El caso de una estudiante en Hanói es un ejemplo típico. La víctima fue llamada por un grupo que decía ser policía, obligada a pintarse heridas falsas en el cuerpo y a contactar a su familia para exigir un rescate mientras se alojaba en un motel que había encontrado a petición de los malhechores. O el caso de una niña de 13 años en Hanói que desapareció durante tres días y fue encontrada posteriormente en Ciudad Ho Chi Minh.
La chica escuchó las palabras de una "amiga" que conoció en línea, quien la invitó a trabajar en Camboya, prometiéndole una vida llena de alegría y felicidad. Todas estas artimañas parten de un punto en común: el entorno digital. Allí, los delincuentes, por un lado, se disfrazan de agentes de las autoridades, por otro, se esconden bajo la apariencia de un amigo amable y comprensivo, incluso de un "salvador" cuando la víctima se siente sola y herida.
Las artimañas de los secuestradores no son complicadas. En esencia, se trata de estafas de suplantación de identidad, que se aprovechan de la confianza, siembran el miedo... Pero lo que los hace peligrosos es la forma en que están "envueltos" en una carcasa tecnológica, que puede usar inteligencia artificial para imitar la voz, el rostro de los familiares de la víctima, su ubicación virtual... Además, tienen la capacidad de manipular la psicología, ganarse la confianza, aislar a las víctimas del mundo real y hacer que los sigan. Las principales víctimas directas hoy en día suelen ser jóvenes, y lo más aterrador del secuestro en línea es su "tiempo de reacción extremadamente corto". Tan solo unas pocas decenas de segundos de pánico son suficientes para que una familia pierda cientos de millones de dongs. No solo los daños materiales, sino también las consecuencias psicológicas para las víctimas son muy graves.
Aunque muchas personas se han vuelto más vigilantes, con el apoyo de la IA y la tecnología deepfake, los videos falsos se están volviendo cada vez más sofisticados, lo que dificulta que las víctimas distingan entre lo real y lo falso. Esta situación demuestra que no podemos considerarlo una simple estafa, sino un delito grave, como los secuestros en la vida real, para que podamos contar con soluciones de prevención más urgentes y exhaustivas.
La responsabilidad de prevenir y abordar este tipo de delito no solo recae en la policía, sino también en las familias, las escuelas, las comunidades y cada ciudadano. En particular, las escuelas deben incluir la educación en seguridad digital en su currículo formal. Las familias deben aprender a acompañar a sus hijos en el ciberespacio, no solo controlándolos, sino también comprendiendo.
Lo más importante es que las autoridades mejoren sus habilidades para combatir los fraudes tecnológicos y emitan directrices con prontitud para gestionar las situaciones de secuestro en línea. Además, deben abrir una línea directa para recibir y responder con rapidez. Reforzar la gestión de datos personales, controlar estrictamente la venta de información y fortalecer la cooperación internacional para rastrear las redes criminales. Cada persona también debe protegerse a sí misma y a sus familias limitando el intercambio de imágenes e información personal, especialmente de menores. Si recibe mensajes amenazantes, verifique con calma y contacte de inmediato con la policía para obtener soluciones seguras.
El rápido desarrollo tecnológico también abre innumerables trampas. Si no se construye proactivamente un escudo de seguridad digital, cualquiera puede convertirse en víctima. Protegerse en el ciberespacio no es solo una habilidad, sino un hábito de supervivencia para cualquiera en la era digital.
Fuente: https://www.sggp.org.vn/la-chan-an-toan-so-cho-chinh-minh-post806345.html
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