Mamá ya se había despertado, con palanganas, ollas y cubos para recoger el agua que caía del techo de chapa ondulada. Era verano, pero la lluvia fue repentina. En la habitación, papá también se levantó para ayudar a mamá a cubrirla. La habitación estaba cubierta con una tela vieja que también había empezado a mojarse por la lluvia. No sé cuántas veces así, cuántas lluvias repentinas de verano, apareció en mis recuerdos.
Los hermanos y hermanas se acurrucaron en un rincón de la casa para protegerse de la lluvia. Mamá sacó una manta fina para taparnos a mí y a mis hermanos. Mamá se envolvió en una bufanda: "¡A dormir!". Así sobrevivimos, con la diligencia de mamá y papá, cuidando a todos los niños. Durante los días de lluvia, mamá no podía ganar dinero vendiendo nada más que verduras hervidas, y usaba el agua para hacer sopa.
Los hermanos querían crecer rápido, sin saber qué hacer. Solo querían crecer rápido para ayudar a su madre a recoger el agua que caía del pequeño techo. Aquellos eran los veranos con lluvias repentinas de medianoche. Repentinas, convirtiéndose en recuerdos impresos en el subconsciente. Cuando crecemos, todo tiene que cambiar con el tiempo. La vieja casa ya no tiene por qué tambalearse después de las noches de lluvia, haciéndonos despertar sobresaltados. Pero, cada verano siempre hay lluvias, baja presión y tormentas en alta mar. Hace que la gente sienta nostalgia, recordando los tiempos en que su madre se despertaba y al azar cogía una manta fina para cubrirlos. Su padre cerraba las puertas para evitar que la lluvia salpicara en la frágil casa de caña antes de cada lluvia nocturna. El suelo de cemento estaba inundado de agua, los hermanos se acuclillaron en la destartalada cama de su madre.
Es curioso, cuando las personas crecen como desean, desean regresar a su infancia humilde, acurrucadas en una casa frágil. Quieren ver a su madre cubrirse con una manta para entrar en calor. El suelo de cemento, una vez moteado, también es cosa del pasado. Quieren encontrar la sensación del pasado, las repentinas noches lluviosas de verano que aparecen y desaparecen en sus recuerdos de infancia. Las lluvias interminables, su madre empapada con su vestido Ao Ba Ba junto al puesto de pescado, desolada por la falta de ventas.
Alguien, al crecer, puede olvidar muchos recuerdos de la infancia. Pero, por pura casualidad, algo que encontramos tocará muchos rincones oscuros de los recuerdos torpes de aquella época. El anhelo de despertar en mitad de la noche y estar cubierto con una manta vieja que aún huele a pasado. El anhelo de extender la mano y atrapar las gotas de lluvia que caen al suelo. El anhelo del calor de los padres, de los días difíciles bajo la lluvia.
La repentina lluvia de verano parecía no tocar el pasado de nadie.
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