El día de la graduación, aunque ya estaba decidido, me dolía el corazón. Los días que parecían eternos en el aula familiar ahora se contaban en minutos y segundos. El frangipane del jardín estaba en flor; sus pétalos eran brillantes, frescos y hermosos, como nuestros días de escuela.
Cada mañana, al ir a la escuela, siento que mis pasos se ralentizan. Quiero observar con atención el largo pasillo donde los estudiantes solían correr y jugar; quiero grabar cada rasguño en la mesa de madera, cada pared manchada por el tiempo. Cosas que antes eran tan familiares que pasaban desapercibidas, ahora se vuelven extremadamente preciadas.
Extraño las clases soleadas, el sonido constante del ventilador eléctrico mezclado con la suave voz de la maestra. Extraño las risas en el patio, los momentos de jugar al volante bajo la sombra de las poincianas reales, los momentos de gritos ante los exámenes "inesperados" de los maestros.

Las dos palabras "amigos" son sencillas, pero transmiten mucha emoción. Hay personas que nos acompañarán toda la vida, y hay personas que solo nos acompañarán durante una parte de nuestra juventud. Pero sean quienes sean, los recuerdos que tenemos juntos durante nuestra vida estudiantil siempre serán sagrados e irremplazables. Quizás mañana ya no nos veamos todos los días, pero creo que, en el recuerdo de cada uno, siempre existiremos como parte de la juventud más brillante.
El día de la graduación, mis amigos se repartieron un anuario. La pulcra letra registraba deseos inocentes pero profundos; algunas páginas contenían poemas torpes o dibujos apresurados pero emotivos. Cada página era un recuerdo de amistad, de aquellos días de ensueño con camisa blanca.
También escribí en los cuadernos de los profesores, para mis amigos y para mí. Escribí sobre mis sueños, mis recuerdos, mis miedos y mis esperanzas. Había palabras que nunca me había atrevido a decir, pero ahora las escribía como una forma de expresarme. Había palabras de agradecimiento que nunca se habían dicho, pero ahora las enviaba con toda mi sincera gratitud.
Entonces, un día, cada persona tomará su propio camino. Algunos seguirán estudiando en la universidad, otros tomarán otro rumbo, algunos se irán lejos, otros se quedarán. Aunque sabemos que la separación es inevitable, no podemos evitar sentirnos tristes. La vida es un viaje y la vida estudiantil es un viaje corto pero hermoso.
Así que el anuario es la manera de preservar todo un mundo de recuerdos. Quizás mañana, en medio del ajetreo de la vida, lo hojeemos sin querer y sintamos un anhelo profundo en el corazón. Pero en ese momento, sonreiremos porque sabemos que una vez vivimos una hermosa juventud.
Fuente: https://baogialai.com.vn/luu-but-hoc-tro-post324989.html
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