En las calles y callejones de la China de finales de la dinastía Qing, era frecuente ver a jóvenes cargando bolsas grandes y pequeñas, vendiendo diversos tipos de frutos secos. Estos adolescentes vestían, en su mayoría, de forma algo descuidada; sus rostros aún conservaban rasgos infantiles, pero sus ojos revelaban perseverancia y una voluntad férrea.
Los puestos estaban llenos de diversas frutas secas, como longan, manzanas rojas, nueces, almendras, etc. Cada vez que alguien pasaba, los adolescentes lo saludaban con entusiasmo y les presentaban los productos que vendían. Sus voces agudas hacían que la gente se detuviera en seco.
La mayoría de estos jóvenes provienen de familias pobres y tienen que asumir la responsabilidad de ganarse la vida desde temprano. Todos los días, se levantan temprano, van al mercado a comprar frutos secos y recorren las calles con sus productos hasta el anochecer. Aunque la vida es difícil, nunca se quejan y siempre atienden a los clientes con sonrisas y entusiasmo.
En las calles de Pekín, se pueden ver vendedores con puestos sencillos, friendo pasteles aromáticos. Visten con normalidad, incluso sucios, con el rostro marcado por el paso del tiempo, pero sus manos son muy hábiles. A menudo venden de la mañana a la noche para ganarse la vida.
El puesto es muy sencillo, con solo una pequeña estufa, una sartén y una tabla. Se amasa la masa y el relleno se coloca en una tabla de cortar. El vendedor usa las manos para extender la masa, envuelve el relleno y luego lo fríe en una sartén con aceite caliente. Después de un rato, se sacan los pasteles aromáticos de la sartén. Los colocan sobre papel para escurrir el aceite y luego los envuelven para los clientes que esperan. Estos pasteles son dorados, crujientes, tienen un relleno delicioso y son muy apreciados por la gente. Los vendedores se han ganado la confianza y el cariño de los clientes con su sonrisa sencilla y su entusiasta servicio.
A finales de la dinastía Qing, los vendedores ambulantes de donas fritas eran muy populares en Tianjin, Pekín, Hebei y otros lugares. Las donas fritas eran apreciadas por su llamativo color dorado, crujientes, dulces y delicioso sabor. Estaban hechas de bolas de arroz glutinoso envueltas en pasta de frijoles y fritas con cuidado. Al morderlas, los comensales podían apreciar claramente las capas de amarillo, blanco y negro, brindando un doble placer a la vista y al paladar.
La textura de la dona es algo masticable, la capa exterior es crujiente pero no pegajosa, por lo que tanto niños como personas mayores pueden disfrutar fácilmente de esta comida callejera. En la sociedad de aquella época, las donas se convirtieron en un refrigerio popular para comer, jugar y pasear.
En aquella época, los puestos callejeros de wonton eran uno de los más populares. El wonton es una exquisitez tradicional china con una larga historia que se ha transmitido hasta nuestros días. Según los registros históricos, los wontons existen desde la dinastía Han Occidental y se popularizaron aún más durante las dinastías del Sur y del Norte. En dinastías posteriores, como las dinastías Tang, Song, Yuan, Ming y Qing, los wontons también se mencionaron en numerosos libros.
Los primeros puestos de wonton en Pekín durante la dinastía Qing eran principalmente ambulantes, y posteriormente aparecieron carritos y puestos fijos. Los puestos de wonton solían ser bastante sencillos, con tan solo una pequeña olla separada por una plancha de hierro para cocinar caldo de huesos. Los ricos y completos ingredientes incluían verduras de invierno, algas, cilantro, camarones secos, pimienta, salsa de soja, vinagre, cebollino verde, etc., lo que permitía a los comensales disfrutarlos según sus preferencias personales.
Las casas de té callejeras eran parte indispensable de la vida cotidiana de los habitantes de Pekín durante la dinastía Qing. Estas casas eran muy apreciadas por la gente debido a su sencillez y modestia. Al salir, al trabajo… si se tenía sed, se podía pasar por la tienda a tomar una taza de té aromático. Algunos bebían y charlaban, otros bebían rápido y se marchaban enseguida.
La forma de tomar el té también es sencilla, sin pretensiones, y la atención al detalle hace que la gente se sienta más acogedora. Estas casas de té suelen tener interiores sencillos, con mesas, algunos taburetes de madera y grandes cuencos de porcelana. Todo para facilitar la visita a los clientes.
Debido a la escasez de pozos de agua dulce en la ciudad, el reparto de agua se convirtió en una profesión. Recogían agua y la transportaban en carretillas por las calles y callejones de la ciudad para proporcionar la preciada agua fresca a la gente.
Sin embargo, el trabajo de los repartidores de agua es extremadamente difícil y los ingresos son relativamente bajos. Tienen que levantarse en plena noche para empezar a trabajar. En el frío invierno, el suelo alrededor del pozo se congela, por lo que los repartidores deben emplear más fuerza para sacar agua. Este proceso requiere no solo mucha fuerza física, sino también paciencia y perseverancia. Incluso en el caluroso verano, a los repartidores de agua no se les permite andar sin camisa, ya que el sudor que gotea en el cubo puede incomodar a los clientes.
Fuente: Sohu
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