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El consumo inteligente no es una excusa para justificar lagunas de gestión

Es fácil ver que cada vez que la comunidad social se “enoja” por productos falsificados, alimentos contaminados, medicamentos de origen desconocido o productos de mala calidad que son perjudiciales para la salud de los consumidores, la reacción habitual de muchas autoridades y medios de comunicación es el llamado: “¡Sea un consumidor inteligente” (!?)

Báo Đắk LắkBáo Đắk Lắk03/06/2025

La frase “consumidor inteligente” suena… razonable, pero si lo piensas, es como una forma de “patear la pelota de la responsabilidad” al consumidor cuando se le pide al propio consumidor –víctima de esta situación– que se proteja en un mercado con trampas que no creó, no puede controlar y no tiene suficientes herramientas para distinguir.

¡NO HAY ÁREAS PROHIBIDAS EN LA LUCHA CONTRA LAS FALSIFICACIONES Y LOS PRODUCTOS FALSIFICADOS!
No existen zonas prohibidas en la lucha contra las falsificaciones y los productos falsificados. Foto: Internet

En un mercado donde los bienes se producen, circulan legalmente, tienen sellos de certificación y se publicitan intensamente, desde clínicas, hospitales hasta los mercados tradicionales... es imposible pedir a los consumidores que sean inteligentes y reconozcan los productos de mala calidad.

Nadie compra con equipos de prueba, ni nadie puede rastrear por sí solo el origen, la calidad y la seguridad de cada producto de consumo diario. No todos los consumidores tienen los conocimientos y la comprensión suficientes para reconocer la calidad con solo leer la etiqueta de ingredientes (y mucho menos para saber que la etiqueta de ingredientes es… auténtica).

Los consumidores depositan una gran confianza en el sistema operativo: regulaciones legales, control de las autoridades desde la fase de producción, control de calidad, etc., y confían en la ética tanto de productores como de vendedores. Obviamente, la aparición de productos falsificados y de mala calidad revela las lagunas y debilidades de dicho sistema operativo; y los consumidores son las víctimas que sufren las consecuencias: pérdida de dinero, riesgo para la salud y pérdida de confianza.

En la cadena que va de la producción a la distribución, de la inspección a la comunicación, los consumidores son sólo el último punto, pero se les pone en la posición de tener que ser "inteligentes", "alerta", "leer atentamente la etiqueta", como si pudieran cargar con toda la responsabilidad cuando el mercado es como una matrix.

Es necesario aumentar la conciencia del consumidor, pero si alentar la “inteligencia” se convierte en una excusa para justificar lagunas en la supervisión y la gestión y compromisos en la ética empresarial, entonces ya no es un consejo, sino una excusa para eludir la responsabilidad.

El enfoque debe cambiar: de educar a los compradores a exigir responsabilidades a vendedores, fabricantes, canales de distribución y agencias de inspección y pruebas. Los consumidores no necesitan más lecciones teóricas sobre cómo distinguir los productos genuinos de los falsos; necesitan un sistema legal lo suficientemente sólido como para prevenir el fraude en su origen, sanciones lo suficientemente severas como para que nadie se atreva a menospreciar la salud pública, y centros y autoridades de inspección que operen con transparencia, independencia y sin comprometer los intereses de grupos.

Los consumidores necesitan estar protegidos por leyes estrictas, la responsabilidad de los organismos gestores, la ética de los productores y la conciencia de los vendedores.

Fuente: https://baodaklak.vn/xa-hoi/202506/tieu-dung-thong-minh-khong-phai-binh-phong-bien-minh-cho-lo-hong-quan-ly-6b21458/


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