En medio del Atlántico, hay un pequeño archipiélago que hay que ampliar para verlo en el mapa. Población de poco más de medio millón, sin industrias importantes, sin un campeonato glorioso. Pero cuando Cabo Verde se clasificó para el Mundial de 2026, el mundo de repente miró hacia atrás, no solo por un milagro futbolístico, sino por cómo convirtieron la memoria, la música y la nostalgia en poder.
El viaje es una historia de identidad: de islas, de expatriados, de música morna y alegría callejera. Un pequeño país cuenta su historia en el idioma más universal: el fútbol.
PARTE 1: CABO VERDE, PEQUEÑO PAÍS Y DÍA DEL MUNDIAL
En medio del Atlántico, donde los vientos salados del Sahara soplan sobre los volcanes de Fogo, un país de poco más de medio millón de habitantes acaba de lograr lo impensable: clasificarse para el Mundial de 2026. Una pequeña isla se ha posicionado en el mapa futbolístico mundial.
A partir de ahora, Cabo Verde no es sólo un paraíso turístico y de deportes náuticos, sino también un país que sueña y lucha por convertir sus aspiraciones en realidad.
Praia, la capital de la isla de Santiago, se iluminó esa noche. Cuando sonó el pitido final en el Estadio Nacional de Cabo Verde, la ciudad estalló. Los tambores batuque resonaron en las estrechas laderas, y la gente se abrazó y bailó en la penumbra.
En el chiringuito de Quebra Canela, los pescadores tiran sus redes, los turistas se quedan. En la pantalla, los jugadores corren por el campo, plantando la bandera nacional en el césped. Por primera vez, la bandera rojiazul, blanca y amarilla estará presente en el mayor festival de fútbol del planeta.

Milagro de la isla del viento
Cabo Verde tiene una superficie de poco menos de 4.000 km² y una población de aproximadamente 540.000 habitantes, menos que la población de un distrito de Lisboa (Portugal), la ciudad que antaño fue la «madre patria». Generaciones de caboverdianos han tenido que abandonar su tierra natal debido a la desolación de sus tierras, en pos del sueño de estudiar y trabajar en Europa.
Sin embargo, son estas migraciones las que traen a su patria un nuevo espíritu y nuevas aspiraciones. El fútbol , como el viento, no conoce fronteras.
Su equipo, los "Tubaroes Azuis" , los Tiburones Azules , no cuenta con grandes estrellas europeas. Pero tienen algo más valioso: la convicción de que un equipo pequeño aún puede escribir una gran historia.
La trayectoria clasificatoria de Cabo Verde fue ardua, con una victoria por 3-0 sobre Eswatini en la ronda final que le aseguró el boleto a Estados Unidos, México y Canadá en 2026.
El verano pasado, fueron considerados el "equipo azul" de Malasia para practicar con un grupo de jugadores naturalizados para jugar contra el equipo vietnamita.
“Este es un día histórico para todo el país”, declaró el entrenador Pedro Leito Brito, conocido por su apodo de Bubista (el nombre portugués de su tierra natal). “A partir de hoy, el mundo sabrá que Cabo Verde no solo se trata de playas hermosas”.
Islas de narración de historias
Cada isla del archipiélago tiene su propia alma y juntas escriben la sinfonía de esta joven nación.
Sal, donde los turistas practican sandboard en las dunas blancas. Boa Vista, con su extensa y ventosa costa, un paraíso para los surfistas. Fogo, con sus volcanes aún activos y sus exuberantes viñedos contra las rocas negras. Santo Antão, la isla de las nubes y los valles.
Y Santiago, corazón de la historia, donde cada tarde se canta la morna, una música triste y hermosa, portadora de “sodade” , nostalgia infinita de la tierra natal.
Ahora, con morna (Aquí se escucha música tradicional) , el fútbol se convierte en un segundo idioma. Cuando Cabo Verde gana, canta; cuando pierde, sigue cantando. Al son de tambores y olas, la gente habla de su "sueño oceánico" : pequeños como son, quieren que el mundo escuche su nombre.

El fútbol, el espejo del país
La historia del fútbol refleja la de Cabo Verde: partieron para encontrar el camino de regreso. Muchos jugadores nacieron en Portugal, Países Bajos, Francia y Estados Unidos; crecieron en ciudades lejanas, pero eligieron vestir la camiseta de su país natal.
Allí no sólo juegan para su equipo: juegan para sus padres, para sus abuelos, para la isla que una vez fue sólo un pequeño punto en el mar azul.
"No tenemos una gran población ni un gran estadio, pero tenemos corazón", dijo el capitán Ryan Mendes durante las celebraciones. La frase se viralizó en redes sociales y se compartió como un recordatorio de que incluso las cosas más pequeñas pueden llevar a grandes cosas.
Cabo Verde es conocido desde hace tiempo como un destino de sol y viento, donde el turismo representa más del 20% del PIB, pero el Mundial abre otra dimensión: el orgullo nacional.
A partir de ahora, los nombres de las islas resonarán no solo en las guías de viaje, sino también en la lista de grupos del Mundial. Para los jóvenes, hay una razón más para quedarse, para creer que su patria es lo suficientemente grande como para soñar.
A la mañana siguiente, en la playa de Praia, los niños jugaban a balones viejos, riendo. Un niño levantó la mano y gritó: "¡Soy Cabo Verde en el Mundial!". Los adultos se miraron y rieron, una risa de felicidad y sorpresa. Allí, entre la arena y las olas, comprendieron: la historia acababa de cambiar.
Una isla que cuenta una historia. Esa historia, en el verano de 2026, será escuchada por todo el mundo.
Fuente: https://vietnamnet.vn/cape-verde-gianh-ve-world-cup-2026-co-tich-giua-dai-duong-2453748.html
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