Los investigadores han descubierto grandes cantidades de agua atrapadas dentro de los sedimentos y rocas de una meseta volcánica perdida, ahora en las profundidades de la corteza terrestre.
Equipo de imágenes geológicas arrastrado por un buque de investigación durante un estudio de la zona de subducción de Hikurangi en Nueva Zelanda. Foto: Adrien Arnulf
Revelado a través de imágenes sísmicas en 3D, el antiguo reservorio se encuentra 3,2 kilómetros debajo del lecho oceánico frente a la costa de Nueva Zelanda, donde podría estar amortiguando una importante falla sísmica frente a la Isla Norte, informó Phys.org el 8 de octubre.
Las fallas suelen producir terremotos de movimiento lento, llamados eventos de deslizamiento lento. Estos pueden liberar tensiones tectónicas sin causar daños durante días y semanas. Los científicos quieren comprender por qué ocurren con mayor frecuencia en algunas fallas que en otras. Se cree que muchos terremotos de deslizamiento lento están asociados con agua subterránea. Sin embargo, hasta ahora, no existía evidencia geológica directa de la existencia de una reserva de agua tan grande en la falla de Nueva Zelanda.
"No podemos mirar lo suficientemente profundo para saber exactamente qué está afectando la falla, pero podemos ver que la cantidad de agua que se acumula aquí es mucho mayor de lo habitual", dijo el líder del estudio, Andrew Gase, investigador postdoctoral en el Instituto de Geofísica de la Universidad de Texas (UTIG).
El estudio, publicado en la revista Science Advances, se basa en estudios sísmicos y perforaciones oceánicas realizadas por el equipo de UTIG. Gase, actualmente investigador postdoctoral en la Universidad Western Washington, propone perforaciones más profundas para determinar dónde termina el lago y así determinar si afecta la presión alrededor de la falla. Esta información es importante para comprender mejor los grandes terremotos.
El sitio donde los investigadores encontraron el lago forma parte de un vasto campo volcánico que se formó cuando una columna de lava del tamaño de Estados Unidos ascendió a la superficie del Océano Pacífico hace 125 millones de años. Este evento fue una de las erupciones volcánicas más grandes de la Tierra y causó temblores durante millones de años. Gase utilizó escaneo sísmico para generar una imagen 3D de la antigua meseta volcánica, que mostró que los sedimentos alrededor del volcán enterrado eran mayoritariamente gruesos. Los colegas de Gase en UTIG analizaron una muestra de núcleo de perforación de la roca volcánica y descubrieron que el agua constituía casi la mitad de su volumen.
Gase especula que el mar poco profundo donde ocurrió la erupción erosionó parte del volcán, formando una roca hueca que almacenaba agua como acuífero. Con el tiempo, la roca y los escombros se transformaron en arcilla, que acumuló aún más agua. Este nuevo hallazgo es importante, ya que los investigadores creen que la presión del agua subterránea podría ser el factor clave que crea las condiciones para que la presión tectónica se libere mediante terremotos de deslizamiento lento. Esto suele ocurrir cuando sedimentos ricos en agua quedan enterrados a lo largo de una falla, atrapando el agua bajo tierra. Sin embargo, la falla de Nueva Zelanda contenía muy poco de este tipo común de sedimento oceánico. En cambio, el equipo cree que el antiguo volcán y la roca transformada en arcilla transportaron grandes volúmenes de agua al ser absorbidos por la falla.
An Khang (según Phys.org )
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