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Padre, hijo y periodismo

(PLVN) - En la vida de cada persona habrá lecciones que no provienen de los libros, ni se enseñan en la escuela, sino que se enseñan, a veces ejemplificadas, a través de historias, gestos, acciones y el inmenso amor de un padre por su hijo.

Báo Pháp Luật Việt NamBáo Pháp Luật Việt Nam17/05/2025

Mi padre, aunque nunca había escrito para un periódico, me enseñó —a mí, un periodista que daba sus primeros pasos en la profesión— a ser humano, a desempeñar su trabajo con entrega y sinceridad. Esas valiosas lecciones, hoy y siempre, serán la guía de mi vida, mi carrera y la llama que me reconforta en los momentos de incertidumbre entre la vida y la profesión de periodista.

Cha tôi nay đã 68 tuổi, trên mặt đầy những nếp nhăn của thời gian.(Ảnh minh họa - Nguồn: ST)

Mi padre tiene ahora 68 años; su rostro está lleno de arrugas propias del paso del tiempo. (Foto ilustrativa - Fuente: ST)

Mi padre, ahora con 68 años, es un humilde campesino que ha dedicado su vida al campo, vendiendo su sudor durante años por cada pedazo de tierra y consagrando su juventud a su patria. Sus manos son ásperas, su rostro está surcado de arrugas y huellas del paso del tiempo. Sin embargo, sus ojos siempre brillan con optimismo y fe en la vida.

Mi padre, debido a la pobreza de su familia, tuvo que interrumpir sus estudios para ayudar a mis abuelos a criar a sus hermanos menores y abandonar su cuarto año en la Universidad Politécnica para convertirse en comerciante en el puesto fronterizo de la provincia de Lang Son . Nunca había escrito para un periódico, ni había trabajado como periodista, ni conocía el concepto de la profesión, pero mi padre, con el corazón curtido por las experiencias de la vida, su humanidad unida a un alma sensible y una profunda visión de la gente y de la vida, me enseñó mucho sobre ser persona y sobre su oficio.

Aún recuerdo las tardes sentado en el porche con mi padre, escuchándolo contar historias de la vida cotidiana: quizá sobre un anciano que vendía mercancía en la calle todo el día sin muchos clientes, pero siempre con una sonrisa; sobre soldados que, durante la guerra, fueron al campo de batalla por la patria a pesar de llevar casados ​​solo un día; sobre la hermana mayor que crió a su hermano menor para que estudiara porque sus padres, por desgracia, murieron jóvenes; o sobre mi propia madre, la mujer que siempre trabajó duro, trasnochando y madrugando para ayudar a su marido en el trabajo, cuidando y criando a nuestros cuatro hijos para que estudiáramos y fuéramos buenas personas... Las historias de mi padre, sin importar de quién se trataran, siempre hablaban de gente bondadosa en esta dura realidad.

Tras años de lucha en la costosa capital, un día me di cuenta: esas historias son las primeras lecciones sobre cómo escuchar, observar y comprender; así es como se es humano, y luego periodista.

Mi padre decía: «Hagas lo que hagas, debes tener corazón. Sin corazón, por muy bien que lo hagas, no es más que una cáscara vacía». Esa frase, sencilla pero profunda, se me quedó grabada a fuego, convirtiéndose en una guía cuando entré en el mundo del periodismo.

Mi padre también decía que para comprender a los demás, primero hay que ponerse en su lugar. «Cada vida tiene su propia historia; nunca hay que juzgar sin antes comprenderla…». Esa enseñanza me ha acompañado a lo largo de los años en cada palabra, en cada artículo, en cada entrevista desde que comencé mi carrera. Gracias a ella, aprendí a escuchar no solo con los oídos, sino también con el corazón, a sentir el dolor, la alegría y los anhelos de cada persona, de cada situación con la que me encontraba. Y ahora comprendo: el periodismo no solo requiere talento y experiencia, sino también ética y humanidad.

Una vez, mientras terminaba un artículo sobre la recuperación de tierras por parte del Estado y el reasentamiento de personas en una localidad, tras leer el borrador, mi padre me dijo: «No te limites a escribir sobre los procedimientos de recuperación de tierras y los derechos de las personas, sino que escribe también sobre sus sueños, sus legítimas aspiraciones y las maneras de hacer realidad sus sueños. Ese debería ser el objetivo, el valor fundamental del artículo y del periodismo, hijo mío».

Esa lección fue como un rayo de sol que iluminó mi corazón profesional, y entonces me di cuenta de que: el periodismo no se trata solo de relatar lo que ves y escribir lo que sabes, sino que también tiene la misión de encontrar luz en la oscuridad, brindando esperanza y soluciones a todos.

Mi padre, que nunca se ha dedicado al periodismo, tiene una mente aguda para la comunicación y la narración. Según él, una buena historia no necesita ser florida ni extensa, sino que debe conmover al lector. Por eso, cada vez que me siento frente al ordenador para escribir un artículo, siempre me pregunto: ¿Para quién escribo? ¿Qué contenido y mensaje quiero transmitir a los lectores?

2. Lo que más me conmueve al pensar en mi padre no son solo sus enseñanzas, sino también el amor incondicional que me profesa. Nunca me obligó a ser ni a hacer nada en particular, sino que siempre me apoyó a mi manera. Cuando decidí dedicarme al periodismo —una carrera que desconocía en gran medida, pero sabía que no sería fácil y estaría llena de desafíos—, mi padre simplemente me dijo: «Elijas el camino que elijas, estoy seguro de que te irá bien, siempre y cuando, al mirar en tu interior, no sientas vergüenza ni culpa por lo que has hecho».

Por eso, a lo largo de mis años trabajando como periodista, mis artículos no son simplemente palabras, sino también una forma de difundir bondad, humanidad y amor por todos, tal como mi padre vivió toda su vida y se lo enseñó a sus hijos.

Una vez escribí un artículo sobre el silencioso sacrificio de mi madre por su familia, por su esposo y sus hijos. Cuando se publicó y se lo di a mi padre para que lo leyera, no dijo nada, solo sonrió y comentó: «Es un buen artículo». Luego, en silencio, encendió un cigarrillo y bebió un poco de té. En ese momento, noté que tenía los ojos un poco rojos, pero supe que estaba contento.

El periodismo es un camino largo, desafiante y emotivo. No se trata solo de escribir, sino que también tiene la misión de revelar la verdad, inspirar y conectar a las personas. Y en ese camino, mi padre siempre ha sido un faro de luz, un apoyo para seguir adelante. Hay días en que me siento cansado, confundido, preguntándome si realmente soy apto para este camino. Cada vez que me siento así, regreso a mi ciudad natal, a la casa de mi padre, para hablar con él, para escucharlo hablar, para escuchar sus historias, historias que parecen humorísticas, aleatorias, pero que en el fondo son profundas, humanas. Entonces, las dudas, el cansancio o los desafíos ya no me afectan.

Ahora, con toda mi gratitud y amor, solo quiero agradecer a mi padre, el gran maestro de mi vida y de mi profesión como periodista. Ahora y siempre, cada artículo, cada trabajo periodístico mío será un homenaje a mi padre, el maestro del hijo menor que engendró. Muchas gracias, papá…

Fuente: https://baophapluat.vn/cha-con-va-nghe-bao-post548685.html


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