impactar una región antes de extenderse lentamente.
El verdadero desafío consiste en asegurar que los beneficios de la automatización se distribuyan equitativamente, a diferencia de las anteriores revoluciones tecnológicas en las que solo unos pocos se benefician mientras que la mayoría sufre impactos negativos.
La pregunta fundamental es: ¿Nos conducirá la IA a un futuro más próspero para todos, o aumentará la desigualdad y dejará a millones de personas atrás?
Si la historia nos enseña algo, es que hemos atravesado convulsiones similares en el pasado y hemos sobrevivido. - Ilustración fotográfica: WAUTIER
Aprende a adaptarte
La adaptabilidad es fundamental. Así como los cocheros tuvieron que aprender a reparar motores cuando los coches sustituyeron a los caballos, los trabajadores de hoy deben aprender a lo largo de su vida. Aferrarse a un único conjunto de habilidades ya no es viable.
Los trabajadores más inteligentes serán aquellos que aprovechen la IA en lugar de combatirla, aprendiendo a colaborar con las herramientas de IA en vez de competir con ellas. Muchos empleos del futuro no desaparecerán, sino que evolucionarán, requiriendo que las personas trabajen junto a la IA en lugar de ser reemplazadas por ella.
Al mismo tiempo, las habilidades interpersonales serán más valiosas que nunca. A medida que la IA automatice las tareas rutinarias, cualidades como la comunicación, la creatividad y la ética, que distinguen a los humanos, se irán perdiendo. Las máquinas pueden analizar datos, pero carecen de la intuición humana, la inteligencia emocional y el pensamiento estratégico. Los trabajos que requieren toma de decisiones complejas, empatía, visión y liderazgo seguirán teniendo cabida.
Los trabajadores deben participar activamente en la definición de cómo se integra la IA en el entorno laboral. En lugar de resistirse a la automatización total, pueden exigir transparencia y equidad en su implementación.
Esto implica desarrollar redes de bienestar social, programas de reciclaje profesional y políticas éticas de IA que garanticen que la tecnología esté al servicio de las personas en lugar de centrarse únicamente en maximizar los beneficios.
La proactividad es clave. En lugar de aferrarse a industrias en declive, los trabajadores deberían buscar nuevas oportunidades en áreas donde la IA está creando empleos. El auge de la IA ha generado la necesidad de ingenieros de conversación de IA, especialistas en mantenimiento de robots y expertos en ciberseguridad.
Quienes acepten el cambio y se posicionen en áreas de crecimiento tendrán más éxito que quienes se resistan a lo inevitable.
En definitiva, la tecnología solo es tan buena como el sistema que la sustenta. La IA, al igual que la máquina de vapor o la computadora en su momento, es una herramienta. La verdadera pregunta es: ¿Se utilizará la IA para empoderar a la mayoría o para enriquecer a unos pocos?
Si no se controla, la IA podría aumentar la desigualdad, concentrando la riqueza y las oportunidades en un pequeño grupo. Pero si se guía con previsión, la IA podría expandir la prosperidad y redefinir el trabajo de manera que beneficie a todos.
La diferencia radica en cómo respondemos: con miedo o con sabiduría y acción. Si la historia nos enseña algo, es que hemos superado crisis similares en el pasado y hemos sobrevivido. Podemos garantizar que la IA trabaje para nosotros, no para competir contra nosotros ni para eliminarnos.
3 lecciones sobre la adaptación a la tecnología
Desde la antigua Roma hasta la Revolución Industrial, la historia nos enseña tres valiosas lecciones. Primero, los seres humanos no pueden detener el progreso tecnológico, como demostraron los luditas.
En segundo lugar , la tecnología a menudo crea más empleos de los que elimina, pero la transición puede ser dolorosa durante una o dos generaciones.
En tercer lugar , el nivel de desigualdad depende de cómo la sociedad gestiona la tecnología: las políticas y los movimientos sociales pueden ayudar a garantizar que los beneficios tecnológicos se distribuyan de forma más amplia.
Fuente: https://tuoitre.vn/tu-no-le-den-ai-vi-sao-ai-khac-biet-20250309222641927.htm






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