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Más que un aniversario

(DTO) Hay días en el año que transcurren en silencio, pero que dejan un eco en el corazón de las personas como un recordatorio. El 10 de agosto es uno de ellos. No es tan bullicioso como una gran festividad; no hay fuegos artificiales ni tambores vibrantes. Pero toca profundamente los corazones de quienes saben amar, como un recuerdo inolvidable, como una llamada apasionada de las personas que luchan por soportar el dolor que ha perdurado por muchas generaciones.

Báo Tiền GiangBáo Tiền Giang06/08/2025

El 10 de agosto de 1961, el ejército estadounidense comenzó a rociar sustancias químicas tóxicas sobre Vietnam. Los verdes bosques fueron destruidos, la tierra se volvió estéril y los cultivos devastados. Pero las consecuencias no acabaron ahí. La sustancia tóxica llamada Agente Naranja se había infiltrado en la sangre y la carne de las personas, propagando enfermedades, deformidades y desgracias que el tiempo no pudo borrar.

Han pasado más de 60 años desde el primer día de la campaña de fumigación con Agente Naranja. El país ha cambiado a diario, pero las cifras siguen siendo dolorosas: cerca de 4,8 millones de personas estuvieron expuestas, más de 3 millones fueron víctimas directas y cientos de miles nacieron con cuerpos incompletos. Los llantos inexpresables de los niños, las miradas vacías, los cuerpos convulsionados... son dolorosos recordatorios de un crimen de guerra inolvidable.

Desde 2004, el 10 de agosto se ha elegido el "Día de las Víctimas del Agente Naranja en Vietnam". Este no es solo un día de conmemoración, sino también un día de acción. Acción para aliviar el dolor, difundir amor y recordar a cada uno nuestra responsabilidad y conciencia en el camino de unir fuerzas con los desafortunados.

En muchas localidades se organizan con motivo de esta ocasión actividades benéficas: entrega de regalos, exámenes y tratamientos médicos gratuitos, inauguración de casas de beneficencia, ferias de empleo para discapacitados, exposiciones de pinturas de víctimas del Agente Naranja, etc.

Cada programa, cada acción, por pequeña que sea, transmite un mensaje muy importante: «No estás solo». Así es como la comunidad les dice a las víctimas del Agente Naranja que aún las quieren, que aún las cuidan, que aún tienen un lugar en la sociedad.

Pero compartir no debería ser solo una vez al año. Porque el dolor del Agente Naranja no va y viene. Arde a diario, royendo el cuerpo y el espíritu, obligando a quienes lo portan a luchar por vivir, a aprender a sonreír cuando todo lo que es normal para otros es un lujo para ellos.

Hay madres que no han podido dormir una noche completa en más de 40 años porque su hijo discapacitado no puede darse la vuelta solo. Hay padres que sienten un gran peso en sus hombros porque sus tres hijos nacieron con defectos genéticos causados por la dioxina.

Hay niños que aún no han tenido la oportunidad de llamar a "papá" cuando sus padres han muerto de cáncer, secuelas de años de lucha en selvas rociadas con químicos. Hay soldados que regresan del campo de batalla, físicamente intactos, pero de repente descubren que sus cuerpos se debilitan gradualmente, luego la enfermedad ataca y se transmite a sus hijos y nietos.

Y, sin embargo, en medio de la pérdida, aún hay luz. Muchas víctimas del Agente Naranja han superado la adversidad para vivir una vida plena. Algunas se han convertido en maestras, artistas, músicas y atletas. Otras han abierto centros de producción, creando empleos para personas con discapacidad.

Hay personas que, a pesar de sus discapacidades físicas, siguen viajando por todas partes compartiendo sus historias de vida, inspirando a la comunidad a vivir positivamente. Estas personas no solo superan su destino, sino que también iluminan la esperanza de muchas otras en la misma situación.

A menudo pensamos que ayudar a las víctimas del Agente Naranja es un acto de caridad. Pero, de hecho, también es un deber. Porque la guerra ha terminado, pero sus consecuencias aún persisten en cada célula humana, en cada campo baldío, en cada río sin digerir. Les debemos a los soldados y a las personas que se sacrificaron por la paz hoy una profunda gratitud, no solo en su memoria, sino también con acciones concretas.

Nuestro gobierno ha implementado numerosas políticas para apoyar a las víctimas del Agente Naranja: asistencia social, exámenes y tratamientos médicos gratuitos, apoyo a la formación profesional, creación de empleo, etc. Asociaciones, sindicatos y empresas también se han sumado. Sin embargo, en realidad, aún existen deficiencias. Muchas víctimas no han tenido pleno acceso a las políticas. Muchas localidades aún carecen de instalaciones de atención y rehabilitación. Muchas familias pobres aún luchan a diario para cubrir los gastos de medicamentos, hospitalización y manutención.

Y existe una brecha aún mayor: la de la justicia. En los últimos 60 años, a pesar de los incansables esfuerzos de Vietnam y de numerosas organizaciones internacionales, hasta la fecha no ha habido ninguna resolución judicial que obligue a las empresas químicas estadounidenses ni al gobierno de Estados Unidos a asumir oficialmente la responsabilidad de indemnizar a las víctimas vietnamitas. Muchas demandas han sido desestimadas. Muchas víctimas han muerto en silencio. La justicia para ellas no debería estar lejos. Debe ser una verdad evidente.

Pero aunque la justicia tarde, no debemos rendirnos. Porque si nos rendimos, admitiremos inadvertidamente que el dolor no necesita ser escuchado. Si guardamos silencio, dejaremos que un capítulo oscuro de la historia caiga en el olvido, algo que ninguna nación que haya vivido la guerra debería hacer.

Por lo tanto, el 10 de agosto no es solo un día de conmemoración. Es un día para que cada persona reflexione sobre sí misma: ¿qué ha hecho por quienes viven con el dolor del Agente Naranja? ¿Ha escuchado, comprendido y compartido lo suficiente? ¿Está lista para acoger con los brazos abiertos una vida con discapacidad sin compasión ni alienación?

Además, es un día para recordar a la gente el valor de la paz, la bondad y la humanidad. Porque nadie nace queriendo ser víctima. Nadie elige un cuerpo defectuoso. Pero todos merecen vivir, ser amados y tener oportunidades. Y nosotros, quienes gozamos de salud y bienestar, podemos hacerlo por ellos, todos los días.

DUC ANH

Fuente: https://baoapbac.vn/xa-hoi/202508/khong-chi-la-mot-ngay-ky-niem-1047806/


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