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Indonesia: el amargo precio de un atajo hacia la gloria

El fútbol indonesio, que en el pasado creía que naturalizar jugadores europeos era un atajo hacia la gloria, ahora enfrenta una dura realidad.

ZNewsZNews25/10/2025

Sin Mundial, sin identidad y con una industria del fútbol en ruinas tras años de vivir en la ilusión del “éxito instantáneo”.

Soñar con comprar con pasaporte

El fútbol en Indonesia es una pasión para 280 millones de personas, pero esa pasión se ha mal encauzado. En lugar de construir con perseverancia una base como la de Japón, Corea del Sur o incluso Vietnam —países que invierten en la formación de jóvenes, infraestructura y filosofía de juego—, la Asociación de Fútbol de Indonesia (PSSI) ha optado por el camino más corto: comprar un sueño.

Gastaron millones de dólares para nacionalizar a jugadores indonesios en Europa, principalmente de los Países Bajos. Los contratos fueron aclamados como "puntos de inflexión históricos", con la creencia de que con solo un poco de ADN europeo, el equipo "Garuda" despegaría. Los medios lo llamaron "el proyecto dorado" y la afición lo vio como un atajo hacia el Mundial. Pero resultó ser una casa construida sobre arena.

Naturalizar jugadores no es un delito si forma parte de una estrategia a largo plazo. Pero para Indonesia, se considera un "milagro instantáneo": una forma de evitar décadas de inversión, entrenamiento y paciencia. Cuando se compran sueños con pasaportes, lo que se pierde no es solo dinero, sino también el alma de su propio fútbol.

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Patrick Kluivert acaba de ser despedido por la Federación Indonesia de Fútbol.

Para legitimar el proyecto, PSSI contrató a Patrick Kluivert, un nombre que en su día fue el orgullo del fútbol holandés. Pero Kluivert no fue contratado para construir, sino para demostrar que el plan de naturalización era acertado.

Irónicamente, le dieron el timón de un "Ferrari sin motor": un equipo sin fundamento, identidad ni tiempo. A pesar de llevar a Indonesia a la cuarta ronda de clasificación para el Mundial de 2026 —su mejor actuación desde 1938—, Kluivert se vio obligado a separarse "de común acuerdo". No por fracaso, sino por no haber podido crear un milagro. La selección indonesia perdió contra Arabia Saudí e Irak, despidiendo así su billete a las Américas para asistir al mayor festival futbolístico del planeta.

El problema es que PSSI busca una victoria para demostrar que tiene razón, no una estrategia de desarrollo a largo plazo. Y cuando no lo consiguen, eligen el camino más fácil: cambiar de profesor para cambiar el destino.

El círculo vicioso de la impaciencia

El fútbol indonesio está atrapado en su propia trampa. Cada vez que fracasa, vuelve a empezar: despide entrenadores, desecha viejos planes y crea otros nuevos. Ningún entrenador tiene tiempo suficiente para sembrar las semillas de una filosofía, ningún jugador joven tiene la oportunidad de madurar.

Para que el fútbol se desarrolle, debe existir una conexión entre la selección nacional y la formación de las categorías inferiores, entre la filosofía y el personal. Pero en Indonesia, esa conexión se ve completamente interrumpida por decisiones a corto plazo. Los jugadores naturalizados van y vienen como el viento, mientras que la juventud local solo puede quedarse al margen y ver cómo la selección nacional se convierte en una plataforma para la compra de pasaportes europeos.

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Indonesia no logró clasificarse para el Mundial de 2026.

Cuando Patrick Kluivert se marchó, se llevó no solo su plan táctico, sino también a su cuerpo técnico, sus planes de entrenamiento y el sistema de desarrollo que había estado construyendo. Cada cambio le costó a Indonesia unos años más, solo para encontrarse estancados en la línea de salida.

El proyecto de naturalización de Indonesia no es solo un plan futbolístico, sino también una apuesta política . Está pintado con lemas, grandes ceremonias y promesas de "orgullo nacional". Pero detrás de él se esconde una mentalidad de logro a corto plazo: hacer todo lo posible para obtener resultados inmediatos, sin importar las consecuencias posteriores.

No clasificarse para el Mundial de 2026 no es solo un dolor deportivo , sino un golpe a las ilusiones. El verdadero precio del atajo no es el dinero gastado, sino la pérdida de confianza de la afición, una generación de jóvenes jugadores sin un lugar donde apoyarse y un fútbol que debe reconstruirse desde los escombros.

El fracaso de Indonesia no solo se debe a la cancha, sino también a su comprensión del fútbol. Se puede naturalizar a un jugador, pero no se puede importar un espíritu, una identidad o una aspiración. El fútbol es un viaje comunitario: de los niños descalzos de hoy que se convierten en las estrellas del mañana. Y ese viaje lleva tiempo, no se acorta con dinero ni pasaportes.

Ahora, Indonesia ha vuelto al punto de partida, buscando un nuevo entrenador, elaborando un nuevo plan y volviendo a ser prometedora. Su historia debería servir de advertencia al resto de Asia: el fútbol no es un lugar para la especulación, sino un lugar de paciencia, confianza y valores perdurables.

Puedes comprar los mejores ingredientes, contratar a los mejores chefs, pero si cada fracaso implica cambiar la persona que sostiene la sartén, lo único que obtendrás será el caos.

Fuente: https://znews.vn/indonesia-cai-gia-cay-dang-cua-con-duong-tat-den-vinh-quang-post1596717.html


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