En mis recuerdos de infancia, las tardes de verano tumbada en la hamaca, escuchando el viento agitar las hojas de plátano y el susurro de las palmeras, y a mi abuela masticando arroz lentamente, me llenaban el corazón de una extraña paz. Aún recuerdo con claridad su pequeña figura, su rostro bronceado marcado por el tiempo, sus manos callosas con un ligero olor a humo de cocina y hojas de coco. Mi abuela solía sentarse a la mesa, comiendo arroz con mango maduro y pescado picante guisado con pimienta. La primera vez que la vi, me sorprendí y le pregunté: «Abuela, ¿por qué comes de forma tan extraña?». Ella sonrió con dulzura, sus ojos brillando con la historia de su vida: «Somos pobres, solo comemos lo que hay. ¡Es tan sencillo, pero delicioso!».
Una comida sencilla con pescado seco frito y un plato de sandía. Foto: TU MINH
Al escuchar la presentación de mi abuela, probé el plato y, sin darme cuenta, se convirtió en mi favorito. El mango maduro, suave y dulce, mezclado con cada grano de arroz blanco glutinoso, me produjo una sensación de ligereza en el corazón, como si flotara en una brisa fresca. Esa sensación no era solo de sabor, sino también la calidez del amor familiar y los recuerdos entrañables.
Los plátanos maduros y las sandías también se suelen comer con arroz. Puede sonar extraño, pero la salinidad del pescado guisado, la dulzura de la fruta y la riqueza del arroz se combinan para crear un sabor único y delicioso de la tierra. Los plátanos maduros, suaves y dulces, se comen con arroz, un poco de salsa de soja salada y un toque de chile picante, creando un plato de arroz sencillo pero exquisito. La sandía, jugosa y dulce, resulta aún más refrescante y agradable con arroz, sobre todo en un caluroso día de verano.
Mi abuela me explicó una vez que el arroz occidental es pegajoso y un poco seco, por lo que, al comerlo con frutas jugosas, adquiere un sabor agridulce, fácil de tragar y nada aburrido. Las frutas que suelen estar disponibles en el huerto familiar se convierten en compañeras habituales en la mesa. Los occidentales comen así no porque sea extraño, sino porque aman la tierra, aman a la gente y aman la sencillez de la comida. Esta forma sencilla de comer refleja un estilo de vida tranquilo, simple y sin complicaciones.
El arroz con mango es uno de los platos favoritos de muchas personas en las zonas rurales del oeste del país. Foto: TU MINH
Los días que no había sopa, la abuela llamaba al tío Ut para que fuera al jardín a recoger cocos, los picara y vertiera el jugo sobre el arroz. El dulce y fresco jugo de coco se impregnaba en el arroz, haciéndolo más suave y aromático. Si le añadías un trozo de pescado seco a la parrilla hasta que quedara crujiente, con un toque picante de chile, tenías un almuerzo completo que rebosaba del amor del campo en la cocina. Un amigo comentó una vez que a la gente de Occidente le encantan los dulces, desde la comida hasta la forma de hablar y de quererse. Pero esa dulzura no es solo un sabor, sino que también impregna todos los aspectos de la vida: sentimientos sinceros, dulces pero no salados, honestos y cálidos.
A mi madre también le gusta comer arroz con fruta. Una vez le pregunté: "¿Por qué no comes bien, no comes suficiente sopa, guiso, salteado?". Ella sonrió, masticó el arroz con plátano y dijo: "Si hay pescado o carne, pues come; si no, échale agua de coco y cómelo con fruta. Mientras esté rico, eso es todo. ¿Quién come por ti? ¿Por qué te preocupas tanto?". De pequeña no lo entendía. Al crecer y vivir lejos, comprendí que lo más importante no es la comida, sino con quién la compartes y si sientes paz interior en ese momento.
Una amiga del barrio de Rach Gia exclamó entre risas: «¿Arroz con fruta? ¡Rústico y delicioso a la vez!». Para quienes no lo han probado, comer arroz con agua de coco o con fruta puede sonar extraño. Pero para la gente de Occidente, es parte de su identidad, una costumbre arraigada en tiempos de pobreza, en los años dedicados al campo y a los huertos. Una comida sencilla, con un poco de agua de coco y unas cuantas frutas, basta para saciar el hambre; no es un plato completo, pero sí reconfortante.
Hoy en día, mucha gente en Occidente aún conserva la costumbre de comer arroz con fruta. Mantienen esta forma de comer no por pobreza, sino porque añoran el sabor de su tierra natal, preservan sus recuerdos y raíces. De vez en cuando, yo también preparo esa comida tan peculiar. Mis hijos me miran con sorpresa y me preguntan: "¿Qué comida tan rara comes, mamá?". Yo solo sonrío, porque hay cosas sencillas que no se pueden explicar con palabras, sino que solo se pueden sentir con el corazón. Hay platos sencillos que nos ayudan a ser buenas personas. Y hay recuerdos sencillos que nos nutren para toda la vida.
TU MINH
Fuente: https://baoangiang.com.vn/kieu-an-com-la-doi-dam-chat-mien-tay-a461840.html






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