Me invitaron a dar un paseo en un barco de canasta. El viento era ligero, el agua tenía pequeñas olas y el barquero estaba bastante tranquilo. Pasamos en silencio junto a casas de pescadores, barcos anclados y algunos perros durmiendo en puentes de madera.
Todo evoca una escena tan real que me siento como si fuera un residente aquí y ya no un turista.
A última hora del mediodía visité Dinh Cau, situado en un afloramiento rocoso que sobresale hacia el mar. Este es un santuario sagrado del pueblo de Phu Quoc con columnas de humo de incienso y el sonido de campanas de viento.
De repente vi a una anciana vestida con un vestido tradicional vietnamita, parada y rezando junto al quemador de incienso. Aunque no pude escuchar todo lo que dijo, la última frase resonó claramente: "Oren para que el barco regrese con toda la gente". Una oración corta pero que contiene toda una vida de confianza en el mar.
Allí, la religión no es un gran ritual, sino una manera para que la gente deposite sus esperanzas en lo incontrolable. Esa sencillez es probablemente lo que me hizo sentir más en paz durante el viaje.
Artículo y fotos: ¿A dónde vas?
Revista Heritage
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