Esto no es sorprendente, ya que sin las condiciones adecuadas no habríamos sido capaces de observar el universo.
Sin embargo, el Sol no es el tipo de estrella más común. De hecho, las enanas M constituyen entre el 60 % y el 70 % de todas las estrellas de la galaxia. Esta contradicción es la base de la «paradoja del cielo rojo».

Contradicciones lógicas del principio copernicano
El Principio Copernicano, fundamento de la cosmología moderna, sostiene que la experiencia humana no es una excepción, sino un reflejo de la universalidad del universo. Sin embargo, tanto la Tierra como el Sol son casos excepcionales.
Nosotros vivimos alrededor de una estrella de tipo G, mientras que las enanas M, también conocidas como enanas rojas, son cinco veces más comunes y tienen una vida útil hasta 20 veces más larga.
Además, se predice que el proceso de formación de estrellas en el universo durará alrededor de 10 billones de años, pero la vida inteligente solo apareció en el primer 0,1% de ese tiempo, algo que plantea grandes preguntas para los astrónomos sobre la ubicación y la prevalencia de la vida en el universo.
El profesor asociado David Kipping de la Universidad de Columbia utilizó modelos estadísticos bayesianos para analizar soluciones a esta paradoja.
Rechazando la hipótesis de la “suerte”
Para explicar esta anomalía, David Kipping ha desarrollado tres hipótesis principales.
La primera hipótesis sugiere que las estrellas con una masa demasiado pequeña, como las enanas M, no pueden crear seres inteligentes capaces de percibir, pensar y analizar el universo que las rodea, ni de observar con inteligencia (como los humanos), porque las condiciones físicas que las rodean no son lo suficientemente estables para el desarrollo de la vida. La ciencia lo denomina el concepto de «observador».
Un “Observador” es una forma de vida con una inteligencia lo suficientemente alta como para ser consciente de sí misma y del universo, capaz de recopilar, analizar e interpretar información sobre el mundo que la rodea.
Una segunda hipótesis propone que la “ventana de supervivencia” de la vida puede haberse acortado por un evento planetario catastrófico, lo que hizo difícil que las civilizaciones se mantuvieran por mucho tiempo.
La hipótesis final es más simple: quizá seamos simplemente el resultado del azar en el vasto universo.
Sin embargo, al aplicar el método de análisis bayesiano, Kipping rechazó rotundamente la hipótesis de la “suerte” con un factor Bayes de alrededor de 1.600, un número considerado como evidencia casi decisiva, porque normalmente una relación superior a 100/1 es suficientemente convincente.
Este resultado demuestra que es muy difícil explicar nuestra existencia por mera coincidencia.
Conclusión sombría: las enanas M no tienen "observadores"
Tras descartar el factor aleatorio, Kipping concluyó que la explicación más plausible era una combinación de las otras dos hipótesis. Sin embargo, su hipótesis favorita era la "hipótesis del enano M desierto".
Este modelo, que supone una vida útil habitable de 10 mil millones de años para los planetas, excluye “todas las estrellas con masas inferiores a 0,34 masas solares” como estrellas que podrían desarrollar vida inteligente con un 95,45% de confianza.
En pocas palabras, es poco probable que las estrellas con una masa de aproximadamente un tercio de la del Sol (que constituyen alrededor de dos tercios de las estrellas del universo) produzcan observadores inteligentes.
"La solución propuesta de que las estrellas de baja masa no desarrollan observadores es la mejor explicación para nuestra existencia", concluye Kipping.
Si bien aún podría existir vida alrededor de estas enanas M, sin asentamientos interestelares, las enanas M serían lugares muy tranquilos. Este hallazgo sugiere que, según los datos actuales, el universo podría ser mucho más desolado de lo que alguna vez esperábamos.
Fuente: https://dantri.com.vn/khoa-hoc/vu-tru-co-the-hoang-vang-hon-nhieu-so-voi-chung-ta-tuong-20251021011903789.htm






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