Nuestra generación parece haber nacido con el gen de la empatía. En las calles, en grupos de voluntarios, siempre veo siluetas de estudiantes, incluso de secundaria y preparatoria, personas que nunca han tenido ingresos estables, ni siquiera dependen de sus familias. Sin embargo, en sus ojos brilla el amor; en esas pequeñas manos hay loncheras calientes, pan sencillo que encierra un cielo lleno de bondad. Dan sin dudarlo, sin calcular ganancias ni pérdidas, porque para ellos, compartir es recibir.
La caridad no es simplemente dar cosas materiales, sino darnos unos a otros la creencia de que todavía hay bondad en esta vida.
FOTO: Duong Quynh Anh
Una vez, nos topamos por casualidad con un viejo mendigo en la acera. Algunos nos aconsejaron no ayudarlos por miedo a ser engañados. Otros susurraban: «Ayuden hoy, mañana volverán a tener hambre». Pero el corazón nos decía que, en esta vida, a veces una acción sincera es más valiosa que cien veces dudar. Elegimos creer: creer que incluso un pequeño pastel hoy puede ser un salvavidas para un alma que lucha en medio de una vida indiferente. Fueron esas experiencias las que nos enseñaron que la verdadera bondad no necesita seguros, se arriesga para ser uno mismo.
Una lonchera caliente puede encender la esperanza; un apretón de manos oportuno es suficiente para aliviar la soledad.
FOTO: Duong Quynh Anh
Quizás el momento más hermoso para mí fue la sesión de cocina benéfica. Ollas de arroz glutinoso aromático, ollas de carne estofada, las llevábamos por todas las calles como si trajéramos la cálida primavera con nosotros. Los ojos brillantes del trabajador sudoroso, la sonrisa desdentada de la anciana que vendía billetes de lotería: esas fueron las "ganancias" más hermosas y valiosas que recibimos.
En un mundo donde las personas pueden conectarse virtualmente con facilidad, las acciones reales deben ser aún más sinceras.
FOTO: Duong Quynh Anh
En el momento en que la luz amarilla iluminó el rostro del trabajador, cubierto de polvo de cemento, con los ojos llenos de lágrimas al recibir la lonchera humeante, sentí un nudo en el corazón al verlo llevarse apresuradamente cucharadas de arroz a la boca, como si temiera que su pequeña felicidad se desvaneciera. Se atragantó: «Los niños son como mis hijos en el campo...». En ese momento, comprendí de repente que la caridad no es simplemente dar cosas materiales, sino compartir la fe en que aún hay bondad en esta vida.
"La sonrisa desdentada de la anciana que vende billetes de lotería: esa es la 'ganancia' más hermosa y valiosa que recibimos".
FOTO: Duong Quynh Anh
Ese día, con la camiseta verde de la Unión Juvenil puesta, me di cuenta de repente: la Generación Z está redefiniendo la bondad con las acciones más sencillas. No necesitamos esperar a ser ricos, no esperemos grandes cosas; aprendemos a amar con las pequeñas cosas: una lonchera caliente puede despertar la esperanza, un apretón de manos oportuno basta para calmar la soledad.
En un mundo donde las personas pueden conectarse virtualmente con facilidad, las acciones reales deben ser aún más sinceras. Y quizás el verdadero milagro de la juventud resida en su capacidad de despertar la compasión incluso cuando la sociedad se vuelve gradualmente indiferente. Me enorgullece formar parte de la Generación Z, una generación que no es indiferente ni insensible. Y, sobre todo, me enorgullece ser un joven vietnamita.
Titulado Generación Z: Escribiendo la historia de la bondad en “tiempo presente” es mi manera de afirmar: el amor no es algo que se debe salvar, sino un fuego que necesita ser encendido ahora mismo; porque la historia de la bondad siempre se escribe en tiempo presente, no en tiempo futuro.
Fuente: https://thanhnien.vn/gen-z-viet-lich-su-tu-te-bang-thi-hien-tai-18525070211501115.htm
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