La cuestión ahora no es solo si mantener o abolir este examen, sino cómo lograr que un solo examen sirva eficazmente a dos objetivos inherentemente diferentes.
Se están considerando tres opciones principales. La primera consiste en organizar dos exámenes separados: uno para la graduación de bachillerato y otro para el ingreso a la universidad. Esta opción tiene objetivos claros, pero es difícil de implementar, ya que supone un derroche de presupuesto y recursos humanos, genera doble presión sobre los estudiantes y perpetúa la práctica generalizada de la preparación para exámenes. Además, muchas universidades carecen de la capacidad y las condiciones para organizar sus propios exámenes estandarizados. La segunda opción es abolir por completo el examen de graduación de bachillerato y asignar a cada centro educativo la tarea de evaluar y reconocer la graduación.
Sin embargo, esta opción resulta insuficiente cuando no existe un sistema independiente de garantía de calidad. El reconocimiento de la graduación basado únicamente en la evaluación interna puede fácilmente generar desconfianza, falta de equidad y dificultar la orientación de los estudiantes tras la secundaria y el reconocimiento internacional de sus títulos para estudiar en el extranjero. La tercera opción, mantener un examen común, sigue siendo la más viable si se realizan los ajustes necesarios. El enfoque no reside en la cantidad de exámenes, sino en cómo diseñar un examen que cumpla ambos objetivos.
Es importante definir claramente qué parte del examen evalúa los requisitos para la obtención del título y qué parte evalúa el acceso a la universidad. Una vez definidos los objetivos, la estructura del examen debe adaptarse en consecuencia. Literatura e Idioma Extranjero deben separarse, ya que son asignaturas específicas que reflejan las competencias básicas requeridas tanto para estudiantes de bachillerato como para futuros estudiantes universitarios. La parte restante debe diseñarse de forma integrada, permitiendo a los estudiantes elegir asignaturas acordes con su orientación profesional.
Un examen puede combinar asignaturas como Matemáticas, Física y Química, o Historia, Geografía y Educación Económica y Jurídica, para evaluar la capacidad de pensamiento integral. Este enfoque permitirá superar el aprendizaje fragmentado basado en combinaciones fijas y, al mismo tiempo, mejorar la calidad de la información que reciben los estudiantes universitarios. Para que un examen de este tipo funcione eficazmente, se requieren tres elementos clave: personal cualificado, tecnología moderna y un marco legal claro. En particular, el equipo encargado de la elaboración del examen debe contar con una amplia experiencia, con una clara división entre el equipo responsable de la prueba de acceso y el equipo de admisión; y aplicar la tecnología para crear un banco de preguntas estandarizado, organizar exámenes informatizados y procesar los datos de evaluación. Legalmente, es necesario modificar o promulgar una normativa clara sobre las funciones, responsabilidades y competencias de los participantes en el sistema de exámenes y admisión, garantizando así la transparencia y la estabilidad.
En el contexto de la consulta pública sobre la reforma de la Ley de Educación Superior, es crucial establecer claramente la autonomía de las instituciones de educación superior en materia de admisión, con base en el principio de rendición de cuentas. Dado que muchas universidades aún enfrentan dificultades financieras y una capacidad de gestión limitada, la falta de estándares de calidad en la admisión facilita el ingreso de estudiantes, lo que afecta la reputación y la calidad de la formación. Por lo tanto, la ley debe estipular que el Ministerio de Educación y Formación se encargue de promulgar el marco de capacidad de admisión, reconocer a las organizaciones de evaluación independientes y supervisar la calidad de los exámenes, mientras que las universidades conservan plena autonomía para elegir los métodos de admisión adecuados.
La modificación de la Ley de Educación Superior debe ir acompañada de una reforma de los exámenes para que todo el sistema pase de un enfoque de control a uno de fomento de la calidad, de la imposición a la capacitación condicionada. Un examen puede seguir siendo útil tanto para la graduación como para el acceso a la universidad, siempre que los objetivos estén claramente definidos y se rediseñen con flexibilidad y profesionalidad. De este modo, el examen común dejará de ser un obstáculo para convertirse en un eje que permita el desarrollo armonioso y sostenible tanto de la educación general como de la universitaria. Es hora de una reforma radical de los exámenes, que mida y evalúe la calidad del sistema basándose en los pilares fundamentales: tecnología, socialización de recursos y profesionalización del equipo.
Fuente: https://www.sggp.org.vn/de-ky-thi-thuc-su-la-diem-tua-post802869.html






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